Luz del Norte
Dos arquitectos y artistas totales, el finland¨¦s Alvar Aalto y el dan¨¦s Arne Jacobsen, coinciden en Espa?a en dos exposiciones itinerantes. Sus objetos y edificios combinan la modernidad elegante y una tradici¨®n refinada.
Sendas exposiciones dedicadas a dos maestros n¨®rdicos recorren Espa?a: en Barcelona (Colegio de Arquitectos, hasta el 8 de agosto) se encuentra ahora la de Alvar Aalto, que ha estado ya en Sevilla y Valencia, y en Madrid (Galer¨ªa del Ministerio de Obras P¨²blicas y Transportes, hasta el 18 de julio), la de Ame Jacobsen, que viajar¨¢ despu¨¦s a Sevilla y Barcelona.Casi exactamente coet¨¢neos, el finland¨¦s Alvar Aalto (1898-1976) y el dan¨¦s Ame Jacobsen (1902-1971) est¨¢n entre los m¨¢s grandes arquitectos de este siglo. Artistas totales, el pintor y escultor Aalto y el acuarelista y dibujante Jacobsen dise?aron tambi¨¦n muebles, l¨¢mparas, textiles y menaje de extraordinaria y continuada aceptaci¨®n: los taburetes, carritos y ceniceros de Aalto, lo mismo que las sillas, la grifer¨ªa y los cubiertos de Jacobsen siguen todav¨ªa en producci¨®n. Aunque es probable que el lector no conozca directamente sus edificios, resulta casi imposible que en alguna ocasi¨®n no haya usado sus dise?os. Y si visita cualquiera de las dos muestras itinerantes que recogen la obra de los maestros escandinavos es seguro que se tropezar¨¢ con un sill¨®n de madera laminada o un tenedor de acero inoxidable que destellar¨¢ un gui?o seguro de reconocimiento.
La popularidad tenaz de sus objetos proviene de la misma fuente que la influencia persistente de sus edificios: una combinaci¨®n de modernidad elegante y tradici¨®n refinada, construida con materiales naturales y acabados exquisitos, que se ha convertido, desde los a?os cincuenta, en el signo distintivo del dise?o escandinavo. En los jarrones de vidrio soplado y las butacas de abedul de Aalto o en las cuberter¨ªas met¨¢licas y los papeles estampados de Jacobsen existe la misma intensidad l¨ªrica y sobria que en sus interiores dom¨¦sticos o en sus espacios p¨²blicos.
Desde luego, el t¨¦rmino dise?ador ha adquirido durante los a?os ochenta un tan n¨ªtido matiz peyorativo que resulta inoportuno atribuirlo a un arquitecto de rigor minimalista y exactitud extrema, como Jacobsen, o a un creador de la talla de Aalto, uno de los pocos innovadores genuinos de nuestra ¨¦poca. Pero la asociaci¨®n contempor¨¢nea del dise?o con la provocaci¨®n gratuita y la persecuci¨®n fatigosa de la novedad m¨¢s vacua no debe hacer olvidar que en otro tiempo fue un instrumento de renovaci¨®n formal y el veh¨ªculo de una utop¨ªa social: la belleza utilitaria y democr¨¢tica.
La grandeza del dise?o escandinavo reside seguramente en su asociaci¨®n con la reconstrucci¨®n de posguerra de los pa¨ªses n¨®rdicos y la conformaci¨®n en ellos de una cultura pol¨ªtica y est¨¦tica socialdem¨®crata. Sin duda, lo escandinavo fue tambi¨¦n una moda ef¨ªmera, esa que William Curtis describi¨® jocosamente como asociada a las ensaladeras ovoidales de madera y a las barandillas org¨¢nicas curvil¨ªneas; pero el dise?o escandinavo fue sobre todo la expresi¨®n en el mundo de los objetos de la naciente sociedad del bienestar.
Ese bienestar, que se quer¨ªa f¨ªsico y espiritual, se manifest¨® en el terreno material a trav¨¦s de la belleza cotidiana lograda con la combinaci¨®n de la producci¨®n industrial con la calidad artesana, que dio al dise?o escandinavo su m¨¢gico ensamble de lo mec¨¢nico con lo org¨¢nico, y en el terreno ideol¨®gico y emocional, a trav¨¦s de la fusi¨®n de las formas abstractas internacionales del funcionalismo con las im¨¢genes vern¨¢culas producidas por el paisaje, el clima y las tradiciones locales.
Identidad
Finlandia y Dinamarca, dos pa¨ªses peque?os con vecinos grandes, construyeron su identidad sobre una afirmaci¨®n de su diferencia testaruda y desigual; el nacionalismo rom¨¢ntico en Finlandia o la fabricaci¨®n de una democracia industrial igualitaria, y tolerante en Dinamarca fueron, adem¨¢s de episodios caracter¨ªsticos, rasgos singulares de su conformaci¨®n espiritual colectiva. El Alvar Aalto que estuvo detenido en las c¨¢rceles zaristas y el Ame Jacobsen que huy¨® a Suecia durante la ocupaci¨®n nazi conservaron siempre viva una saludable desconfianza frente a sus poderosos vecinos, y en eso compartieron la idiosincrasia escandinava.Su enriquecimiento del lenguaje elemental de la primera generaci¨®n de arquitectos modernos -que a finales de los a?os veinte construyeron en Francia, en Holanda, en Alemania o en Rusia los edificios pioneros de la revoluci¨®n art¨ªstica de nuestro siglo- se manifestar¨ªa inicialmente a mediados de los a?os treinta. Los pa¨ªses escandinavos realizaron por entonces una revisi¨®n radical de los principios modernos, cuya abstracci¨®n cubista y maquinal dio paso a un funcionalismo m¨¢s pintoresco y rom¨¢ntico, con composiciones irregulares, cubiertas inclinadas y materiales naturales.
En esa recuperaci¨®n de la construcci¨®n tradicional para el acervo moderno, tanto Aalto como Jacobsen fueron deudores del arquitecto sueco Eric Gunnar Asplund (1885-1940), su amigo y maestro, cuya obra mantuvo un equilibrio sutil entre clasicismo, modernidad y contexto, y cuya exposici¨®n de Estocolmo en 1931 supuso de hecho el punto de arranque de la renovaci¨®n arquitect¨®nica escandinava; una renovaci¨®n en la que le acompa?¨®, de forma menos visible y m¨¢s secreta, su compatriota Sigurd Lewerentz (1885-1975).
Con todo, el momento m¨¢s influyente de la arquitectura n¨®rdica coincidi¨® con la reconstrucci¨®n de posguerra en los a?os cincuenta, cuando la fatiga con la esterilidad an¨®nima y burocr¨¢tica del estilo internacional hizo volver la mirada hacia esos peque?os pa¨ªses que aseguraban su identidad a trav¨¦s de la exaltaci¨®n deliberada de sus tradiciones vern¨¢culas. Un movimiento, por entonces muy extendido, que un amigo de Alvar Aalto, el cr¨ªtico e historiador Sigfried Giedion, design¨® con el t¨¦rmino de nuevo regionalismo.
Nuevo regionalismo
De manera caracter¨ªstica, este nuevo regionalismo se expres¨® en Finlandia a trav¨¦s de la obra personal y org¨¢nica de Aalto, admirablemente adaptada al clima y al paisaje n¨®rdico a trav¨¦s de sus composiciones pintorescas, sus formas sinuosas y de abanico, su riqueza de texturas de ladrillo y madera y su utilizaci¨®n magistral de la escasa luz natural de las latitudes septentrionales. El talento pl¨¢stico insuperable de Aalto y su resonancia con una sociedad que le convirti¨® en un s¨ªmbolo nacional, como ocurri¨® con el compositor Sibelius, hicieron del arquitecto un mito vivo.En contraste con ello, el cosmopolitismo avanzado y democr¨¢tico de la sociedad danesa se expres¨® admirablemente a trav¨¦s del minimalismo escueto y parco de Jacobsen, que import¨® los modelos reiterativos y refinados del Mies van der Rohe americano, y enriqueci¨® esas geometr¨ªas abstractas con la calidad impecable de los acabados artesanales, el dise?o minucioso de los espacios y la rara precisi¨®n de los colores y las proporciones. De la forma global a los detalles de los r¨®tulos, las tapicer¨ªas o las l¨¢mparas, todo en la obra de Jacobsen transmite una voluntad de depuraci¨®n, no exenta de cierto helado manierismo, que refleja la naturaleza igualitaria y exigente del mundo escandinavo.
Es una iron¨ªa de la historia el que Aalto y Jacobsen construyeran por primera vez juntos en Berl¨ªn. Sobre dos solares pr¨®ximos, en los terrenos del Hansaviertel donde se desarroll¨® la Exposici¨®n Interbau de 1957, los dos n¨®rdicos levantaron sendos proyectos de viviendas; m¨¢s tarde, durante los pr¨®speros a?os sesenta, los alemanes requerir¨ªan con frecuencia su intervenci¨®n para diferentes realizaciones en el territorio germano occidental. Ambos arquitectos, que hab¨ªan simbolizado la resistencia de los peque?os pa¨ªses escandinavos a la homogeneizaci¨®n y a la disoluci¨®n dentro de los grandes conglomerados europeos, prestar¨ªan as¨ª parad¨®jicamente su auxilio a la normalizaci¨®n pol¨ªtica y simb¨®lica de la gran potencia perdedora de la guerra.
Tras la desaparici¨®n de ambos en los a?os setenta, su influencia se debilit¨® considerablemente; en la ¨²ltima d¨¦cada, ni el organicismo de Aalto ni el minimalismo de Jacobsen encontraron buen acomodo con el clima historicista imperante. Ninguno de los dos fue celebrado -como lo hab¨ªa sido Asplund- con una exposici¨®n monogr¨¢fica en esa bolsa de valores est¨¦ticos que es el Museo de Arte Moderno de Nueva York, y la estatura gigantesca de Aalto, que dif¨ªcilmente pod¨ªa disimularse, se intent¨® ahormar dentro de la equ¨ªvoca tradici¨®n del clasicismo n¨®rdico.
La recuperaci¨®n que hoy apuntan las exposiciones itinerantes ser¨¢, desde luego, bienvenida. Al cambio de clima pol¨ªtico y social que hace m¨¢s veros¨ªmiles estos retornos se a¨²na la proximidad en el tiempo de sus respectivos centenarios, que tendr¨¢n lugar en la pr¨®xima d¨¦cada. As¨ª que, sea por sus propios m¨¦ritos, sea por nuestra compulsiva necesidad conmemorativa, parece que los maestros escandinavos regresan en los noventa. No es una mala noticia. La luz de Oriente vendr¨¢ del Norte.
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