El ataque contra Irak
El presidente Clinton ha cometido un error muy grave. El ataque con misiles a Bagdad es una acci¨®n inaceptable y peligrosa, al margen de cu¨¢les hayan sido los motivos y razones -algo que s¨®lo se har¨¢ patente con el paso del tiempo- Y este hecho nos sugiere que esas razones son d¨¦biles, insignificantes e insostenibles, aunque una parte (pero s¨®lo una parte) de los l¨ªderes occidentales se hayan apresurado irreflexivamente a apoyarlas.Quiero dejar claro que no hay discusi¨®n en lo que se refiere a la necesidad de mostrarnos inflexibles en la lucha contra el terrorismo, que es inaceptable siempre y en todas sus formas -y con m¨¢s raz¨®n ahora que el mundo ha dejado atr¨¢s la guerra fr¨ªa y podr¨ªa estar a punto de iniciar un nuevo orden- En este sentido, Estados Unidos ha sido justamente apoyado en el pasado por toda la comunidad internacional. Pero ese apoyo -como en el caso de la invasi¨®n de Kuwait por parte de lrak- fue dado en el contexto de un castigo decidido colectivamente, y autorizado y legitimado por las resoluciones de Naciones Unidas -la ¨²nica instituci¨®n con autoridad para aprobar operaciones de esa clase-
Incluso si un poder establecido de Bagdad hubiera planeado realmente un atentado contra la vida del ex presidente George Bush (lo cual, en efecto, plantear¨ªa la cuesti¨®n de la respuesta adecuada), Estados Unidos no tiene autoridad para asumir unilateralmente los papeles de fiscal general del Estado, juez, jurado y verdugo. Esa autoridad, sobre todo en la nueva coyuntura internacional, no corresponde, ni debe corresponder, a ning¨²n pa¨ªs individual, independientemente del peso que ¨¦ste tenga en los asuntos internacionales.
Pero hay otro aspecto que merece ser se?alado aqu¨ª: fue una respuesta a un supuesto intento de asesinato que no lleg¨® a producirse. No se perfilaba ninguna amenaza inmediata y, por consiguiente, hab¨ªa todo el tiempo del mundo para seguir otra l¨ªnea de conducta. Habr¨ªa sido posible plantear la cuesti¨®n ante el Consejo de Seguridad de la ONU, respaldar los cargos con las pruebas pertinentes, presentar propuestas para una respuesta adecuada y, por ¨²ltimo emprender una acci¨®n sobre la base de un proceso de decisi¨®n colectivo y leg¨ªtimo. Esta forma de proceder habr¨ªa acrecentado la talla de Estados Unidos en el mundo. Pero Estados Unidos prefiri¨® hacer caso omiso de las prerrogativas de la ONU y s¨®lo se contuvo en la medida en que decidi¨® alertar a sus aliados unas cuantas horas antes del ataque -una clase de conducta internacional que supone un retroceso a la guerra fr¨ªa y que retrasa el reloj d¨¦cadas, hasta el periodo en el que Estados Unidos era polic¨ªa del mundo sin que nadie le hubiera autorizado para asumir ese papel-.
El presidente Clinton se ha manifestado en favor de un nuevo planteamiento de la pol¨ªtica exterior. Pero por el momento, como en este caso concreto, se comporta como si nada hubiera cambiado en los ¨²ltimos a?os. Sin embargo, el mundo vive ahora en una nueva dimensi¨®n, y cualquier intento de hacerle volver a la ¨¦poca en que la voluntad arbitraria de las superpotencias lo decid¨ªa todo podr¨ªa tener consecuencias muy senas para todos, incluido Estados Unidos.
La Administraci¨®n estadounidense pretende ce?irse al art¨ªculo 51 de la Carta de Naciones Unidas. Pero en ese art¨ªculo se estipulan medidas individuales y colectivas de autodefensa frente a cualquier acto de agresi¨®n. A estas alturas salta a la vista que el art¨ªculo 51 no puede aplicarse en este caso sin sentar un precedente muy peligroso que abrir¨ªa el camino a las medidas m¨¢s arbitrarias. Pero, sobre todo, es absolutamente inaceptable, tanto jur¨ªdica como pol¨ªticamente, que hoy se invoque este art¨ªculo para justificar el bombardeo de Bagdad; habr¨ªa sido posible, y responsabilidad de todos los involucrados, repetir la positiva experiencia derivada de la respuesta a la agresi¨®n de Sadam Husein en 1991.
He le¨ªdo en la prensa norteamericana que "desde el Pent¨¢gono hasta el Capitolio, desde generales hasta senadores, todo el mundo aplaude [sus acciones]". A lo mejor creen que de esta forma Estados Unidos ha demostrado su capacidad de ejercer su papel de l¨ªder en el mundo. Tal vez -como muchos analistas han se?alado el presidente Clinton esperaba recuperar as¨ª su popularidad hundida. Pero, incluso si ignoramos el cinismo inherente a esta suposici¨®n, dudo mucho de que ¨¦sta sea la forma de reforzar el prestigio de Estados Unidos o los "¨ªndices de popularidad" del presidente.
Como ya he dicho en otros art¨ªculos y vuelvo a repetir ahora: no se trata de una elecci¨®n entre hacer algo o no hacer nada. El liderazgo de Estados Unidos se mide hoy por su capacidad para impulsar la acci¨®n colectiva, con lo que se refuerza el imperio de la ley intemacional. No radica en sus facultades para emprender medidas rel¨¢mpago de represalia.
Muy mal consejero es el que aplaude irreflexivamente. Y entre estos malos consejeros no tengo m¨¢s remedio que incluir, mal que me pese, puesto que soy ciudadano ruso, al Gobierno de Rusia, cuya aprobaci¨®n incondicional y apresurada del bombardeo refleja su deseo servil y miope de ce?irse a las necesidades de Washington. Eso no contribuye en modo alguno a reforzar el peso de Rusia en la pol¨ªtica internacional actual.
Todo esto sin duda ha perjudicado enormemente a Naciones Unidas y es posible que tenga incluso repercusiones negativas en otras cuestiones, entre ellas, la crisis de Oriente Pr¨®ximo. Por esta raz¨®n, es necesario recalcar una vez m¨¢s la necesidad de acelerar el proceso europeo y crear mecanismos para el control intemacional de las crisis, cuya ausencia ha tenido consecuencias tan negativas en la tragedia yugoslava. Por esta raz¨®n, es necesario proceder a una reorganizaci¨®n de Naciones Unidas. Si no avanzamos en esa direcci¨®n, ni siquiera la lucha contra el terrorismo triunfar¨¢ realmente; y, en vez de un nuevo orden mundial, se impondr¨¢ el caos y el uso arbitrario y descontrolado de la fuerza.
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