Una maravillosa manera de decir nada
Jean Negulesco ser¨¢ enterrado hoy en Marbella, donde vivi¨® los 25 ¨²ltimos a?os de los 93 de su vida.
"Cuando se es rumano es muy f¨¢cil dejar de serlo. Basta quitarse la 'u' final del apellido y sustituirla por una 'o' para que te conviertas en un ciudadano de ninguna parte".Dicen que esto lo dijo Eugene Ionescu cuando ya era lonesco, pero nadie lo ejerci¨® tantas veces y desde tantos lugares como Negulescu cuando ya era Negulesco, ap¨¢trida vocacional y ciudadano de cualquier parte, con tal que de fuera divertido vivir en ella. Naci¨® en la ciudad c¨¢rpata de Craiova y en su juventud, que era tambi¨¦n la juventud de este siglo, pues ambos nacieron juntos, anduvo -y de all¨ª era mientras all¨ª vivi¨®- por las aceras, los tugurios y los teatrillos de Alemania, Austria, Hungr¨ªa, Francia, Italia y Estados Unidos. Finalmente se vino a morir a Espa?a, a Marbella, a una casa que le busc¨® Orson Welles, en la que el cineasta nonagenario vivi¨® durante su ¨²ltimo cuarto de siglo, y que hasta hace cuatro d¨ªas -muri¨® el domingo y no se supo hasta la madrugada del martes- fue el ¨²ltimo pelda?o de su eterno exilio dorado.
Era muy joven cuando Jean Negulesco se descubri¨® artista y se hizo pintor trotamundos. Alcanz¨® cierta notoriedad con sus lienzos y vi?etas, aunque no le debieron resolver la vida, pues no tard¨® en hacer meritoriajes en el arte del espqct¨¢culo y sus bi¨®grafos identifican los primeros carteles donde su nombre apareci¨® en algunos reclamos publicitarios de cabaret en los a?os veinte. Hay incluso fotograf¨ªas suyas vestido de bailar¨ªn con lentejuelas, poco antes de que se colara por la puerta trasera en Hollywood al final de la d¨¦cada y terminara all¨ª, tras pasar por casi todos los pelda?os del oficio, convirti¨¦ndose en un director de los encasillados en el lado suave y amable -representado por Ernst Lubitsch y Rouben Mamoulian- de la gran emigraci¨®n de cineastas europeos, que se caracteriz¨® por la alta concentraci¨®n de talentos duros e inh¨®spitos, como Charles Chaplin, M?ritz Stliller, Victor Sj?strom, Erich von Stroheim, Josef von Sternberg, Jean Renoir, Max Oph¨¹Is, Otto Preminger, Billy Wilder, Max Reinhardt, Fritz Lang, James Whale, Alfred Hitchcock, William Dieterle, David Lean, Anatole Litvak, Robert Siodmak, Wilhelm Murnau, Karl Freund, Curtis Reinhardt, entre otros muchos. El mal genio de la mayor¨ªa de sus colegas, casi todos cascarrabias amargados por Hitler, contrast¨® con el don de gentes y las ganas de buen vivir de aquel elegante rumano de ninguna parte.
Debut¨® como director en 1934, dando instrucciones a Cary Grant en El templo de las hermosas, y fracas¨®. Tuvo que esperar diez a?os para llegar a La m¨¢scara de Dimitrios, tres m¨¢s para Humoresque (una de las grandes creaciones del infortunado John Garfield) y Deel Valley, donde Ida Lupino actuaba maravillosamente; y cuatro a?os para filmar el caramelo agridulce de Belinda, que les abri¨® a Jane Wyman (ex se?ora Reagan) y a ¨¦l las puertas del Olimpo. Fue, desde entonces y hasta 1962, con Jessica (donde hizo estar m¨¢s bella que nunca a Angie Dickinson), un cineasta de refinamiento casi institucional en Hollywood, con ¨¦xitos del lujo de Creemos en el amor (1954), Un grito en el pantano (1952), Cuatro p¨¢ginas de la vida (1952): las tres con la extraordinaria Jean Peters; y, sobre todo, de Como casarse con un millonario (1953), El mundo es de las mujeres (1954), Sombra enamorada (1958): en todas poniendo en la picota a Lauren Bacall y, en la primera, contribuyendo decisivamente al lanzamiento de Marilyn Monroe a la leyenda.
Y m¨¢s pel¨ªculas envueltas en el celof¨¢n de oro de las producciones aristocr¨¢ticas de aquel Hollywood. Comenz¨® a decaer la carrera de Negulesco hacia la mitad de los a?os sesenta y en 1970 se retir¨® del arte del cine y se dedic¨® a su gran pasi¨®n, nunca abandonada: el arte de vivir. "Jam¨¢s he dejado de ser un ni?o: cada d¨ªa que me despierto disfruto m¨¢s", sol¨ªa decir. Su elegancia y su alegr¨ªa inundaban sus pel¨ªculas, superficiales, pero de estilo brillante y de gran acabamiento.
Su buen gusto le condujo, cuando su estrella comenz¨® a ascender y con ella su cuenta corriente, a una hermosa mansi¨®n de estilo colonial en Brentwood y esto le convirti¨® en hortelano de los naranjos que Greta Garbo plant¨® una vez en el jard¨ªn de esa casa, que fue la primera que tuvo cuando se instal¨® en Hollywood. La Garbo sol¨ªa acudir all¨ª de cuando en cuando a ver sus arbolitos y lo hac¨ªa a cualquier hora del d¨ªa o la noche: Negulesco le dejaba tener una llave. La actriz entraba en silencio en la mansi¨®n, sal¨ªa al jard¨ªn, se enguantaba una mano y cuidaba con mimo su huerto. Una tarde de 1945, el m¨²sico Cole Porter, que era amigo de Negulesco, cogi¨® in fraganti a la inaccesible divinidad sueca en plena faena y entr¨® en ¨¦xtasis. Cuando ella se fue, Porter coment¨® decepcionado a Negulesco que aquella diosa humana, gran amor de sus sue?os, le hab¨ªa parecido una mujer vac¨ªa: "La adoro, pero no me ha dicho nada digno de recordarse". Replic¨® Negulesco, y esto define su estilo de cine: "Es cierto, no dice nada. Pero lo que importa es la manera que tiene de decir nada".
Ese es el estilo, el sello inconfundible de las pel¨ªculas de Negulesco que han sobrevivido a la erosi¨®n del tiempo: un maravilloso c¨®mo sin un qu¨¦ dentro. Salvo su capacidad para embaucar a algunas actrices de gran talento -Jean Peters y Lauren Bacall hicieron con ¨¦l primores y Marilyn Monroe sali¨® de Como casarse con un millonario convertida en alev¨ªn de aquella boba genial que invent¨® en Bus stop y The Misfits- registros que ni ellas mismas sab¨ªan que pose¨ªan.
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