La revancha de Gonz¨¢lez
Felipe Gonz¨¢lez volvi¨® a ocupar anoche el centro del escenario pol¨ªtico con los mejores recursos de su arsenal dial¨¦ctico: la convicci¨®n de un presidente experimentado y la contundencia de un candidato decidido. Su intervenci¨®n ten¨ªa desde el comienzo del debate un objetivo principal: presentar a Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar como un candidato poco cre¨ªble, que oculta deliberadamente el contenido de su programa y llena su vac¨ªo poniendo ¨¦nfasis en las obviedades. Y en este objetivo fue ayudado por el candidato popular, Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, quien intent¨® sin demasiada fortuna, repetir su eficaz actuaci¨®n en el debate anterior, tal vez por que su recursos dial¨¦cticos son m¨¢s limitados. El candidato popular perdi¨® pie desde el comienzo del debate arrastrado por un Felipe Gonz¨¢lez que le llev¨® constantemente a un terreno m¨¢s propicio para su ataque: la falta de concreci¨®n del programa conservador, su renuencia, a concretar su pol¨ªtica econ¨®mica y, social, su interesada amnesia sobre el pasado inmediato del Partido Popular y de su organizaci¨®n matriz, Alianza Popular, por la que ingres¨®, en 1979, a la vida p¨²blica Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar.Gonz¨¢lez a diferencia de su desganada aparici¨®n en el debate anterior, compareci¨® motivado, dispuesto a transmitir a su electorado -su buscada mayor¨ªa de progreso- un mensaje solidario y renovador. Sus primeras palabras fueron de compromiso para un eventual futuro gobierno: nuevos hombres y mujeres, entre ellos, independientes. Pero al Gonz¨¢lez candidato, que promete, que explica el programa, le relevaba con facilidad en el uso de la palabra el Gonz¨¢lez presidente que defend¨ªa, con convicci¨®n, la gesti¨®n realizada. Ning¨²n parecido, con su actuaci¨®n en el debate anterior Gonz¨¢lez hab¨ªa recuperado la magia de su comunicaci¨®n fluida, con ejemplos sencillos y claros sobre las contradicciones de las promesas conservadores: la caja m¨¢gica en la que se paga menos, regala m¨¢s y ahorra mejor.
Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, por su parte, apenas pudo desplegar su l¨ªnea habitual de, ataque, la trilog¨ªa cr¨ªtica del discurso popular: crisis, corrupci¨®n y despilfarro. Y no fue por falta de ganas. Pero su discurso se ajustaba demasiado a su intervenci¨®n anterior, se agarrotaba en las frases ya ensayadas, en la cifras repetidas y se ve¨ªa obligado a responder a las constantes preguntas que le lanzaba el candidato socialista. Y cuando intent¨® esgrimir un papel -recurso esc¨¦nico al que nos han habituado los debates televisados-, s¨®lo pudo sacar un comunicado de los trabajadores de Televisi¨®n Espa?ola en el que protestaban porque no se celebrasen debates con la presencia de los principales l¨ªderes pol¨ªticos en la televisi¨®n estatal. Y lo hac¨ªa con el riesgo evidente de que Felipe Gonz¨¢lez le recordara, como hizo, que si ello no ocurr¨ªa era por el veto impuesto por el Partido Popular.
Tal vez Aznar incurri¨® en el mismo pecado que su rival la pasada semana: el exceso de confianza. Y en el caso conservador esta fe ciega en sus habilidades de propaganda tiene una caracter¨ªstica particular: pretende pasar a sus adversarios, simult¨¢nemente, por la izquierda y por la derecha. Se apuntan con igual entusiasmo a la defensa del Estado asistencial que al Estado liberal; conf¨ªan, como algunos pensadores tradicionales espa?oles que no citan, en que las izquierdas y las derechas son conceptos periclitados, "de hace 30 a?os", que lo importante es la gesti¨®n, la eficacia. Y para un pol¨ªtico experimentado como Gonz¨¢lez ese planteamiento era mucha ventaja. Le permit¨ªa marcar distancias, subrayar diferencias, contrastar experiencias, recordar votaciones en el Congreso.
"?Qu¨¦ me dice usted a m¨ª del divorcio, del aborto?", protestaba Aznar, que hu¨ªa, bien aconsejado por sus asesores, de la imagen de derecha tradicional y buscaba ansioso los votos de centro que le den la mayor¨ªa necesaria para gobernar.
Pero lo que no pod¨ªa impedir era que el candidato socialista, que se hab¨ªa hecho con el control del debate, machacara, una y otra vez, en la brecha abierta y sembrara una duda inquietante: "?Qui¨¦n es de verdad usted, se?or Aznar, qu¨¦ implica el cambio que promete?"
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