Bienal a la deriva
La ¨²ltima arquitectura espa?ola se expone en Santander con 36 obras de los a?os noventa elegidas en una confusa mezcla de calidades y significados
La II Bienal de Arquitectura Espa?ola se bot¨® ayer en Santander; pero navega ya a la deriva. Organizada por el Ministerio de Obras P¨²blicas y Transportes, el Consejo Superior de los Colegios de Arquitectos de Espa?a y la Universidad Internacional Men¨¦ndez Pelayo, la Bienal consta de una exposici¨®n de 36 obras de los a?os 1991-1992 (Universidad Pontificia de Comillas, hasta el 30 de agosto) y diversos cursos, jornadas y talleres que llevar¨¢n a Santander, durante la segunda quincena de julio, a casi un centenar de conferenciantes, ponentes y profesores.El evento, que cuenta con la presidencia de honor de la reina Sof¨ªa, un presupuesto de 60 millones de pesetas, un equipo coordinador de 20 personas y el patrocinio, para alguna de sus actividades, del Ministerio de Cultura, Comunidad y Ayuntamiento madrile?os, empresas constructuras y organismos varios, constituye un ambicioso esfuerzo de promoci¨®n y cr¨ªtica de la arquitectura espa?ola reciente. Sin embargo, si hemos de juzgar por la lista de realizaciones que se destacan del ¨²ltimo bienio, es obligado dejar constancia de la decepci¨®n por la distancia entre lo amplio del empe?o y lo menguado del logro: la monta?a de instituciones, medios y personas ha parido un flaco ratoncillo.
Las 36 obras seleccionadas, que est¨¢n lejos de ser representativas del bienio reci¨¦n terminado, carecen asimismo de cualquier hilo conductor, m¨¢s all¨¢ de una cierta voluntad de reparto geogr¨¢fico y tipol¨®gico. Bajo el lema de La arquitectura del silencio, el jurado -formado por el presidente de la Bienal, tres representantes de las instituciones convocantes y cuatro arquitectos- agrup¨® un conjunto de obras de tan diversa calidad, significado o importancia que no transmiten otro mensaje que la completa desorientaci¨®n de los organizadores.
Aunque la convocatoria de la Bienal anunciaba su intenci¨®n de "descubrir y exponer" arquitecturas de peque?a escala fuera del eje de las efem¨¦rides, Barcelona-Sevilla, lo cierto es que finalmente se han seleccionado obras de tan vastas dimensiones y dudosa calidad como el parque Juan Carlos I (220 hect¨¢reas de ret¨®rica grandilocuente junto a los feriales madrile?os); que se han incluido edificios importantes del bienio, como la estaci¨®n de Santa Justa (Cruz y Ortiz), el Palacio de los Deportes de Badalona (Bonell y Rius) o el Pabell¨®n de la Navegaci¨®n (V¨¢zquez Consuegra), independientemente de su tama?o; que se han introducido dos obras ol¨ªmpicas y cuatro de la Sevilla de la Expo, pese a la declaraci¨®n inicial; y que todo ello se ha hecho con gran confusi¨®n y absoluta falta de criterio.
Hasta tal punto es ello as¨ª que, a la hora de dar cuenta del bienio, resultan m¨¢s significativas las ausencias que las presencias. Porque, ?puede justificarse la ausencia de los dos maestros m¨¢s respetados de la arquitectura espa?ola, Alejandro de la Sota y Francisco Javier S¨¢enz de O¨ªza? En el caso de Sota puede argumentarse que su edificio de Juzgados de Zaragoza se termin¨® al filo del periodo considerado, pero O¨ªza ha inaugurado el Palacio de Festivales en Santander, el edificio central de los Recintos Feriales de Madrid y la primera fase de la Torre de Triana en Sevilla. ?Ninguna de estas obras ha influido en el debate reciente?
Lo mismo cabe preguntarse de Rafael Moneo, cuyo prestigio intelectual y art¨ªstico es, por cierto, paralelo a su fecundidad: en el bienio ha terminado el aeropuerto de Sevilla, la estaci¨®n de Atocha y el Museo Thyssen en Madrid, y la Fundaci¨®n Mir¨® en Palma de Mallorca, edificios todos ellos ausentes de la selecci¨®n. ?Y qu¨¦ decir de Oriol Bohigas, cuya arquitectura es tan discutida como general el aprecio por su trabajo urban¨ªstico? Una bienal que incluye dise?o urbano no puede excluir ?de 1992! a Bohigas, el factor de la Barcelona Ol¨ªmpica, sin parecer arbitraria.
En sus dos ¨²ltimas ediciones, el m¨¢s prestigioso premio, catal¨¢n (el FAD, otorgado por la Asociaci¨®n para el Fomento de las Artes Decorativas) ha sido concedido al Polideportivo y Centro de Pelota, de Jordi Garc¨¦s y Enric S¨°ria, y a las viviendas en la Villa Ol¨ªmpica, de El¨ªas Torres y Jos¨¦ Antonio Mart¨ªnez Lape?a. Ninguna de las dos obras figura en la Bienal, ni tampoco ninguna otra de los mismos autores. Ser¨ªa deseable que el t¨¦rmino "arquitectura del silencio" no significase, como por desgracia parece, silenciar a los mejores. ?Se pueden olvidar, en el balance del bienio, edificios como el Palacio de Congresos y Exposiciones de Salamanca, la obra m¨¢s importante del arquitecto y pintor madrile?o Juan Navarro Baldeweg, o realizaciones como el Cementerio de Igualada, la m¨¢s significativa y lograda de los barceloneses Enric Miralles y Carme Pin¨®s? En el caso de Navarro se incluye su biblioteca en la Puerta de Toledo de Madrid, de mucha menor relevancia que la gran c¨²pula ingr¨¢vida de Salamanca, pero Miralles est¨¢ enteramente ausente de la lista bienal.
En la relaci¨®n faltan igualmente dos (le nuestros arquitectos m¨¢s internacionales, Santiago Calatrava y Ricardo Bofill: el primero ha dejado en Sevilla con el puente del Alamillo, y en Barcelona con la torre de Montju?c, dos hitos dif¨ªciles de pasar por alto; y el segundo ha inaugurado en el aeropuerto del Prat barcelon¨¦s su etapa high-tech. Tampoco figuran varias importantes parejas catalanas (Pi?¨®n y Viaplana, Bach y Mora, Clotet y Paricio), adem¨¢s de arquitectos tan notorios como V¨ªctor L¨®pez Cotelo, Manuel Gallego, C¨¦sar Portela o Josep Llu¨ªs Mateo.
Todo lo anterior no significa, desde luego, que en la selecci¨®n de la Bienal no haya obras de m¨¦rito; por el contrario, muchas lo tienen, y algunas, como las ya mencionadas de Cruz y Ortiz, Bonell o V¨¢zquez Consuegra, en grado superlativo, de manera semejante a como ocurre con otras obras, tambi¨¦n incluidas, del catal¨¢n Ferrater, el vasco Linazasoro o los madrile?os Casas y Bay¨®n. Pero s¨ª significa que un balance bienal que no incluya a Sota, O¨ªza, Moneo, Bohigas, Miralles, Calatrava... resultar¨¢ gravemente distorsionado.
Acaso se argumente que las ausencias tienen su origen en que ninguna persona o instituci¨®n propuso obras de los arquitectos en cuesti¨®n. Sin embargo, en la I Bienal de Arquitectura, celebrada en 1991 con los mismos requisitos de presentaci¨®n, se incluyeron obras de la mayor parte de los mencionados, y ello pese a que entonces se eligieron edificios de s¨®lo 16 autores, frente a los 33 presentes en esta edici¨®n. De hecho, s¨®lo 4 de los 16 arquitectos de la I Bienal han sido seleccionados en ¨¦sta, y uno de ellos es miembro del actual jurado. No parece razonable pensar que en el breve plazo de dos a?os se haya producido semejante terremoto cr¨ªtico.
Se puede hacer una bienal de arquitectura peque?a; se puede hacer una bienal de arquitectura joven; se puede hacer una bienal de arquitectura desconocida, remota o ex¨®tica, de la misma manera que se puede hacer una bienal de arquitectura can¨®nica con los edificios m¨¢s representativos e influyentes: pero lo que no se puede -o no se debe- hacer es un caj¨®n de sastre, ayuno de argumento y de criterio, que mezcle lo importante con lo insignificante y lo excelente con lo lamentable, sin orden ni concierto. El resultado es una bienal desconcertada y desconcertante, desorientada y trivial.
Es posible que, como se dice, muchos cocineros estropeen el cocido. Aqu¨ª, un pelot¨®n de instituciones y personas ha removido la marmita sin gran coordinaci¨®n y menos talento culinario. Era dif¨ªcil que saliese bien el guiso. Suele afirmarse que un camello es un caballo dise?ado por un comit¨¦. Quiz¨¢s esta bienal, m¨¢s bien que un rat¨®n rosado y ¨¢gil alumbrado por el generoso vientre de las instituciones (malamente) concertadas, sea un animal de jorobas involuntarias impuestas por la (sorda) concertaci¨®n institucional.
En todo caso, la Bienal se inaugura con una "jornada de debate internacional" entre cuatro arquitectos madrile?os, un catal¨¢n y un portugu¨¦s (no se sabe si lo de internacional es por el catal¨¢n o por el portugu¨¦s) sobre "lo sustancial un¨¢nime", que propone o¨ªr la "arquitectura del silencio" y "ahondar m¨¢s y m¨¢s en el profundo consistir de la belleza". Desde luego, en la Bienal abunda m¨¢s lo insustancial que lo sustancioso, y en lo que respecta a lo un¨¢nime, este cr¨ªtico se siente m¨¢s bien ex¨¢nime ante mezcla tan indigesta como la servida en Santander. La belleza, por su parte, debe efectivamente hallarse muy profunda, porque no es f¨¢cil de hallar entre la consistente confusi¨®n del evento. O¨ªr la arquitectura del silencio, en, fin, ha de resultar dificultoso entre el clamoroso rumor de la "tribu de los charlatanes" (como la ha llamado Hans Magnus Enzensberger), que vivaquea en los campus estivales.
Rat¨®n sustancial o camello un¨¢nime, el pasajero bienal de este bote sin rumbo necesita urgentemente una br¨²jula y una sonda: el "profundo consistir" de los escollos puede hacerle "ahondar m¨¢s y m¨¢s" en el oc¨¦ano.
Babelia
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