La historia de Espa?a y las Ciencias de la Informaci¨®n
Aunque parezca un disparate, afirma el autor, los nuevos planes de estudio apuntan a la desaparici¨®n de la asignatura de Historia Contempor¨¢nea de Espa?a, en la Facultad de Ciencias de la Informaci¨®n de la Universidad Complutense. Se va a limitar su contenido al siglo XX, olvidando que para poder entender nuestro siglo es imprescindible un conocimiento b¨¢sico de los dos ciclos de la revoluci¨®n contempor¨¢nea (el liberal y el socialista), ninguno de los cuales se circunscribe a la actual centuria.
La c¨¢tedra de Historia Contempor¨¢nea de Espa?a -el departamento creado en torno a ella- fue, en los dif¨ªciles a?os setenta, uno de los pilares de sustentaci¨®n de la reci¨¦n creada Facultad de Ciencias de la Informaci¨®n, en la Universidad Complutense. Cosa perfectamente l¨®gica, porque si hay alguna asignatura, digamos cl¨¢sica, imprescindible para la formaci¨®n de un periodista en nuestro pa¨ªs, esa es, sin g¨¦nero de dudas, la historia reciente de Espa?a -yo dir¨ªa que tambi¨¦n la no reciente: todo depende de la amplitud o alcance que demos a lo reciente- De ella nace, en efecto, como continuaci¨®n y consecuencia, la current history; esto es, la que tiene a¨²n car¨¢cter de historia viva, tal como la registra, al correr de los d¨ªas, la prensa peri¨®dica: a¨²n en bruto, necesitada, para convertirse en texto editorial, de un an¨¢lisis basado en el contraste con las experiencias del pasado m¨¢s o menos pr¨®ximo.Pues bien, aunque parezca un disparate -realmente lo es-, los nuevos planes de estudio, listos ya para convertirse en ley, apuntan a la desaparici¨®n de esa asignatura -Historia Contempor¨¢nea de Espa?a- en el departamento del que fue eje y fundamento. Por una parte, se la ha reducido en sus cr¨¦ditos (para que me entienda el lector, le dir¨¦ que los cr¨¦ditos vienen a computar horas lectivas): los seis que siempre tuvo -tres horas semanales- se convertir¨¢n en cuatro -?dos horas ¨²nicas a la semana!- Por otra, y esto es mucho peor, se va a limitar su contenido: ahora se llamar¨¢ Historia de Espa?a en el Siglo XX.
Los patrocinadores de tan brillante idea olvidan -o ignoran- que para poder entender nuestro siglo es imprescindible un conocimiento b¨¢sico de los dos ciclos de la revoluci¨®n contempor¨¢nea (el liberal y el socialista), ninguno de los cuales se circunscribe a la centuria en que nos ha tocado vivir. Si el programa se atiene a ese r¨ªgido planteamiento secular, dejaremos fuera, incluso, el proceso que lleva a la crisis del 98, esencial para entender los regeneracionismos de la etapa mon¨¢rquica y de la etapa republicana. No es m¨¢s que un detalle.
Alguna vez he dicho que un pueblo es, esencialmente, su propia historia: en ella se ha, definido, ella le ha hecho tal como es. Con frase acertad¨ªsima se?alaba, no hace mucho, el ilustre maestro don Emilio Garc¨ªa G¨®mez que el espa?ol es un pueblo que no ha sabido digerir su historia. ?C¨®mo va a digerirla si no puede conocerla, o se le transmite convertida en t¨®picos! Es un hecho que el espa?ol medio lee cada vez menos; todo lo m¨¢s se asoma a alg¨²n peri¨®dico -por lo general, para informarse de las noticias deportivas-, y, desde luego, se traga los programas de la televisi¨®n. Imag¨ªnese lo que prensa y televisi¨®n ir¨¢n dando de s¨ª a medida que se exterioricen los estragos de una formaci¨®n universitaria tan deficiente como la que suministran a gacetilleros y a locutores sus facultades.
El mal no ser¨ªa tan grave si en la llamada Ense?anza Media se reservase un espacio m¨ªnimamente suficiente para suplir lo que luego queda marginado en la Universidad; pero no es as¨ª. Apenas se saluda la historia de Espa?a en nuestro bachillerato; queda subsumida en unas nociones de historia universal. El espa?ol que en el porvenir culmine sus estudios superiores en las Facultades de Ciencias de la Informaci¨®n, seguir¨¢ sin conocer la historia de su pa¨ªs; ni siquiera la historia contempor¨¢nea.ConsecuenciasSon de suponer las consecuencias que ello tendr¨¢ en los medios de comunicaci¨®n social. (Lo curioso es que cuando se tuvo noticia de que en la Facultad de Barcelona se iba a prescindir de la Historia de Espa?a, en Madrid pusieron el grito en el cielo. Para ser un poco consecuentes con tan digna actitud, cab¨ªa esperar que no se siguiese el ejemplo, al menos en la Complutense. Lo que se ha hecho, absurdamente, es imitarlo).
Y lo m¨¢s triste es que a ello ha contribuido un c¨²mulo de intereses creados en el mismo departamento de Historia -ahora se llama, cierto es, de Historia de la Comunicaci¨®n Social- Los estudiantes que, formados en la Facultad, han optado -arrim¨¢ndose a este o aquel catedr¨¢tico- por labrar su porvenir como profesores, vali¨¦ndose de la lamentable endogamia que ahora prevalece en los departamentos de nuestras universidades, se han adscrito, l¨®gicamente, a la ¨²nica rama de Historia que pod¨ªa brindarles horizonte propio: la historia del periodismo, espa?ol o universal (este ¨²ltimo, m¨¢s bien reducido a la historia de las agencias informativas). Lo normal -lo correcto- hubiera sido que las ramas y el tronco conviviesen arm¨®nicamente.
Pero desde el principio se tendi¨® a hacer de la necesidad virtud: esto es, a convertir lo secundario en esencial -en ¨²ltimo t¨¦rmino, se inventaron nuevas ramas, o ramitas, a la medida de los aspirantes a c¨¢tedra: Historia de la Publicidad, Historia de la Propaganda...- Y la composici¨®n de lugar era muy clara: hab¨ªa que convertir la rama en tronco, y viceversa, para que los cr¨¦ditos a repartir -o las asignaturas, en definitiva- quedasen en las ¨¢vidas manos de los reci¨¦n llegados.
El provecho de los alumnos y el prestigio de la Facultad son lo menos, por lo visto.
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