Nuevas posibilidades y nuevos retos
CARLOS SALINAS DE GORTARIConsidera el articulista que en estos a?os los acontecimientos dram¨¢ticos que hemos atestiguado han despertado, en la conciencia mundial, la fragilidad y la contingencia de arreglos entre gran n¨²mero de naciones que se llegaron a pensar inevitables y necesarios. A su juicio, y as¨ª lo detalla, una respuesta adecuada es, el liberalismo social.
Con el fin de los equilibrios de la guerra fr¨ªa ,tos parecieran tiempos de poca claridad, de problemas locales aparentemente sin salida, de una pluralidad redescubierta pero sin orden ni destino. Por eso, hoy, quiz¨¢ con mayor fuerza que antes, en muchos puntos del globo se debate entre la memoria de lo que ha sido el pasado inmediato, y la urgencia por llegar a lo que se requiere ser. La falta de puentes que conduzcan de lo uno a lo otro, es fuente de confusi¨®n, de frustraciones y, en ocasiones, de radicalismo. Esto ha propiciado el renacimento de viejos atavismos ¨¦tnicos, religiosos o localistas, de reclamos hist¨®ricos que datan no ya del orden de Yalta, sino de Versalles y de mucho m¨¢s atr¨¢s.La gran cuesti¨®n pol¨ªtica de nuestro tiempo es encontrar un orden m¨¢s civilizado y justo entre las naciones y, en el interior de cada una, un orden entre concepciones plurales de individuos, grupos y comunidades al que puedan racionalmente apelar como justificaci¨®n p¨²blica.
En el caso del presidente de M¨¦xico, el reto toca las vidas de 85 millones de mexicanos que conservan viva una memoria hist¨®rica de su acontecer y que demandan respuestas, aqu¨ª y ahora, a a?ejos regazos y nuevas necesidades; que reclaman cambios sin rupturas, modificaciones en el quehacer, sin dejar tradiciones, costumbres, seguridades y referencias a ¨¦pocas que asocian con estabilidad y oportunidades. En esto no hay espacio para experimentos. ?Cu¨¢les son las ideas que gu¨ªan a los mexicanos para responder a este reto?
En M¨¦xico, desde los albores del siglo XIX, se cultiv¨® una visi¨®n liberal para el pa¨ªs. El liberalismo mexicano se propuso eliminar, de la estructura pol¨ªtica, los fueros y, de la esfera econ¨®mica, los monopolios. Para ocupar su lugar, estableci¨® la supremac¨ªa del poder civil, promulg¨® las garant¨ªas individuales y promovi¨® un pacto federal. Este liberalismo, de corte m¨¢s continental que anglosaj¨®n, no propuso un nuevo individualismo posesivo ni el rigor de mantener al Estado fuera de las preocupaciones de igualdad y justicia, y s¨ª, en cambio, se constituy¨® en doctrina responsable socialmente y comprometida con la igualdad de oportunidades.
La revoluci¨®n mexicana de 1910, por su parte, impulsa un reclamo democr¨¢tico y profundiza, en la propuesta liberal, una dimensi¨®n comprometidamente social. Se suprime una dictadura y, con ella, la opresi¨®n como inaceptable pr¨¢ctica en nuestra vida colectiva. El movimiento armado culmina con la articulaci¨®n de un proyecto social de justicia y crea su propio marco jur¨ªdico y pol¨ªtico para asegurar la transmisi¨®n pac¨ªfica del poder, emprender la tarea del desarrollo y moderar, al mismo tiempo, la desigualdad.
Tanto el movimiento liberal del siglo XIX como el armado que inaugura nuestro siglo, reafirman una conciencia nacional y una convicci¨®n nacionalista. Ambos, unidos, conforman la s¨ªntesis pol¨ªtica del liberalismo social mexicano, la cual engloba, en un mismo proyecto, nuestras aspira ciones de soberan¨ªa, libertad, justicia y democracia. De ah¨ª que ignorar o posponer cualquiera de estos prop¨®sitos signifique. Para los mexicanos, la negaci¨®n del conjunto del que forman parte integral y caer, o en el extremo caduco y fallido del estatismo, o bien en la moda de un neoliberalismo cuyas omisiones funda mentales fueron advertidas hace ya m¨¢s de un siglo.
Ciertamente, ¨¦sta no ha sido la ¨²nica visi¨®n hist¨®rica para los mexicanos ni sus interpretaciones a lo largo del tiempo han sido las mismas. En otras ¨¦pocas, las desigualdades que se generaron a partir de nuestro modelo de desarrollo propiciaron que, dentro de este mismo marco conceptual, se colocara un creciente ¨¦nfasis en la presencia del Estado en la econom¨ªa. Fue esta presencia, llevada al exceso, la que situ¨® al Estado en el l¨ªmite de sus posibilidades para enfrentar los grandes problemas nacionales. De hecho, la crisis no fue s¨®lo econ¨®mica, sino que tambi¨¦n dio lugar a tensiones sociales que exig¨ªan cambios, en las estructuras y en las pr¨¢cticas pol¨ªticas.
Sin embargo, para resolverlo, se procur¨® evitar la propuesta de libertades irrestrictas y vac¨ªas de todo contenido social que, en otras latitudes, han significado la cancelaci¨®n masiva de oportunidades y la instauraci¨®n de panoramas desoladores. En cambio, lo que M¨¦xico ha vivido es un ajuste de pol¨ªticas para incorporar nuevos instrumentos que nos tan continuar avanzando hacia prop¨®sitos que, no por ser hist¨®ricos, van a pasar a la historia.
Hoy lo que propone el liberalismo social es fortalecer nuestra soberan¨ªa acopl¨¢ndonos a la nueva realidad econ¨®mica de la globalizaci¨®n, relacion¨¢ndonos de manera m¨¢s estrecha con los principales centros econ¨®micos del mundo y participando de manera m¨¢s activa en los foros multilaterales que buscan la convergencia de intereses para lograr una mejor convivencia pol¨ªtica entre los Estados.
No es el nuestro un nacionalismo excluyente y opresor como el de los a?os treinta en Europa o un regionalismo con tonos racistas inaceptables como en la ex Yugoslavia. En M¨¦xico, el nacionalismo tiene un car¨¢cter democr¨¢tico, busca fortalecer a la naci¨®n por nuestra especial circunstancia, geopol¨ªtica, y es, ante todo, tolerante, defensor de libertades y a favor de la justicia.
En el liberalismo social, se entiende la justicia como una labor permanente que requiere de pol¨ªticas p¨²blicas deliberadas que aseguren m¨¢s oportunidades a quienes menos tienen, pero de manera permanente y no como ef¨ªmera oferta pol¨ªtica, sin sustento econ¨®mico. Por ello, dentro de esta concepci¨®n, justicia social presupone estabilidad econ¨®mica, y tambi¨¦n libertad para que sean las propias comunidades las que decidan cu¨¢les son sus necesidades y c¨®mo enfrentarlas; con m¨¢s recursos y con el decidido apoyo del Estado, pero sin burocracias, tutelas o imposiciones; con pol¨ªticas populares y no populistas o paternalistas.
Para el liberalismo social, la libertad es una garant¨ªa individual que requiere de un marco de derecho, pero que no se agota en ¨¦l. Asume que la libertad efectiva nace del cumplimiento de las condiciones para la justicia que le permiten su plena expresi¨®n y su libre ejercicio. La entiende, adem¨¢s, como una responsabilidad colectiva que permita la armoniosa convivencia entre el Estado, las iglesias, los partidos pol¨ªticos, las organizaciones ciudadanas, las comunidades y los individuos.
En el marco del liberalismo social, la democracia se constituye en. una pr¨¢ctica individual, pero tambi¨¦n colectiva; que se manifiesta en el respeto y aliento al voto, pero que tampoco se queda ah¨ª. Dentro de esta visi¨®n es en el avance econ¨®mico y social del mexicano que la democracia logra desarrollarse como sistema jur¨ªdico eficaz, r¨¦gimen pol¨ªtico realmente representativo y sistema de vida en donde se comparten derechos, responsabilidades y, en la pluralidad, valores hist¨®ricos.
La nueva configuraci¨®n del mundo, la dura experiencia de la crisis y las nuevas demandas de la sociedad han impulsado una transformaci¨®n de fondo del Estado mexicano. El liberalismo social contempla un Estado sano financieramente comprometido con su tarea de regulador de mercados y promotor de la inversi¨®n. Que garantiza la estabilidad y promueve el crecimiento. Un Estado que se coloca a la vanguardia para abatir la pobreza extrema y moderar la desigualdad entre las regiones. Que se compromete con la protecci¨®n de los derechos humanos. Que encabeza la lucha para conservar y recuperar nuestros recursos naturales. Un Estado que respeta y hace respetar al individuo, a sus comunidades y a sus organizaciones. Que combate la impunidad. Que sirve y representa. Que da respuesta al creciente pluralismo pol¨ªtico y la evidente diversidad social del M¨¦xico moderno.
En M¨¦xico el liberalismo social ha tenido aplicaci¨®n en todos los ¨¢mbitos de nuestra vida colectiva. Sus valores se reflejan en una reforma educativa que se constituyen en el v¨¦rtice del futuro desarrollo nacional y columna vertebral de nuestros anhelos de justicia. Una reforma educativa que, sustentada en el respeto a nuestra sociedad pluricultural y al pacto federal de la Rep¨²blica, recibe recientes recursos y los descentraliza, actualiza programas y alienta su enriquecimiento en base a las particularidades de cada comunidad.
En el campo, el liberalismo social se traduce en una reforma agr¨ªcola que abre la posibilidad de nuevas formas de asociaci¨®n y que otorga, a todas, plenas garant¨ªas constitucionales para su desarrollo con el apoyo de los programas de fomento que lleva a cabo el Gobierno de la Rep¨²blica.
En la industria, el liberalismo social significa democracia industrial: es decir, libertad entre sindicatos y empresarios para resolver sus diferencias. Esa democracia industrial se apoya en la ampliaci¨®n de conquistas laborales y significa concertaci¨®n para lograr los acuerdos de productividad al interior de cada empresa. Esa democracia industrial es esencial en el marco de nuestra reforma microecon¨®mica y es, sin duda, pilar de la alianza para la competitividad que ya existe entre el Estado, los empresarios y los trabajadores.
Para nuestras comunidades ind¨ªgenas, esta doctrina se convierte en aprecio por su cultura; en una plena libertad para organizarse como estimen conveniente; en mayores oportunidades para su desarrollo, de acuerdo a sus costumbres y tradiciones.
De esta manera es como los mexicanos hemos aprendido, en las luchas sociales de nuestra historia, el significado del liberalismo social. No se trata de dejar s¨®lo al individuo como sin¨®nimo de libertad frente al Estado, como si este ¨²ltimo fuera sin¨®nimo de lo social pues, en el extremo, se negar¨ªa la existencia de grupos u organizaciones como si fueran obst¨¢culos a la libertad.
Tampoco se trata de conducir a los derechos sociales como exclusivas obligaciones del Estado. El liberalismo social en M¨¦xico no es liberalismo estatal. Se trata de liberar fuerzas sociales de restricciones estatales, de reconocer que la libertad no s¨®lo se refiere a individuos aislados, sino que tambi¨¦n requiere de grupos, de asociaciones, de instituciones de la propia sociedad.
El liberalismo, para ser social, requiere dar libertad a las organizaciones de la sociedad en su interacci¨®n con otros grupos y, para no ser estatal, necesita evitar, como sucedi¨® en el pasado, la intromisi¨®n creciente del Estado. Hoy sabemos que hay un ¨¢mbito colectivo en las relaciones privadas fuera del Estado que debe preservarse y, tambi¨¦n, que al finalizar los procesos estatalizadores, hay una propiedad privada individual y una propiedad privada social.
El liberalismo social mexicano se ha constituido en programa de Gobierno y su institucionalizaci¨®n ha permitido precisar propuestas m¨¢s generales. Es as¨ª como M¨¦xico ha convertido su propia din¨¢mica y la del resto del mundo en nuevas posibilidades que, a su vez, se han traducido en nuevos retos y tambi¨¦n en resultados concretos. Ah¨ª est¨¢n la apertura decidida hacia el exterior, la convocatoria a la pluralidad y a la tolerancia pol¨ªticas, la defensa de los derechos humanos, la reestructuraci¨®n financiera del Estado, la consolidaci¨®n de la estabilidad econ¨®mica y la reanudaci¨®n del crecimiento, el combate solidario a la pobreza extrema, la protecci¨®n de nuestro patrimonio ecol¨®gico, y el respeto y apoyo a las iniciativas individuales y colectivas.
?ste ha sido el camino de M¨¦xico, un pa¨ªs con historia y con futuro. Esa quiere ser tambi¨¦n nuestra contribuci¨®n a un orden internacional m¨¢s justo y m¨¢s equilibrado, libre de intolerancias, vasto en oportunidades y abierto a la esperanza.
es presidente de M¨¦xico.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.