El laberinto de los sobreros
Hubo desconcierto en la plaza. Toros que no sal¨ªan o lo hac¨ªan por la manga contraria. Hab¨ªa que ver lo que ocurr¨ªa de puertas para adentro. Florito, el mayoral de Las Ventas, no daba abasto. Tuvo que sacar sobreros sin parar, incluso buscarlos y apartarlos ¨¦l mismo del corral general. No hab¨ªa metido el toro devuelto en el caj¨®n de muerte -est¨¢ reglamentado que el que pise el ruedo sea apuntillado de inmediato-, cuando ya le estaban pidiendo otro.
En cada corrida hay dos sobreros previstos. Ayer hicieron falta cuatro. Hubo que buscar, por tanto, dos m¨¢s en el corral donde permanecen varios toros, de diversos tipos y encastes, para que siempre haya alguno que encaje con el hierro que se est¨¢ lidiando. El problema surgi¨® cuando hubo que recurrir a ellos y apartarlos, en una ocasi¨®n casi a pecho descubierto, porque los mansos estaban en el ruedo.El toril se abr¨ªa, pero no hab¨ªa toro. A¨²n estaban apart¨¢ndole. No val¨ªa un sobrero cualquiera, ten¨ªa que ser el elegido por el torero. S¨¦ volv¨ªa a abrir el port¨®n, pero al momento indicaban que iba a salir por el otro, porque el toro hab¨ªa entrado en la corraleta contraria a la prevista. Y a todo esto con el toro devuelto intentando que entrara en el caj¨®n de muerte.
Acceso restringido
La ipuerta de toriles es la salida a un laberinto de corrales, chiqueros y mangas (pasillos), que est¨¢ dividido en dos partes. Una es p¨²blica, donde cada mediod¨ªa se hace el apartado de los toros que se van a lidiar por la tarde; la otra, de acceso tan restringido que la polic¨ªa nacional custodia la entrada, es la zona de chiqueros.All¨ª todo es silencio y oscuridad. Llega, muy mitigado, el alboroto de la plaza. Hay un fort¨ªsimo olor a ganado; es f¨¢cil estremecerse cada vez que se escucha el resoplido de un toro que espera su salida. Florito y sus ayudantes hablan en voz baja. No hay que molestar a los toros. Ya est¨¢n bastante inquietos en su encierro. Por eso permanecen a oscuras. Cualquier sombra que percibiesen les liar¨ªa derrotar.
Antes de sonar el clar¨ªn, Florito sube al piso superior para prender la divisa al toro que va a salir, aunque los dos ¨²ltimos sobreros de ayer no la ten¨ªan porque no pasaron por el chiquero. Al recibir el pinchazo, aflora su fiereza, cocea y cornea al aire. La puerta del toril ya est¨¢ abierta. El toro escapa hacia la luz. Desde ese mismo momento est¨¢ condenado a morir. El indulto, en Las Ventas, es un hecho excepcional. S¨®lo se ha dado un caso, porque as¨ª lo contempla la celebraci¨®n de las corridas concurso. Fue un victorino, en 1982, de nombre Belador. Ese d¨ªa, el caj¨®n de muerte fue caj¨®n de vida. All¨ª le curaron las heridas para evitar la infecci¨®n.
Pasadas las nueve de la noche -ayer casi a las diez-, los chiqueros quedan vac¨ªos. Al d¨ªa siguiente el trabajo volver¨¢ a ser intenso en los corrales. A las diez, reconocimiento de la corrida; a las doce, apartado y enchiqueramiento de los toros aprobados; a la una, llegada y primer reconocimiento de la corrida del d¨ªa siguiente. Y entre medias, llegada y salida de sobreros y hasta de corridas enteras cuando no son aprobadas las titulares.
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