"Hay que tener confianza en la propia vida", dice Peter Carey
El novelista crea el drama en una perdida gasolinera australiana
"Hay que tener confianza en la propia vida", dice el pesimista Peter Carey, escritor australiano ya famoso que, a los 50 a?os, se ha ido a vivir a Nueva York y ha regresado al anonimato. As¨ª est¨¢n hechos sus libros: como piezas de relojer¨ªa construidas a partir de ideas contrapuestas. Y as¨ª ha ocurrido con La inspectora de tributos (Alfaguara): su emoci¨®n al tener un hijo fue golpeada por un suceso de sadismo que se vivi¨® en Australia.
Todo en Carey funciona por tanteo: sus historias, su mirada, su forma de escribir. Seg¨²n ¨¦l, le sucede como a Tom y Jerry, que se persiguen, hasta salirse del cuadro y, s¨®lo cuando ya est¨¢n en el aire, se dan cuenta de que se han pasado y comienzan a correr en el aire, cuando ya es evidente que se han de estrellar. A diferencia de Tom y Jerry, Carey corre y, cuando siente que pierde pie, regresa al comienzo y reescribe. Una y otra vez, hasta que llega al final corriendo sobre firme.?scar y Lucinda, por ejemplo. Esta novela, que le hizo ganar el Booker Prize, el premio literario brit¨¢nico m¨¢s importante, cuenta la historia fant¨¢stica de una pareja que, en el siglo XIX, se empe?a en llevar al desierto una iglesia de cristal. La novela naci¨® de una experiencia real y de una reflexi¨®n antropol¨®gica: un d¨ªa Carey se enter¨® de la decisi¨®n de la autoridad eclesi¨¢stica australiana de desmontar una iglesia en un desierto por la sencilla raz¨®n de que ya no iba nadie. Pese a considerarse ateo, el hecho le constern¨®. Y se acord¨® de que, doscientos a?os antes, los constructores de esa iglesia hab¨ªan clausurado la cultura aborigen all¨ª existente, y con ella todas las historias que la conformaban.
La inspectora de tributos naci¨® de la temblorosa comprobaci¨®n de un joven padre de que "el prop¨®sito de la vida es la vida", confrontada a la noticia de una salvajada real que le cog¨ªa por el cuello desde la pantalla del televisor. La historia se desarrolla en. nuestros d¨ªas en un comercio de coches perdido en cualquier lugar del fondo de Australia, que un d¨ªa es visitado por una inspectora de impuestos en muy avanzado estado de gestaci¨®n: la vida.
Sucede que esa inspectora pertenece a la clase de funcionarios que se consideran un instrumento de la justicia para llevar a cabo la misi¨®n de redistribuir la riqueza, y as¨ª lo hac¨ªa hasta que un corrimiento de fuerzas la defenestr¨®: sus jefes, antiguos compa?eros, la obligan a inspeccionar gasolineras insignificantes para ver si se marcha de una vez. Su simpat¨ªa por esos peque?os comerciantes, cuyo destino depende de ella, aumenta hasta obligarla a actuar. Pero ellos, acosados, no pueden saberlo. La realidad de su historia result¨® "mucho m¨¢s oscura de lo que hab¨ªa imaginado". Y dice: "Puedo imaginar cualquier cosa, pero esto [el episodio que se encuentra en el origen del drama] es lo m¨¢s dif¨ªcil que he escrito nunca".
Exaltaci¨®n y exilio
Al rev¨¦s de lo que se suele creer desde esta orilla del Mediterr¨¢neo, existen no pocas diferencias entre la literatura australiana y la norteamericana y la brit¨¢nica. Con respecto a su antigua metr¨®poli los australianos tienen un difuso sentimiento de agravio y exilio: no por casualidad Australia fue construida por los proscritos del imperio. Y respecto a los Estados Unidos, con quienes comparten "la exaltaci¨®n de estar construyendo una cultura nueva", lo que les diferencia es el optimismo: Australia fue fundada por malditos en tanto que Estados Unidos lo fue por los perseguidos pol¨ªticos del Mayflower, que buscaban en el oeste la tierra prometida. Estos encontraron las f¨¦rtiles tierras del cine, y aquellos, "gigantescos espacios vac¨ªos que dan miedo".
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