Una pel¨ªcula china conmociona y ridiculiza al cine occidental
En 1988 se estren¨® aqu¨ª una compleja y bella pel¨ªcula titulada El rey de los ni?os. La dirig¨ªa un joven y desconocido cineasta chino llamado Chen Kaige y nadie -salvo dos cr¨ªticos a quienes sus colegas tomaron por chalados- apost¨® un duro por su futuro. Hoy esa pel¨ªcula es un hito de la deslumbrante escalada del cine chino desde la nada que era hace una d¨¦cada a la plenitud en que se est¨¢ convirtiendo ahora. Y es tambi¨¦n la antesala formal de Adi¨®s a mi concubina, una pel¨ªcula excepcional, que ayer fue recibida aqu¨ª con aclamaciones y que en tinas horas se ha convertido en la m¨¢xima aspirante al triunfo en ¨¦ste, hasta ayer, insulso desfile de vulgares filmes.
Chen Kaige -hombre de alrededor de 40 a?os, mediana estatura, voz muy suave que parece encubrir cierto autoritarismo avergonzado, gestos lentos y algo ceremoniosos, mirada fija e intensa, con. el peculiar destello ir¨®nico de quienes han visto cosas muy duras de ver- sabe condensar en unas pocas ideas la enorme cantidad de ellas que maneja en las casi tres horas, que pasan como tres suspiros, de Adi¨®s a mi concubina. Dice el cineasta: "Es el relato de la vida de dos actores de teatro y la prostituta con que uno de ellos se casa. Discurre a lo largo de casi 50 a?os de la historia reciente de mi pa¨ªs, desde 1933 a los d¨ªas de la Revoluci¨®n Cultural. No es, sin embargo, una pel¨ªcula sobre la historia de China, sino sobre comportamientos universales de la gente de cualquier lugar. Est¨¢ vertebrada alrededor de algunas preguntas que me inquietan. Por ejemplo: si un hombre puede suicidarse por amor a una mujer y se acepta su decisi¨®n, ?se aceptar¨ªa esa decisi¨®n si se suicidase por amor a otro hombre? En el teatro s¨ª, pero en la vida no. Y mi pregunta es: ?Puede uno comportarse en la vida como sobre el escenario de un teatro?"
"La pel¨ªcula", a?ade el cineasta, "es la representaci¨®n de un tri¨¢ngulo. No me gustan las pel¨ªculas de dos personajes, porque suelen ser f¨¢ciles de rodar y de comprender y lo f¨¢cil no tiene inter¨¦s. En cambio, una historia en la que una mujer y un hombre est¨¢n locamente enamorados de otro hombre, hasta el punto de matarse por ¨¦l, es algo que merece la pena contar y llegar a su fondo, por. arriesgado y perturbador que este fondo sea. La parte m¨¢s delicada y vulnerable de este juego es la del hombre enamorado de otro hombre".
"Este personaje", concluye Kaige, "me cautiv¨® en cuanto le¨ª la novela de Lilian Lee, en que se basa la pel¨ªcula. Lo que me apasiona de ¨¦l es su idealismo. Es un hombre que persigue un sue?o y que no tiene en cuenta las dificultades que la realidad y la sociedad le presentan para lograr lo que pretende. Yo admiro esta conducta. El arte deber¨ªa comportarse como se comporta este personaje: persiguiendo a los sue?os e intentando hacerles reales, aunque sea imposible lograrlo, aunque esta pasi¨®n conduzca a la muerte, o tal vez por eso mismo, porque s¨®lo merece la pena contar aquellas historias que nos ense?an a morir".
Adi¨®s a mi concubina es una producci¨®n conjunta de las tres chinas: la continental, la isla de Taiwan y la colonia de Hong Kong. Tuvo problemas de censura, que finalmente no afectaron al metraje porque Kaige aceler¨® el estreno del filme en Hong Kong para poner a los censores de Pek¨ªn ante un hecho consumado, pues el ¨¦xito de la pel¨ªcula en la colonia brit¨¢nica fue delirante.
Es esta pel¨ªcula la culminaci¨®n, por ahora, de la incontenible riada de imaginaci¨®n dram¨¢tica y visual generada en el cine chino tras el fin del periodo de convulsi¨®n de la Revoluci¨®n Cultural que sigui¨® a la muerte de Mao Zedong.
Esta sangrienta, y de proporciones incalculables, locura colectiva, aterr¨® y aplast¨® al inmenso pa¨ªs y fue vivida desde dentro por Kaige, que fue reclutado y milit¨® en una de aquellas bandas de j¨®venes, mao¨ªstas fan¨¢ticos que recorrieron los mismos itinerarios por donde ahora discurren todas las pel¨ªculas de este cineasta, desde Tierra amarilla a ¨¦sta, pasando por Parada, El rey de los ni?os y La vida sobre un hilo.
Violencia y radicalidad
Su dolorida memoria de haber vivido -como protagonista y como v¨ªctima- en el centro de uno de los periodos de mayor y m¨¢s compulsiva violencia que ha conocido la humanidad, es lo que carga a la mirada de Kaige de esa mezcla de violencia y radicalidad, de dureza y de delicadeza, de carnalidad y de espiritualidad, que caracteriza a su peculiar¨ªsimo estilo, m¨¢s herm¨¦tico que el de Zhang Yimou, tal vez porque est¨¢ animado por una mayor necesidad de hablar desde las resonancias del lenguaje art¨ªstico de la China inmemorial.
Nexo entre ambos cineastas, que son las puntas de lanza de esa Quinta Generaci¨®n de la escuela de cine de Pek¨ªn, es la prodigiosa actriz Gong Li, que en Adi¨®s a mi concubina interpreta a la prostituta de la que se enamora uno de los actores y que, como de costumbre en ella, se escapa, atraviesa y rompe en pedazos las im¨¢genes que pretenden atraparla.
Tan fuerte es la fijaci¨®n de la conciencia y la memoria de Kaige en su paso por el ojo del hurac¨¢n hist¨®rico del fin de la China de Mao, que el gui¨®n de la. pel¨ªcula duplica las dimensiones de la novela original, convirtiendo las 200 p¨¢ginas de ¨¦sta en un mamotreto de 400 folios. Los pasajes m¨¢s ampliados por Kaige son el inicial, que cuenta con inusitado vigor la infancia de los dos hombres protagonistas durante el brutal periodo de los Se?ores de la Guerra, en los a?os treinta; y el que cierra la pel¨ªcula, que es una visi¨®n febril de la pesadilla revolucionaria, que devuelve a ambos personajes a esa infancia de esclavitud contada al, principio, cerrando de esta manera un c¨ªrculo tr¨¢gico, lleno de vida' de tensi¨®n, de emotividad, de crueldad y al mismo. tiempo de lirismo.
El hermetismo de Kaige estalla en una sucesi¨®n de im¨¢genes que no dan respiro al espectador y que han devuelto ayer a Cannes al lugar que le corresponde y que parec¨ªa haber perdido. Desde ayer ya casi nadie habla aqu¨ª de las cachas de SyIvester Stallone, Schwarzy y Van Damme. Incluso la inminente llegada de Liz Taylor escondida detr¨¢s de sus cicatrices parece un asunto de otro planeta. En Cannes se habla por fin de cine, gracias a un cineasta chino que pas¨® por aqu¨ª en 1988 y nadie se enter¨® de su paso.
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