Las cosas en su sitio
A ra¨ªz de una acusaci¨®n infundada -infundada e infundable- se aludi¨® a una carta de Jos¨¦ Bergam¨ªn y Rafael Alberti como dando a entender que conten¨ªa frases entonces terribles y hoy muy perjudiciales para sus firmantes. Pues bien, justamente sucede al contrario, y por eso, como pasa el tiempo, pero las calumnias quedan, parece oportuno rescatarla y recordar su contexto.El desencadenante del conflicto que luego desembocar¨ªa en la misma debe buscarse, a mi entender, en un primer manifiesto de la Alianza de Escritores para la Defensa de la Cultura y en el breve comunicado afin que al tiempo suscribi¨® un grupo de intelectuales independientes, ambos textos publicados por el diario Claridad, de la UGT, el ¨²ltimo d¨ªa de julio de 1936.
En los dos escritos de marras, solidarios con la lucha del pueblo y con su Gobierno del Frente Popular, pueden apreciarse,, debe reconocerse, ciertos afanes autoprotectores por parte de alguno o algunos de sus signatarios, que en medio de tama?a tempestad distar¨ªan bastante de tenerlas todas consigo. Ret¨¦ngase, por ejemplo, que en la relaci¨®n de nombres que avalaron el escrito de la Alianza se encuentra el de Ram¨®n G¨®mez de la 53erna y los de varios j¨®venes colaboradores de la Revista de Occidente, m¨¢s el de un poeta que acababa de rechazar la invitaci¨®n expresa para colaborar en el n¨²mero monogr¨¢fico en homenaje a la Uni¨®n Sovi¨¦tica de una revista comprometida; mientras el segundo, nada m¨¢s y nada menos, presentaba, entre otras, las de Gregorio Mara?¨®n, Rani¨®n P¨¦rez de Ayala y Ortega y Gasset.
Sin faltar a la verdad, aunque simplificando, cabe referirse a dos tipos de comportamiento en el grupo de los escritores de probada trayectoria antifascista: los liberales, para calificarlos con el t¨¦rmino que sus contrarios usaron pretendiendo ponerlos en solfa, agrupados en la Alianza; y el sector, en este pa¨ªs -por desgracia- siempre presente, de los doctrinos irreductibles, persuadidos los talles de que sonaba la hora del milenio proletarizante y, en tr¨¢gica consecuencia, dispuesto a imponer la rajatabla de sus particulares inquisiciones.
En esa l¨ªnea, adalid convicto y confeso de la misma, el cr¨ªtico F. Carmona-Nenclares se apresur¨® a lanzar la convocatoria constitutiva de un sindicato de escritores "afecto a la UGT" (Claridad, 2 de agosto, p¨¢gina 5), en exclusiva integrado por "marxistas con vida sindical reconocida" cerrado, pues, a los acomodaticios y hostil frente a los n¨¢ufragos.
Carmona respiraba por la herida y ni siquiera sent¨ªa necesidad de disimularlo: "No es tarea de suficiente altura", escrib¨ªa, "despu¨¦s de sostener una l¨ªnea equ¨ªvoca, por lo general, proclamarse al lado del pueblo con el estilo de 1830 y de 1848, fechas de romanticismo pol¨ªtico,,. El pueblo, "en nuestra ¨¦poca", a?ad¨ªa, "lo constituye el proletariado" y, en l¨®gica consecuencia, para estar a su lado "hay que mostrar, cuando menos, sentido de clase". O sea, "s¨®lo en el marxismo encaja el antifascismo nato". Lo dem¨¢s, proclamaba, el antifascismo no marxista, "es signo de pura cuquer¨ªa o de naufragio interior".
Pese a su rotundidad, el autor de la diatriba debi¨® de quedarse insatisfecho. Y de ah¨ª que volviese a la carga al cabo de 24 horas. Abusando del t¨®pico y haciendo p¨²blico alarde de sectarismo, en el Claridad del d¨ªa 3 insert¨® (p¨¢gina 6) una esquela por "Do?a Literatura Pura", a su estrecho entender anulada sin remedio y para siempre. Ardor de C¨®rdoba. Noreste de Zaragoza, Benjam¨ªn Jarn¨¦s "y los dem¨¢s" ya "pueden irse enterando". "Cuanto antes, meJor". Y por si a¨²n no estaba del todo clar¨ªsimo, debajo de la esquela se agregaba una "Revista de revistas" denunciando s¨ªntomas dejarnesianismo, y literatorreas. Obvia la receta, "todo lo dem¨¢s es fascismo", sentenciaba. En la Alianza, sin embargo, no le hicieron caso, convencidos sus dirigentes de que la radical gravedad de la situaci¨®n ped¨ªa sumar, jam¨¢s excluir, y de que era suicida la pol¨ªtica del sectarismo. Irritado por ello, Carmona-Nenclares pas¨® al ataque directo.
Y lo hizo el 19 de agosto con una diatriba que lleva por t¨ªtulo el de Cuidado con los n¨¢ufragos (Claridad, p¨¢gina 7), abierta por esta andanada: "La Alianza de Escritores Antifascistas debiera decidirse de una vez a la acci¨®n revolucionaria. Ser¨ªa buen principio el tomar alguna medida, renovadora o aniquiladora, con la llamada Academia Espa?ola...".
Afirmada tama?a enormidad, y como cab¨ªa temer, la nota se precipit¨® por la peligrosa cascada de las denuncias y los insultos: el primer presidente de la Alianza (al que sustituy¨® Bergam¨ªn) era un inconsciente, porque hasta se planteaba la posibilidad de indemnizar alg¨²n d¨ªa a los propietarios de los zapatos y las camisas incautadas para los frentes; y la Alianza, sin paliativos, una nociva entidad presidida por la "estupidez", socorrida "tabla de salvaci¨®n" de conotados n¨¢ufragos a los cuales, inclusive, el autor amenazaba con descubrir si no se rectificaba. El "esp¨ªritu liberal-tonto de la Alianza de Intelectuales Antifascistas" y sus responsables quedaban as¨ª inaplazablemente emplazados.
?se resulta el peliagudo contexto de tan famos¨ªsima carta. Una carta valerosa y como sus enemigos denunciaban, liberal. M¨¢s todav¨ªa: orgullosamente liberal y presidida por un esp¨ªritu antisectario.
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