?La que armaron por una oreja!
Qu¨¦ disgusto, qu¨¦ agitaci¨®n. Una parte de la plaza se rasgaba las vestiduras y otra parte se iba a quemar a lo bonzo porque el presidente no concedi¨® la oreja a El Madrile?o, solicitada con estruendoso vocer¨ªo por las mencionadas partes de la plaza. Dichas partes dos, y otras tantas que no dijeron nada (pero lo sent¨ªan), estaban emocionadas con el toreo de muleta de El Madrile?o, que fue de lujo, y conmovidas por la cogida que sufri¨® al entrar a matar con derechura volc¨¢ndose sobre el morrilo.Posiblemente El Madrile?o merec¨ªa la oreja; dos, si se compara con alguna otra concedida en esta plaza; tres si se toman de referencia las que se otorgaron d¨ªas atr¨¢s por partida doble. Pues el joven novillero compuso un toreo exquisito, de inusual variedad, Inspirada armon¨ªa y rara templanza. Hubo pasajes de gran belleza y cuando perfilaba el volapi¨¦ ya hab¨ªa cuajado la mejor faena de cuantas se hayan visto en la feria, ?y van 66! La oreja estaba ganada, s¨®lo faltaba matar bien. Sali¨® cogido del primer pinchazo, cobr¨® una estocada, son¨® el aviso... Ahora, la oreja empezaba a ser discutible. La pidi¨® el p¨²blico soberano, aunque no todo; ni siquiera la mayor¨ªa: hab¨ªa en los tendidos m¨¢s gritos que pa?uelos.
Buenavista / Madrile?o, Gon?alves, S¨¢nchez
Cuatro novillos de Buenavista (dos fueron rechazados en el reconocimiento), discretos de presencia, inv¨¢lidos, boyantes. 4? y 5? de Palomo Linares, con trap¨ªo, mansos y dificultosos. El cuarto derrib¨® dos veces.El Madrile?o: pinchazo saliendo volteado, estocada corta delantera, rueda de peones -aviso- y cae el novillo (petici¨®n y gran ovaci¨®n mientras lo llevan a la enfenner¨ªa). Jos¨¦ Luis Gon?alves: estocada (aplausos y salida al tercio); pinchazo, estocada atravesada que asoma y dos descabellos (silencio); estocada (silencio). Jos¨¦ Ignacio S¨¢nchez: pinchazo, otro perdiendo la muleta y estocada contraria (ovaci¨®n y salida al tercio); estocada corta baja y tres descabellos (silencio). Enfermer¨ªa: El Madrile?o fue asistido de cornada grave en un muslo. El presidente Pedro Navas fue abroncado durante todo el festejo por no conceder la oreja a El Madrile?o. Plaza de Las Ventas, 18 de mayo. 11? corrida de feria. Cerca del lleno.
Mientras la cuadrilla llevaba al torero a la enfermer¨ªa, se desat¨® el esc¨¢ndalo. La que se arm¨® all¨ª por la oreja denegada. El p¨²blico se rebel¨® contra el presidente mostr¨¢ndole los pu?os -algunos prefer¨ªan ense?arle los dedos ¨ªndice y me?ique: un capricho-; agit¨® amenazante los paraguas, muchos se arrancaban las barbas o se daban de pu?adas. Pocas veces se habr¨¢ producido un alboroto semejante en la plaza de Las Ventas. Y todo por una oreja. Los orejistas estaban verdaderamente furiosos. Les llegan a robar la cartera y no reaccionan con tanta violencia.
Bueno, en realidad, les estuvieron robando un poco la cartera -tomadores del dos ya la acariciaban con sus dedos pecadores-, pues los novillos se ca¨ªan, y les trajo sin cuidado. Est¨¢ convenido entre aficionados que si toros o novillos no tienen fuerza, pierden las manos, hocican, voltean, se desploman y no pueden soportar con entereza el desarrollo de los tercios de la lidia, eso es un robo (dicho sea con perd¨®n); un delito de lesa tauromaquia.
Al indignado p¨²blico orejero, sin embargo, le daba igual que se cayeran los novillos. La oreja era lo importante. Toda la tarde se la pas¨® protestando y cuando no protestaba -s¨®lo para tomarse un respiro y reemprender la bronca con removados br¨ªos- siempre hab¨ªa alg¨²n espectador que se levantaba y pronunciaba un fogoso discurso. Lo que se dicen Felipe Gonz¨¢lez y Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar en los m¨ªtines son madrigales a media voz, al lado de las diatribas que hubo de o¨ªr el presidente. Al filo de las nueve un lamento sali¨® de los tendidos de sol, para entonces convertidos en g¨¦lida sombra: "?Nos ha amargado usted la tarde!"
Hab¨ªa otros toreros en el ruedo, sali¨® un novillo poderoso, se produjeron lances art¨ªsticos y situaciones de peligro, pero nada impresion¨®, tanto al p¨²blico como la oreja denegada. A Jos¨¦ Luis Gon?alves, que es un novillero con saberes y capacidades, no le hicieron caso mientras intentaba templar al segundo novillo -un inv¨¢lido de pastue?a condici¨®n- y le debi¨® afectar, pues no lo templ¨®. Lidi¨® al cuarto, un ejemplar con trap¨ªo, manso y poderoso, s¨®rdido e incierto, y como no pod¨ªa ligarle los pases a pesar de su voluntariosa insistencia, le pitaron. Y ya, en plena desmoralizaci¨®n, tampoco acert¨® a sacar partido del sexto.
Jos¨¦ Ignacio S¨¢nchez exhibi¨® un temple de los que ya no se llevan, lo mismo para embarcar con gusto al muy noble y apagadito tercero que para obligar la reacia embestida del quinto, manso y top¨®n. Ambas faenas tuvieron pareja importancia: una, por la suavidad, el gusto y la hondura con que interpret¨® los naturales; otra, por su aplomo y buena t¨¦cnica. Suficiente para que todo el mundo saliera d¨¢ndose parabienes. Pero la gente segu¨ªa rencorosa y no estaba para fiestas. Se comprende: pedir una oreja y que el presidente la deniegue es una cat¨¢strofe s¨®lo comparable con el terremoto de San Francisco, la ca¨ªda del Imperio Romano y la desconcatenaci¨®n de los exorcismos.
Babelia
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