El Madrid se quita el estigma de perdedor
El equipo de Floro logr¨® ante el Zaragoza su primer t¨ªtulo despu¨¦s de tres a?os de sequ¨ªa
![Santiago Segurola](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2Fe505581b-3596-4161-bc77-1816c8c68bf7.png?auth=d22627484165dfcb062103e8d1fdebeb92a54c13220f4fd6553111e786e168fa&width=100&height=100&smart=true)
Cerca de las 11 de la noche, Sanchis subi¨® los pelda?os del triunfo. El Madrid acababa de cerrar la larga noche de frustraciones, un viaje constante y est¨¦ril a las puertas del cielo. Sanchis tom¨® la Copa y la exhibi¨® orgulloso a su hinchada., Era el s¨ªmbolo que desacreditaba la condici¨®n de eternos perdedores, una etiqueta reciente y casi inexplicable para un equipo que ha vivido casi siempre instalado en la victoria. La Copa era. suya. La hab¨ªa ganado en un partido bravo, frente a un equipo bien armado y generoso. El Zaragoza puso lo mismo que el Madrid para conquistar el partido, pero le falt¨® entereza en el ¨¢rea. Frente a Buyo, el Zaragoza fue un equipo indulgente. Ante Cedr¨²n, el Madrid no perdon¨®.La final sali¨® movida desde el principio, con la indefinici¨®n de los partidos sin due?o. As¨ª hasta la media hora. La sociedad Michel-Butrague?o acab¨® con las especulaciones. Estaba el partido dividido y bastante viajado." El Zaragoza hab¨ªa explotado el pobre manejo de la pelota de los defensas madridistas y se hab¨ªa sacado algunas llegadas meritor¨ªas. El Madrid funcionaba con corriente alterna.
Cuando Milla tomaba mando en plazo, el bal¨®n sal¨ªa limpio, con esa pulcritud que invita al buen juego. Pero el ataque madridista ten¨ªa problemas. Butrague?o recib¨ªa. de espaldas y se iba al suelo: no ten¨ªa un metro de libertad. Y Michel esperaba en vano en su calle. El Madrid viraba a la izquierda, donde Villarroya tocaba el bombo y el viol¨ªn. Su glotoner¨ªa, esa especie de condici¨®n imantada que tiene con la pelota, procuraba los mayores sustos al Zaragoza. Villarroya llegaba, unas, veces para nada y muchas otras veces para provocar una extraordinaria tensi¨®n en el ¨¢rea de Cedr¨²n. As¨ª es este hombre, que ayer vivi¨® una noche memorable con la casaca blanca.
El Zaragoza se gan¨® el derecho a la primera oportunidad tras una defectuosa maniobra defensiva del Madrid. La pelota entr¨® entre dos defensas para Belsu¨¦, que recogi¨® en el pico del ¨¢rea y vio a todos los madridistas fuera de sitio. Tir¨® el centro y all¨ª estaban solos Poyet y Moises. El cabezazo de Poyet tuvo estilo, con las suertes marcadas y todo eso. Pero la pelota se fue junto al palo izquierdo de Buyo, sacando punta a la madera. El Zaragoza dej¨® medio partido en ese remate, porque lo siguiente fue la peque?a joya que fabricaron Michel y Butrague?o.
Apareci¨® Villarroya con ese aire urgente que pone en todas sus carreras, con media cancha para galopar. All¨¢ fue. Desde la raya izquierda del ¨¢rea, levant¨® la pelota al segundo palo, donde vino Michel con un toque lleno de sutileza y precisi¨®n. Al primer toque, por supuesto. El leve giro del pie sirvi¨® para cambiar completamente la direcci¨®n del bal¨®n, al coraz¨®n del ¨¢rea, donde el buitre vol¨® de verdad. De cabeza y en plancha, Butrague?o marc¨® el gol ganador.
El Zaragoza, con vida
El Madrid contrat¨® el partido en exclusiva durante los diez minutos siguientes. Butrague?o entr¨® en trance y Michel se agenci¨® la pelota en aquellos momentos. Pero dej¨® la faena sin terminar y estuvo muy cerca de complicarse la vida. Alfonso midi¨® mal un mano a mano con Cedr¨²n y tir¨® el bal¨®n al travesa?o. El partido no terminaba de virar a blanco. El Zaragoza todav¨ªa ten¨ªa vida en Mestalla.
La respuesta del Zaragoza tuvo una gran altura en el comienzo de la segunda parte. Domin¨® el juego y busc¨® las cosquillas al Madrid por la banda derecha, donde Belsu¨¦ entraba con la piqueta. En el medio campo, Garc¨ªa Sanju¨¢n desment¨ªa su fama de futbolista irrelevante y tiraba de su equipo con un coraje enorme.
El Zaragoza hab¨ªa puesto todos los medios para levantar el resultado. Recuperaba pro7nto la pelota, la manejaba con soltura y llegaba al ¨¢rea. Pero fue un equipo sin instinto matador. Tuvo la ingenuidad de los primerizos, de los equipos que llevan la derrota escrita por encima de todos los m¨¦ritos. Es un estigma que a veces se advierte en las primeras jugadas. Aquel remate de Poyet, el balonazo al cuerpo de Buyo en la irrupci¨®n de Bels¨²e, y el t¨ªmido cabezazo de Mois¨¦s. Todo ese traj¨ªn infructuoso s¨®lo pod¨ªa significar que el Zaragoza nunca podr¨ªa ganar el partido.V¨ªas de agua
Los jugadores acabaron por aceptarlo. La contundencia de su presi¨®n se perdi¨® poco a poco. El Madrid hab¨ªa aguantado el chaparr¨®n en su ¨¢rea, entre dificultades, pero cada vez m¨¢s convencido de su victoria. El equipo no hab¨ªa funcionado en el primer trecho de la segunda parte. La pelota no era suya y la mayor parte del trabajo consist¨ªa en cerrar las v¨ªas de agua.
Pero el gol de Butrague?o era un tesoro. Traspasado el meridiano de la segunda parte, el partido tom¨® otro aire. El Zaragoza ten¨ªa el deseo, pero comenzaban a faltarle los recursos. Y el Madrid ten¨ªa el contragolpe y los espacios. El gol era m¨¢s posible en la- porter¨ªa de Cedr¨²n que en la Buyo. Lo certific¨® el tanto de Lasa.
Con la defensa un poco desgastada, el Zaragoza permiti¨® que Butrague?o tomara la pelota donde m¨¢s duele, entre las l¨ªneas defensivas. Desde all¨ª, intuy¨® la progresi¨®n de Lasa. El pase midi¨® por igual la distancia, la velocidad del defensa y la reacci¨®n de la defensa para tirar el fuera de juego. Corri¨® la pelota entre dos defensores y lleg¨® libre para Lasa, que salv¨® la salida de Cedr¨²n con mucha propiedad: el amago, el recorte hacia dentro y el pase a la red con la pierna de madera, la derecha. Un gol espl¨¦ndido que puso el sell¨® a la final.
La Copa era del Madrid. La felicidad, tambi¨¦n. Tres a?os hac¨ªa que el equipo no disfrutaba de un momento semejante. Despu¨¦s de tantos viajes a ninguna parte, despu¨¦s de tantas alegr¨ªas frustradas, el Madrid se quit¨® en Mestalla su estigma de hermoso perdedor.
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