?Qu¨¦ pasa en Alemania?
?PUEDE RECOMPONERSE el proyecto que hizo de Alemania el pa¨ªs m¨¢s poderoso, m¨¢s rico y m¨¢s liberal de Europa? Hay s¨ªntomas de que el tejido social germano se est¨¢ desintegrando, deshilachado por los vertiginosos acontecimientos producidos desde 198,9 y que parece incapaz de digerir. En noviembre de aquel a?o, la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn -gran s¨ªmbolo de la victoria de la libertad y de la ineficacia intr¨ªnseca del denominado socialismo real- consagr¨® un espejismo: cualquier dificultad futura ser¨ªa allanada por el entusiasmo de la nueva situaci¨®n... y por los millones de marcos que la maquinaria econ¨®mica germano occidental era capaz de aportar a cualquier proyecto; en este caso, a la superaci¨®n de los traumas del r¨¦gimen del Este y la consiguiente unificaci¨®n, por un lado, y a la continuaci¨®n de la construcci¨®n europea, por otro.A lo largo de casi medio siglo de comportamiento impecable, la Alemania de Bonn se hab¨ªa hecho perdonar el horror que el nazismo hab¨ªa sembrado en el mundo en los a?os de dominaci¨®n hitleriana. Y de 1945 a 1989 hab¨ªa triunfado sobre todas las cosas. Su econom¨ªa hab¨ªa logrado ser tan poderosa que se hab¨ªa convertido no s¨®lo en el motor de la Europa comunitaria, sino en lugar de acogimiento para trabajadores extranjeros que la maquinaria deglut¨ªa insaciablemente y para exiliados que la riqueza alemana permit¨ªa alimentar, inagotablemente.
Pero en esa misma afluencia se encontraba el germen de todas las miserias que se han agolpado de pronto. Alemania Occidental no estaba preparada para digerir sin esfuerzo a su hermana oriental; tampoco estaba preparada para hacer frente a la oleada de refugiados, no ya pol¨ªticos, sino econ¨®micos, que le proven¨ªan de la antigua Europa del Este (600.000 en 1992). Ambos problemas, combinados, le han causado tres grandes quebraderos de cabeza: una fort¨ªsima recesi¨®n econ¨®mica, la restricci¨®n d¨¦ la llegada de extranjeros y el estallido de una oleada de xenofobia que recuerda horrorosamente a los salvajes excesos del principio del nazismo.
De pronto, la m¨¢quina econ¨®mica ha dejado de funcionar: el Gobierno de Bonn ha reconocido que, en los tres primeros meses de 19931 el PIB ha decrecido en un 3,2%; el consumo ha. ca¨ªdo el l%; las exportaciones, en un 5,4%, y el paro ha crecido en casi 400.000 personas. Pero el peor indicador es, sin duda, el del d¨¦ficit presupuestario, que para 1993 se prev¨¦ que alcanzar¨¢ los 5,6 billones de pesetas. El Bundesbank -verdadero patr¨®n de la econom¨ªa alemana-no quiere rebajar m¨¢s los tipos de inter¨¦s hasta que el Gobierno controle el d¨¦ficit, lo que, a su vez, contribuir¨¢ a debilitar a¨²n m¨¢s la econom¨ªa. La salida de la crisis, tan importante para el resto de Europa, no se ve cercana. Adem¨¢s, la inestabilidad econ¨®mica alemana contribuye poderosamente a desestabilizar el proyecto de uni¨®n europea, cuando el. Tratado de Maastricht a¨²n debe ser ratificado en Bonn, y, curiosamente, no por el Gobierno, sino por el Tribunal Supremo de Karlsruhe.
Con todo, el problema que m¨¢s amenaza a la moral alemana es el de la xenofobia y su manifestaci¨®n m¨¢s siniestra, la renacida ideolog¨ªa nazi de grup¨²sculos que act¨²an cada vez m¨¢s concordadamente. La espantosa muerte de cinco turcas en Solingen a manos de asesinos adolescentes confirma esta marea radical, completada en estos d¨ªas con un atentado detr¨¢s de otro contra propiedades y haciendas de inmigrantes. Nace, como dijo el presidente Von Weizsacker, "de un clima engendrado por la extrema derecha". Y ser¨ªa una falacia achacar los incidentes que se producen con creciente frecuencia a los problemas muy reales que plantea, por otra parte, la situaci¨®n de las minor¨ªas extranjeras en Alemania y la hasta ahora irrestricta pol¨ªtica de acogimiento de asilados.
Es urgente que Alemania, ahora que ha restringido constitucionalmente el derecho de asilo (derecho que nadie le puede discutir), se encare con la inexcusable reforma de su legislaci¨®n de nacionalidad. Tambil5n es importante que el Gobierno haga gala del valor central de la solidaridad el enderezamiento de estos males no s¨®lo requiere eficacia, sino apoyo moral. Est¨¢ bien que el canciller Kohl estudie en su despacho medidas correctoras; hubiera estado mejor a¨²n que, dejando la frialdad objetiva para las tareas de gobierno, se hubiera personado en los entierros de los turcos asesinados demostrando la sensibilidad que otros pol¨ªticos han derrochado. S¨®lo as¨ª se acabar¨¢n de una vez las bolsas de minor¨ªas extranjeras desplazadas y dar¨¢ Alemania el ment¨ªs a las palabras de G¨¹nter Grass de que todos son "responsables de las repetidas explosiones de violencia racista".
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