Alternativa pol¨ªtica sin opci¨®n econ¨®mica
Felipe Gonz¨¢lez cometi¨® dos grandes errores el lunes 24, que s¨®lo pueden interpretarse en clave de narcisismo e improvisaci¨®n. El primero de ellos fue solicitar el voto como una cuesti¨®n de confianza personal; el segundo, negar que en esta elecci¨®n tiene serias posibilidades de perder, al punto de ignorar hasta la existencia f¨ªsica de su rival, Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar. El Partido Popular, por su parte, consigui¨® su objetivo: mostrar que su candidato es de carne y hueso. Gonz¨¢lez se mostr¨®, en ocasiones, m¨¢s robotizado que Aznar, ya que cuando pudo cambiar de t¨¢ctica, ante las c¨¢maras, se aferr¨® a su idea preconcebida del contrincante.Como candidato que aspira a la reelecci¨®n, Gonz¨¢lez no puede apelar a la confianza y prometer que la crisis econ¨®mica se disipar¨¢ el a?o pr¨®ximo para estas fechas. Cuando la recesi¨®n se ampl¨ªa y en dos trimestres se destruyen casi 600.000 puestos de trabajo, la exhortaci¨®n del presidente indica que no conecta con el pa¨ªs real. Lo que en todo caso necesitaba hacer es ofrecer una raz¨®n obligada para su reelecci¨®n, explicar su programa de futuro. En lugar de ello, ha enunciado m¨¢s de lo mismo, aun cuando alguna de sus recetas, administrativas, como el rebautizado pacto del empleo, es una f¨®rmula carente de la m¨¢s elemental viabilidad. Dada su incapacidad para hacer el dise?o de un plan de futuro, le quedaban pocas alternativas, aun cuando ciertamente pod¨ªa haber respondido con mayor eficacia y convicci¨®n a algunas acusaciones puramente electoralistas de su rival. En esta pasividad hay que ver cierta incomodidad de Gonz¨¢lez con el formato del programa, que permit¨ªa, como se vio, a un candidato ir a por el otro sin dificultad. Con los problemas de la corrupci¨®n, la recesi¨®n, el paro y el d¨¦ficit publico a cuestas, no era Gonz¨¢lez quien estaba en condiciones de ir a por Aznar. Ayer, la nota dominante, entre ex ministros socialistas y algunos de sus colaboradores en el Gobierno, fue ratificar esa frustraci¨®n a la hora de presentar ante el p¨²blico un compendio de razones sencillas y claras para renovar el mandato. S¨®lo en el arsenal de la legislatura -la distribuci¨®n de la renta, por ejemplo, no fue lanzada al ruedo- hab¨ªa elementos y, aunque dif¨ªcil, hubiera requerido un duro trabajo de preparaci¨®n, que no tuvo lugar.
Si Gonz¨¢lez fue incapaz de presentar un plan, tampoco Aznar logr¨® una victoria en este punto. Ni sus partidarios conspicuos saben por qu¨¦ no quiere revelar sus planes. Existe la posibilidad de que el candidato del PP crea que le basta y sobra con una campa?a negativa; tambi¨¦n puede ser que no quiera ense?ar sus cartas, y hay una tercera hip¨®tesis: simplemente no sabe qu¨¦ va a hacer y lo resolver¨¢ en caso de ganar el 6 de junio. Aznar volvi¨® a hablar en t¨¦rminos generales del d¨¦ficit p¨²blico, pero no lo situ¨® como el problema n¨²mero uno de la econom¨ªa espa?ola, un enfoque que le pod¨ªa diferenciar de Gonz¨¢lez. Pero fue un populista exaltado, uno de los momentos en que hizo gala de cierto histrionismo, al garantizar las pensiones. Y en relaci¨®n con el plato fuerte de los impuestos, manifest¨® que no los subir¨¢ aun cuando a lo largo de su campa?a mucha gente se ha quedado con la idea de una reducci¨®n. Tampoco aclar¨® c¨®mo financiar¨¢ su plan de inversiones en infraestructuras, tan ambicioso como el de sus rivales.
Gonz¨¢lez no pudo trazar un panorama constructivo de futuro. Aznar no quiso sobrepasar la frontera de la destrucci¨®n. Las perspectivas de derrota o victoria est¨¢n tan al alcance de la mano de los dos candidatos que deber¨ªa existir alguna remota posibilidad de que en la segunda vuelta expliquen qu¨¦ quieren y por qu¨¦ hay que votarles.
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