Escandaloso fracaso de los Pablo Romero
Hubo que esperar hasta las diez y cuarto de la noche para ver c¨®mo un torero -Antonio Punta- era capaz de dar algunos muletazos de inter¨¦s a un noble inv¨¢lido. Hasta entonces, hab¨ªan transcurrido dos horas y 45 minutos de una corrida insufrible; hab¨ªan salido al ruedo nueve toros y se hab¨ªa confirmado un sonado fracaso de los Pablo Romero.Se roz¨® el esc¨¢ndalo en la Maestranza, pero el aut¨¦ntico esc¨¢ndalo p¨²blico fue comprobar el lamentable espect¨¢culo que protagoniz¨® la ganader¨ªa. Se sab¨ªa que los toros de Pablo Romero eran, por lo general, mansos. Lo que llam¨® la atenci¨®n, sin embargo, fue su manifiesta invalidez, su soser¨ªa a raudales,. su falta de casta. Devolvieron tres -todo un r¨¦cord en Sevilla-, pero todos pod¨ªan haber seguido el mismo camino.
Pablo Romero / Macandro, Castillo, Punta
Toros de Pablo Romero (tres devueltos por inv¨¢lidos), inv¨¢lidos y mansos. Sobreros: 1?, del mismo hierro, manso; 2? y 6?, de Gabriel Rojas, inv¨¢lidos y nobles.Macandro: dos medias contrarias y descabello (silencio); cinco pinchazos y cinco descabellos (silencio). Pedro Castillo: pinchazo, estocada baja y cinco descabellos (silencio); estocada baja (silencio). Antonio Manuel Punta: cuatro pinchazos (silencio); pinchazo y descabello (ovaci¨®n). Plaza de la Maestranza, 10 de junio. M¨¢s de media entrada.
Los toros rodaban por el albero, y los que lograban mantenerse en pie, derrochaban soser¨ªa. Los Pablo Romero mantienen la bella estampa de anta?o, pero no producen, ni siquiera, miedo. Los que salieron en Sevilla s¨®lo produc¨ªan l¨¢stima.
El primero fue devuelto porque manaba sangre por ambos pitones cuando sali¨® al ruedo. El, segundo se parti¨® una pata. Lo restantes eran inv¨¢lidos. Y todos, mansos de solemnidad. Los tres sobreros no fueron mejores. El primero no se cay¨®, pero era m¨¢s manso a¨²n y muy deslucido; los de Gabriel Rojas, inv¨¢lidos, pero noble el sexto. Este ¨²ltimo permiti¨® a Punta dar algunas series de cierto inter¨¦s. En el tercero, el torero estuvo tan soso como su openente.
Macandro se las vio con el toro m¨¢s dif¨ªcil -el primero-, y no luci¨® su arte, pero s¨ª su dignidad. Estuvo decidido y voluntarioso. El cuarto no ten¨ªa un pase. Castillo s¨®lo pudo destacar en banderillas, lo cual no era f¨¢cil. Con el inv¨¢lido de Rojas, aburri¨®. El quinto no embisti¨® ni una sola vez a la muleta.
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