?Ol¨¦, Barrera!

Vicente Barrera le hizo al sexto novillo una faena de las de ole con ole. Una faena de las de ole con ole en sentido literal y en sentido figurado, porque interpret¨® el toreo de valor, arte y sapiencia, y adem¨¢s porque hasta llegar esa faena grande, de torero caro, el p¨²blico valenciano no hab¨ªa tenido ni la ocasi¨®n ni el gusto de decir ol¨¦.Y no es porque los toreros estuvieran mal, tampoco porque se abstuvieran de pegar pases. Por el contrario estuvieron f¨¢ciles 'y abundosos. Ocurr¨ªa, sin embargo, que aquello no era torear, exactamente. ?Algo parecido?, pues s¨ª. Pero si se le aplicaba el patr¨®n que llamamos arte de C¨²chares, apenas se le daba un aire.

Faltaba, principalmente, el toro. Los tres primeros novillos ten¨ªan las fuerzas justas para permanecer de pie. Y luego, los toreros, de acendrada vocaci¨®n pegapasista, se hartaron de pegar pases. Eran pases, ya puede imaginarse, del tres al cuarto; pases fuera de cacho, aliviados abusivamente con el pico, la mayor¨ªa por la derecha, que es mano ventajista. Y no por nada sino porque sostiene la muletaza armada con el espad¨ªn de madera y resulta del industrioso artificio una especie de ala delta donde pierde el toro el norte de su embestida y as¨ª queda el torero al amparo de sus aviesas intenciones.

Y el p¨²blico, naturalmente, no dec¨ªa ol¨¦, que es coro arcang¨¦lico para los gloriosos acontecimientos. El p¨²blico se limitaba a contemplar la exhibici¨®n pegapasista y s¨®lo cuando el tenaz diestro remataba con un pase de pecho, estallaba en un tremendo rugido. No se sabr¨ªa decir, sin embargo, si era de j¨²bilo o de alivio.

El que mejor dio los pases fue Manolo Carri¨®n, a un novillo boyantito. En compensaci¨®n le sali¨® otro temperamental que le peg¨® un volteret¨®n al instrumentar media ver¨®nica. Pedrito de Portugal, con el peor. lote, apenas pudo lucir sus derechazos. El primer novillo de Vicente Barrera era tardo y le sac¨® pases de escaso fuste. Pero sali¨® el sexto...

Sali¨® el sexto, y ten¨ªa casta. No s¨®lo casta: tambi¨¦n ten¨ªa enfrente un torero para lucirla. Y fue Vicente Barrera y le cuaj¨® una faena grande, de esas que se dibujan en un palmo de terreno. Una faena armoniosa, mandona, en impecable ligaz¨®n, toda ella coreada con los ol¨¦s arcang¨¦licos aquellos que glorifican el arte de torear. Y plaza, tarde y feria se convirtieron en un alboroto de ole con ole; un acontecimiento de esos que se recuerdan mucho tiempo y reconcilian con la fiesta.