El hotel de los milagros
La cita de los socialistas comenz¨® como un funeral y acab¨® en una gran fiesta con el "aparato" posando detras de Gonz¨¢lez
Anoche, resucit¨® el PSOE. Fue en Madrid, poco antes de las once de la noche. Sali¨® Jos¨¦ Luis Corcuera en televisi¨®n, mir¨® fijamente a, la c¨¢mara y lo dijo: con el 39,55% de los votos escrutados, los socialistas ten¨ªan entre 158 y 162 diputados. ?Incre¨ªble! Despu¨¦s, todo fue coser y cantar.La fiesta hab¨ªa empezado mal. A las ocho de la noche, los periodistas est¨¢bamos haciendo cola en la puerta de servicio del hotel Palace para identificarnos, sosteniendo con una mano el auricular de radio y con la otra el carn¨¦ de identidad. Dentro se celebraba, un funeral. El partido socialista, seg¨²n todos los indicios, pod¨ªa perder las elecciones.
El hall del Palace era el sitio designado para el acontecimiento. El partido hab¨ªa enviado 2.000 invitaciones a la flor y nata de la sociedad. Los mismos que en los ¨²ltimos d¨ªas, ante la amenaza del avance de Aznar, se hab¨ªan echado a la calle para apoyar a Felipe Gonz¨¢lez. Una tropa de periodistas presenciaban el acto. ?Qui¨¦nes iban a venir? No se sabe. ?D¨®nde estaba la lista de invitados? No hab¨ªa lista. Los responsables del partido no quer¨ªan arriesgarse. En un pa¨ªs tan supersticioso como el nuestro la asistencia a los entierros nunca est¨¢ confirmada. De modo que el hall del hotel m¨¢s emblem¨¢tico de la Espa?a democr¨¢tica -el mismo que rompi¨® el 23-F y el que aplaudi¨® la victoria del PSOE en 1982- se convirti¨® en un ir y venir de almas en pena. La fiesta privada del PSOE estaba cargada de malos presagios.
En esas est¨¢bamos cuando Corcuera sali¨® en televisi¨®n y dijo lo que dijo. Despu¨¦s ya fue todo encadenado. Alfonso Guerra, con la cara de las grandes ocasiones, baj¨® las escaleras, cruz¨® el hall, se puso ante los micr¨®fonos y volvi¨® a ser el que siempre ha sido. Sentado entre Mart¨ªn Toval y Txiki Benegas, anunci¨® que las encuestas le daban 158 diputados y 141 al PP y advirti¨® adem¨¢s, por si acaso, que no se equivocaba. La banda de los tres volv¨ªa a respirar tranquila. Despu¨¦s de una campa?a metidos debajo de la mesa, barridos del escenario por la omnipresente imagen de Felipe Gonz¨¢lez, otra vez los due?os del partido sacaban la cabeza.
Una pantalla gigante exhibe sin pudor las grandes obras, de la d¨¦cada. Desde que los resultados han desatado la euforia el aparato ha puesto la sinton¨ªa electoral a todo trapo. Mar¨ªa Asquerino y Fernando Guill¨¦n, dos viejas glorias del teatro, buscan colegas. Cuando piensan que est¨¢n solos, descubren a Teresa Rabal y Eduardo Rodrigo. Luego llegar¨ªa Ramonc¨ªn y, cuando ya todo estaba hecho, gente de m¨¢s calibre, como Octavio Paz o Garz¨®n.
Once a?os despu¨¦s, el presidente est¨¢ en la misma sala pero ya nada es igual. Felipe entra en olor de multitudes. Le sigue Carmen y cuando se sube al escenario descubre que detr¨¢s se ha colocado tambi¨¦n la banda de los tres. Felipe ha ganado las elecciones corriendo solo, derrochando el esfuerzo de una maraton, pero ahora el partido le acompa?a a recoger el fruto.
"El triunfo debe ser tomado exactamente como un mensaje de cambio sobre el cambio". El presidente est¨¢ contento, pero no puede sonreir. Ha ganado las elecciones m¨¢s dif¨ªciles de su vida y vive en la rotonda del Palace probablemente sus horas m¨¢s felices de los ¨²ltimos a?os. Fuera, un pu?ado de militantes con banderas vuelve a creer en los sue?os de 1982. Detr¨¢s, Alfonso Guerra sonr¨ªe.
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