Pureza
Pocos premios pueden suscitar una adhesi¨®n tan fervorosa como ¨¦ste a Cl¨¢udio Rodr¨ªguez. Creo ser exacto si afirmo que, con la excepci¨®n de Rafael Alberti, el autor de Don de la ebriedad (1953) es el poeta espa?ol vivo que concita mayor unanimidad. Conozco lectores que se saben de memoria versos suyos. Casi una leyenda (1991), su ¨²ltima obra, volvi¨® a granjearle la m¨¢s amplia estima.Cinco libros han bastado para situar a Rodr¨ªguez en la cima de la poes¨ªa espa?ola. Escritura breve pero intensa la suya, a la que cabe definir con una palabra: pureza. No se trata aqu¨ª de un concepto est¨¦tico como en los grandes poetas de preguerra, sino de una actitud, cifrada en una voz. Hablo de una pureza que nos conduce a los or¨ªgenes mismos: a la verdad de la naturaleza, a la claridad que "viene del cielo" de sus primeros versos o de la noche de San Juan y las estrellas que invocan los ¨²ltimos. Desde Fray Luis de Le¨®n, y salvados algunos poemas de Luis Cernuda, la naturaleza no comparec¨ªa en la poes¨ªa espa?ola como lo hace en esta obra. Por eso Don de la ebriedad pudo causar sorpresa entre la cr¨ªtica, no acostumbrada a esta clase de revelaciones ¨®rficas de la vida.
La pureza de Rodr¨ªguez no est¨¢ al margen de la historia. Ense?a a mirar la naturaleza en un universo donde nos hemos vuelto ciegos. La voz po¨¦tica es siempre voz de salvaci¨®n y por eso es hospitalaria: se dirige a todos y a todos busca. Para mirar la vida, para sentirse libres ("nunca / digas por estas tierras / que hay poco amor y mucho miedo siempre"). S¨ª; el canto salva, aunque lo circunde el horror. Porque el canto nos conduce a los or¨ªgenes primeros: la naturaleza, la casa natal, el amor.Los dos ¨²ltimos libros del poeta, El vuelo de la celebraci¨®n (1976) y Casi una leyenda, est¨¢n atravesados por la tragedia. Pero la pureza persiste, como la salvaci¨®n: "Ahora se salva lo que se ha perdido / con sacrificio del amor, incesto / del cielo...". Pureza tambi¨¦n de la palabra po¨¦tica, bru?ida, reverberante de simbolizaci¨®n e im¨¢genes raigales, tersa y concentrada en su propia plenitud.
Babelia
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