Besos en el pasillo de los museos
Turistas extranjeros, ejecutivos trajeados, copistas de arte, madrile?os absortos... recorren la arteria central
De norte a sur, de sur a norte, recorre Madrid una arteria que luce tulipanes y c¨¦sped verde en primavera. Eso s¨ª, hay agua suficiente, claro. Naturaleza en el centro y edificios monumentales y ultramodernos a los lados. Paseo del Prado, paseo de Recoletos, paseo de la Castellana. Se trata de un trayecto obligatorio para el turista. Un autob¨²s perfecto para disfrutar de la espl¨¦ndida arquitectura de esta larga avenida madrile?a es el 27. Aunque esta vez el viajero deber¨ªa tomarse su tiempo y hacer varias paradas. Los museos que jalonan el camino as¨ª lo exigen.El 27 nace en la glorieta de Embajadores y termina en la plaza de Castilla. El viajero podr¨ªa comenzar una soleada ma?ana con un paseo por el Jard¨ªn Bot¨¢nico, en el paseo del Prado. Juan de Villanueva lo construy¨® entre 1779 y 1781 con una l¨ªnea depurada y elegante. Forma parte del conjunto de edificios relacionados con la ciencia creados por Carlos III en el Sal¨®n del Prado. El jard¨ªn se organiza en tres terrazas, y alberga, seg¨²n datos de 1987, 330 especies de ¨¢rboles y 773 arbustos, en la zona abierta al p¨²blico. Unos 20 jardineros se encargan de cuidar este para¨ªso. No cierra a mediod¨ªa y entrar s¨®lo cuesta 20 duros; no hay excusa posible.
Junto al frescor de las plantas, la magnificencia de la pinacoteca del Museo del Prado, tambi¨¦n obra de Villanueva (1785-1811). En un principio fue creado para albergar la Academia de las Ciencias, y se inaugura como pinacoteca en 1819. El Museo del Prado tiene un fondo de m¨¢s de 7.600 pinturas, aunque en las dos plantas del edificio s¨®lo est¨¢n expuestas 1.112 obras, desde el siglo XII al XVIII, distribuidas por escuelas. A primera hora suelen bajarse del autob¨²s artistas con grandes carpetas bajo el brazo. Seguramente pasar¨¢n el d¨ªa ante una de las pinturas de los maestros intentando copiar e incluso transformar las im¨¢genes enteladas.
El trayecto del 27 hace que muchos de sus viajeros sean extranjeros. Se trasladan tranquilamente conversando en su idioma y ojeando prospectos de la pr¨®xima visita. En su modo de estar sentados en los asientos y en el relajo de sus rostros se ve reflejada la paz de unas buenas vacaciones. No hay prisas por llegar, ni maletines con documentos o libros de estudio. "Did you sleep well last night?" ("?Dormiste bien anoche?"), pregunta con algo de retraso a las cuatro de la tarde un turista brit¨¢nico muy p¨¢lido a su pareja femenina.
El Museo Thyssen, en el palacio de Villahermosa, es la adquisici¨®n m¨¢s reciente de este periplo. Son 700 cuadros que llegaron a Espa?a en 1991. Todav¨ªa hay colas para entrar, aunque a las horas del mediod¨ªa se despeja el ambiente. Por la tarde, a partir de las cinco, comienzan a llegar colegiales y padres con hijos. Para el viajero del 27 es la hora de la recogida.
El d¨ªa es largo y el camino est¨¢ sembrado de historia. Y de lujo: el que ponen los hoteles Ritz, Palace, Miguel ?ngel, Luz Palacio...
Dos j¨®venes en los asientos de delante se acoplan el uno al otro perfectamente. Se besan cada medio minuto y para ellos la Castellana pasa como en un sue?o. La entrega de su amor disculpa que ni siquiera echen un vistazo a la fuente de Cibeles, el edificio de Correos o, m¨¢s adelante, las torres de Col¨®n -con su parte superior que se asemeja a un enchuf¨¦- y la plaza del Descubrimiento.
Junto a los jardines de Col¨®n, el viajero puede contemplar un magn¨ªfico edificio construido entre 1865 y 1892, de estilo neogriego, que alberga la Biblioteca Nacional y, en su parte posterior, el Museo Arqueol¨®gico. Una parada no har¨¢ posible ver la Biblioteca m¨¢s que por fuera, ya que su entrada se encuentra restringida, desde diciembre de 1992, a personas que hayan emprendido alg¨²n trabajo de investigaci¨®n y as¨ª lo acrediten. Sin embargo, con un peque?o rodeo, entrando por la calle de Serrano, no hay que dejar pasar el Arqueol¨®gico.
En verano, el bulevar se llena de terrazas, abarrotadas de p¨²blico en la c¨¢lida y agradecida noche madrile?a. El ¨¦xito de estos bares al aire libre, que hacen pensar que el mar est¨¢ cerca, ha hecho que a ese recorrido de copas se le denomine Costa Castellana. Es imposible eludir una parada id¨®nea para el caf¨¦ de media tarde o media ma?ana: el caf¨¦ Gij¨®n, famoso por sus tertulias literarias de anta?o, que no ha perdido el sabor de entonces.
Arquitectura moderna
El trayecto del 27 se va modernizando arquitect¨®nicamente a medida que se acerca a Nuevos Ministerios. Despu¨¦s de ellos se alza, alta y majestuosa, blanca y l¨ªmpida, la Torre Picasso, un edificio de oficinas de 43 plantas, con un restaurante panor¨¢mico en el ¨²ltimo piso y una heliestaci¨®n en la azotea. Se termin¨® de construir en 1989 y desde entonces forma parte de la silueta de Madrid que puede contemplarse con toda claridad desde la sierra norte.La Castellana es donde est¨¢ ubicado el estadio de uno de los tres equipos de la capital, el Real Madrid. El Santiago Bernab¨¦u ocupa una manzana privilegiada. Cuando juega el conjunto titular, los bordes de los dos bulevares de este tramo de la Castellana se llenan de autocares con los hinchas del equipo blanco.
Es en esta parte del trayecto donde los viajeros van trajeados y con corbata, y ellas llevan conjuntos de firma. Unos y otras portan un malet¨ªn y uno o dos peri¨®dicos bajo el brazo. El Madrid de los negocios se sube al 27. Sin embargo, al turista de bonob¨²s, bien acomodado junto a la ventanilla, lo que m¨¢s le interesa, llegando al final del trayecto, de la arteria que recorre Madrid, son dos torres inclinadas a¨²n a medio construir. En la plaza de Castilla, las torres de KIO suben hasta casi unirse y parecen una esperanza ante el edificio de los juzgados.
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