Profec¨ªas
Desde hace a?os se viene repitiendo la ¨²ltima profec¨ªa: ?ste ser¨¢ el ¨²ltimo verano feliz. Mientras mil millones de chinos se afanan como hormigas confeccionando nuestros calzoncillos por 300 pesetas al mes y las esclavas del Senegal cosen en silencio para Dior y Armani los vestidos de alta costura que brillar¨¢n en los escaparates la pr¨®xima temporada, los occidentales nos disponemos a vivir la pr¨®rroga que nos conceden los profetas. ?ste ser¨¢ el ¨²ltimo verano en que se nos va a permitir bailar el mambo sobre la tabla del naufragio, antes de hundirnos por completo, seg¨²n anuncian los agoreros; pero, sin duda, usted se sorprender¨¢ agradablemente cuando se vea vivo una vez m¨¢s al llegar el oto?o, aunque s¨®lo sea para contemplar c¨®mo esa hamburguesa humana que atiende con el nombre de Clinton vuelve a bombardear a unos inocentes en Bagdad para que el Pent¨¢gono no crea que es un maric¨®n ni un desertor del Vietnam. ?Es posible que un senor sonrosado que toca el saxof¨®n y ama el jazz sea capaz de decidir una matanza indiscriminada s¨®lo movido por la venganza? No se muera usted, no haga caso a los profetas. Hay que sobrevivir para denunciar este escarnio, ya que los aliados, gracias a su ruina moral, no ser¨¢n capaces de hacerlo nunca. Es igualmente obligatorio permanecer a salvo para llenarse de espanto viendo que el antiguo orgullo planetario de los sovi¨¦ticos ha terminado en unas levas de mujeres adquiridas en las calles de Mosc¨² por nuestros proxenetas para abaratar la carne de los prost¨ªbulos occidentales. Claman los profetas con voz llena de halitosis: todo lo que no es perfecto debe ser aniquilado. Es necesario sobrevivir a estos malos presagios. ?ste tampoco ser¨¢ el ¨²ltimo verano feliz. Mientras usted se ba?a en las playas, millones de esclavos estar¨¢n bordando sus pr¨®ximos calzoncillos en un lugar apartado del planeta, y ninguna c¨®lera va a restar fuerza a la vida. Pero este verano no ser¨¢ el ¨²ltimo, siempre que usted se convierta en un resistente contra su propio des¨¢nimo.
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