Autismo
"Me sent¨ªa responsable de la belleza del mundo. Quer¨ªa que las ciudades fueran espl¨¦ndidas, ventiladas, regadas por aguas l¨ªmpidas, pobladas por seres humanos cuyo cuerpo no se viera estropeado por las marcas de la miseria o la servidumbre, ni por la hinchaz¨®n de una riqueza grosera; quer¨ªa que los colegiales recitaran con voz justa las lecciones de un buen saber ( ... ); que los j¨®venes asistentes a los gimnasios no ignoraran los juegos ni las artes; que los huertos dieran los m¨¢s hermosos frutos, y los campos, las cosechas m¨¢s ricas ( ... ); que el viajero m¨¢s humilde pudiera errar de un pa¨ªs, de un continente al otro, sin formalidades vejatorias, sin peligros, por doquiera seguro de un m¨ªnimo de legalidad y cultura; que nuestros soldados continuaran su eterna danza p¨ªrrica en las fronteras".A veces, en las ciudades, Felipe Gonz¨¢lez habla como el Adriano de la Yourcenar, el que fue su libro de cabecera antes del poder. As¨ª describe lo que llama su ambici¨®n de pa¨ªs, esa glosa de la felicidad. Felipe convence casi siempre en esa onda, a pesar de que a veces bordee el humorismo, sobre todo para lo! que le escuchamos decir cada d¨ªa que los ciegos pueden. ver gracias al incremento espectacular de las operaciones de cataratas, que los ancianos han conocido el mar gracias a los viajes del Inserso o cuando, evaluando los logros del Gobierno en materia educativa, les recuerda con demasiada insistencia a los viejos compa?eros socialistas que ellos no tienen, siquiera, el certificado de estudios.
Pero el mejor Felipe es, sin duda, el de tardes como ¨¦sta en Pamplona, cuando la l¨ªrica de su ambici¨®n regeneracionista aparece como una armon¨ªa de fondo, a la que retornar para zurcir las palabras, cuando su discurso sobre la posibilidad de que Espa?a d¨¦ un paso atr¨¢s abandona la histeria conceptual y se queda en una seria advertencia pol¨ªtica. As¨ª, en Pamplona, hablando sobre la necesidad de la tolerancia y equiparando sutilmente el talante del PP y de Herri Batasuna: "Los dos dicen: ?hay que echarlos!; nosotros, los dem¨®cratas, no echamos a nadie". As¨ª Felipe, pronunciando las palabras "partido socialista" como si no le quemaran o trag¨¢ndose la ira de su contencioso con Nicol¨¢s Redondo para recordarle a UGT que s¨®lo un Gobierno progresista garantiza que no habr¨¢ despido libre.
Felipe, en fin, renacido en tardes como ¨¦sta, armado de sobriedad y de proyecto, vencida la melancol¨ªa esterilizante del emperador, ese complejo desapego de las cosas de este mundo, esa manifestaci¨®n de la perplejidad -"?c¨®mo es posible que no me quieran?"- que ha caracterizado buena parte de esta campa?a. Que Felipe vuelva no supone que empiece a dar voces al mundo y ca?a al enemigo: no lo va hacer. Su retorno supone, m¨¢s bien, el reconocimiento. de que las cosas han llegado a tal punto que alguien como Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar puede decirle: "Usted tiene menos sensibilidad social que una almeja", como le dijo el lunes. Y como le dijo, citando, justamente, a Nicol¨¢s Redondo. Su retorno supone admitir que la pol¨ªtica conlleva semejantes estragos de la raz¨®n y de la decencia, pero que ante ellos la respuesta no puede ser el literario desd¨¦n, o el refugio en la ciudad de palabras del gran Adriano. La respuesta es tener a la ejecutiva de UGT en la primera fila. La respuesta es la pol¨ªtica. Desconozco las cualidades de la prosa po¨¦tica de los sindicalistas navarros, pero seguro que reconocen a la primera dentellada la textura de una almeja gorda, muda, sorda y con denominaci¨®n de origen.
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