Otra oportunidad
EL CENTRO Democr¨¢tico y Social (CDS) no se rinde y, en lucha contra los elementos electorales que el pasado 6 de junio le expulsaron del Parlamento, ha decidido seguir y probar suerte en una postrera oportunidad. ?Cuesti¨®n de voluntarismo o decisi¨®n realista basada en un an¨¢lisis correcto de las posibilidades de subsistencia de un partido de centro pol¨ªtico que se define como tal?Aparentemente, existen m¨¢s razones para tirar la toalla que para empe?arse en mantener izada la bandera del centrismo en un escenario pol¨ªtico dominado por los valores del centro y cuyo dominio es disputado por el socialismo pragm¨¢tico de Gonz¨¢lez y la derecha ref¨²ndada de Aznar como fuente segura de fuerza electoral. As¨ª lo han entendido la mayor¨ªa de los ex diputados del CDS y los dirigentes que m¨¢s han luchado en los ¨²ltimos a?os por la supervivencia del partido. Pero la mayor¨ªa de los compromisarios reunidos en un congreso extraordinario el pasado fin de semana en Madrid han decidido que no es el momento de dar por muerto el proyecto centrista concebido por Su¨¢rez y se han dado de plazo hasta el pr¨®ximo oto?o para estudiar una posible refundaci¨®n del partido.
Ser¨¢ un m¨¢s dif¨ªcil todav¨ªa en la zigzagueante y atormentada trayectoria del CDS, caracterizada por el goteo permanente de cuadros y militantes, por los movimientos pendulares en sus alianzas, por sus vacilaciones entre el modesto papel de partido bisagra y su aspiraci¨®n a la alternancia, y, en definitiva, por su fracaso en la b¨²squeda desesperada de un espacio pol¨ªtico propio y definitivo. En su actual situaci¨®n (reducida su base electoral a 413.000 votos, con una deuda de 2.200 millones de pesetas y con unos cuadros directivos de aluvi¨®n), el ¨²nico aval de futuro del CDS apenas es algo m¨¢s que el esfuerzo y la entrega de su presidente, Rafael Calvo Ortega. Pero, dada la desmesura del empe?o, habr¨¢ que ver si Calvo Ortega es el Mois¨¦s que conducir¨¢ al partido a la tan deseada tierra de promisi¨®n o el Quijote que, en alas del idealismo y de las mejores intenciones, le hace toparse definitivamente con los molinos de viento de la realidad.
En todo caso, la tentativa de salvamento del CDS s¨®lo merece apoyo y simpat¨ªa. Y, aunque fracasara, constituir¨ªa un final m¨¢s acorde con la historia y los valores del antiguo partido de Su¨¢rez que su absorci¨®n por el partido de Fraga y Aznar, como hubiera sucedido de cuajar la operaci¨®n de incluir candidatos del CDS como independientes en las listas del PP durante las ¨²ltimas elecciones. Dentro del actual bipartidismo, marcado por la dificil vuelta a las mayor¨ªas absolutas, la existencia de un partido bisagra es pol¨ªticamente deseable, como expresi¨®n del pluralismo y como opci¨®n de gobernabilidad. Si el CDS consiguiera articularse como tal, la estabilidad pol¨ªtica saldr¨ªa ganando en el futuro. Ello depende, sin embargo, de dos condiciones casi imposibles: que el CDS fuera capaz de definir una centralidad program¨¢tica equidistante entre las grandes formaciones existentes a su derecha y a su izquierda y que ¨¦stas evolucionasen en el sentido de recuperar sus primitivas se?as de identidad.
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