Renovaci¨®n socialista
LA OFENSIVA lanzada por Felipe Gonz¨¢lez en el interior del Partido Socialista Obrero Espa?ol (PSOE) suscita reflexiones muy significativas. Por una parte, revela cierta improvisaci¨®n: el resultado de las votaciones en la comisi¨®n ejcutiva del PSOE y en el grupo parlamentario socialista y la composici¨®n de los dos bloques en que se dividi¨® la direcci¨®n socialista (sobre todo en la primera reuni¨®n) demuestran que Gonz¨¢lez pudo perder, lo que habr¨ªa tenido graves consecuencias para la gobernabilidad del pa¨ªs apenas 20 d¨ªas despu¨¦s de unas elecciones. Y tambi¨¦n ha servido para saber de un modo n¨ªtido d¨®nde est¨¢ la mayor¨ªa del partido.Pero la ofensiva a favor de la candidatura de Carlos Solchaga revela sobre todo una decisi¨®n y una firmeza que se han echado en falta en otras ocasiones,y ello resulta esperanzador en orden al prop¨®sito de regeneraci¨®n de la vida p¨²blica contenido en la promesa electoral del nuevo impulso democr¨¢tico. El balance definitivo depender¨¢ de si Gonz¨¢lez es capaz de utilizar el reforzamiento de su liderazgo producido en las ¨²ltimas elecciones para impulsar, en el marco del pr¨®ximo congreso del partido, un modelo de formaci¨®n pol¨ªtica diferente al que naufrag¨® definitivamente el viernes pasado en la madrile?a calle de Ferraz.
Carlos Solchaga es un pol¨ªtico -no un tecn¨®crata, como pretenden sus enernigos- de indudable val¨ªa y uno de los m¨¢s brillantes parlamentarios del PSOE. Su decisi¨®n de continuar en la vida pol¨ªtica una vez que ha dejado la titularidad del Ministerio de Econom¨ªa y Hacienda muestra la maledicencia de quienes aventuraron su segura vuelta al sector econ¨®mico privado "a ganar dinero". Es adem¨¢s el principal exponente en el seno de ese partido de uno de los componentes esenciales, el social-liberal, de cualquier pol¨ªtica socialdem¨®crata moderna. Ese componente ha resultado decisivo en la pol¨ªtica desarrollada por el Gobierno socialista desde 1982, pese a lo cual Solchaga fracas¨¦ en su intento de ser incluido en la direcci¨®n ejecutiva del partido en el 320 Congreso, del PSOE, en 1990. Ahora se, integrar¨¢ en esa direcci¨®n, con voz pero sin voto, en su condici¨®n de presidente y portavoz del grupo parlamentario.
,Al poner toda su autoridad en defensa de la candidatura de Solchaga, Gonz¨¢lez ha hecho algo que se abstuvo de intentar hace tres a?os. No pod¨ªa ignorar que su empe?o iba a ser interpretado como una provocaci¨®n por el aparato guerrista. No tanto por las ideas pol¨ªticas o caracter¨ªsticas psicol¨®gicas de Solchaga como por el hecho de que su nombramiento para ese cargo significa quebrar el principio que atribu¨ªa al aparato el control del grupo parlamentario: ese control, derivado del mantenido sobre el proceso de elaboraci¨®n de las listas electorales, ha venido siendo, desde la salida de Alfonso Guerra del Gobierno, la principal fuente de poder del guerrismo. El nombramiento de Solchaga significa acabar con el derecho de veto de que ha disfrutado el vicesecretario general del partido en ese terreno. As¨ª pues, Gonz¨¢lez ha respaldado al candidato m¨¢s alejado del aparato para el puesto m¨¢s representativo del poder guerrista: el desafio no pod¨ªa ser mayor.
La inestabilidad que ese desafio introduce en el PSOE deriva de que, por una parte, ha sido en primer lugar Gonz¨¢lez, y no el aparato socialista, quien ha ganado las elecciones (y precisamente gracias a un compromiso de renovaci¨®n del partido); pero, por otra, fue Guerra, s¨ªmbolo de la resistencia a esa renovaci¨®n, quien gan¨® el ¨²ltimo congreso socialista. Lo primero ha concedido al secretario general un poder todav¨ªa mayor del que pose¨ªa. Lo segundo indica que la situaci¨®n seguir¨¢ siendo inestable mientras que un congreso democr¨¢tico y con plenas garant¨ªas para las posiciones minoritarias no institucionalice unas nuevas relaciones internas de poder.
Lo deseable ser¨ªa que Gonz¨¢lez utilizase ese poder excepcional para desbloquear, con vistas al 33? congreso, las situaciones de hecho que en estos ¨²ltimos a?os han dificultado la apertura de su partido a la sociedad. Esa apertura, objetivo proclamado e incumplido de los dos ¨²ltimos congreso s, es el ¨²nico sentido posible de la consigna de renovaci¨®n. Y s¨®lo el tiempo dir¨¢ si el traslado de Solchaga es un paso en esa direcci¨®n.
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