'Urbicidio' balc¨¢nico
El s¨ªmbolo inevitable de esta vasta cat¨¢strofe es Sarajevo, capital de Bosnia y del dolor
La destrucci¨®n del patrimonio en la antigua Yugoslavia. La primera v¨ªctima de las guerras suele ser la verdad; en los Balcanes, la v¨ªctima inicial ha sido la memoria. El genocidio f¨ªsico y gen¨¦tico se acompa?a del genocidio urbano y cultural; el exterminio de las poblaciones y las deportaciones masivas se producen de forma simult¨¢nea a la destrucci¨®n deliberada de los museos y los archivos. Las violaciones atentan contra la libertad y dignidad de las mujeres, pero tambi¨¦n contra el patrimonio gen¨¦tico de la comunidad agredida; la demolici¨®n artillera de las mezquitas y las bibliotecas destruye edificios de gran valor hist¨®rico y art¨ªstico, pero tambi¨¦n reduce a escombros el patrimonio espiritual de un grupo humano.En la antigua Yugoslavia, la memoria gen¨¦tica y cultural se aniquilan con id¨¦ntica sa?a: se violan los cuerpos y las ciudades, se mutilan monumentos e individuos, se sacrifican manuscritos y ni?os. El espanto abisal del sufrimiento humano, en una guerra cuyos corresponsales no nos han racionado el horror, ha desplazado a un segundo plano la destrucci¨®n del patrimonio arquitect¨®nico y documental. Sin embargo, esa destrucci¨®n se est¨¢ produciendo en tal escala y con tal minuciosidad que merece una pausa de atenci¨®n.
Medio centenar de n¨²cleos urbanos en Bosnia-Herzegovina y en Croacia han sido total o parcialmente destruidos. Vukovar, Osijek, Gospic, Trebinje, Zadar, Karlovac, Dubrovnik, Mostar o Sarajevo componen hoy una letan¨ªa familiar para el lector de peri¨®dicos, pero hace muy pocos a?os su menci¨®n m¨¢s com¨²n se hallaba en las gu¨ªas tur¨ªsticas. El atractivo de Osijek o el encanto barroco de Vukovar, sobre el Danubio, las inclu¨ªa en los itinerarios; el pasado otomano de Mostar, la densidad estratificada -musulmana, cristiana y sefard¨ª- de Sarajevo o la espl¨¦ndida belleza de Dubrovnik hac¨ªa de estas ciudades destino del viajero curioso de algo m¨¢s que las playas del Adri¨¢tico.
Sobre todas ellas se abati¨® una sa?a demoledora y furiosa que ha sido descrita con un nombre nuevo, acu?ado a la vez por la indignaci¨®n y la propaganda: urbicidio. As¨ª lo denominaron las voces croatas, que documentaron, a trav¨¦s de una docena de textos y dos centenares de fotos, la destrucci¨®n de Mostar por las fuerzas serbias entre abril y junio del pasado a?o. El arquitecto Bogdan Bogdanovic, que fue alcalde de Belgrado -donde a¨²n reside- entre 1982 y 1986, prefiere hablar de "asesinato ritual de las ciudades" para. referirse a la devastaci¨®n procurada por esta guerra enconadamente antiurbana. Los intelectuales y estudios orientalistas que han publicado anuncios a favor de Bosnia, por su parte, han elegido el t¨¦rmino genocidio cultural para describir el saqueo interminable de la memoria que est¨¢ teniendo lugar en los Balcanes.
Urbicidio, asesinato de las ciudades o genocidio cultural. son tres nombres diferentes para una realidad ¨²nica, la destrucci¨®n brutal del patrimonio material, hist¨®rico y emocional de un pueblo. El s¨ªmbolo inevitable de esta vasta cat¨¢strofe es Sarajevo, capital de Bosnia y del dolor, cuya Biblioteca Nacional, que conten¨ªa tambi¨¦n los fondos universitarios y la hemeroteca nacional, fue bombardeada con granadas incendiarias y reducida a cenizas entre el 25 y el 27 de agosto de 1992, perdi¨¦ndose un mill¨®n y medio de vol¨²menes y 150.000 manuscritos y libros raros.
En Mostar, otra ciudad significativa, se destruyeron durante el pasado verano la catedral y las trece mezquitas, seis de los siete puentes hist¨®ricos y buena parte de los edificios de importancia art¨ªstica, incluyendo el monasterio franciscano, que conten¨ªa el principal archivo hist¨®rico de Herzegovina. Y esa demolici¨®n, nunca debida a los azares del combate, que busca cegar las fuentes de la memoria para complementar la limpieza ¨¦tnica con la higiene cultural, se ha expresado a lo largo y ancho de la antigua Yugoslavia en un sin n¨²mero de lugares.
El empe?o deliberado por borrar el pasado se advierte igualmente en los madrugadores planes de reconstrucci¨®n, que sin pudor se gestan ya sobre los tableros de los arquitectos y que, por poner un ejemplo, proponen que el nuevo Vukovar se levante en un pintoresco estilo serbo-bizantino... Pero nada de esto parecer¨¢ muy extra?o a los que conozcan la experiencia espa?ola de reconstrucci¨®n de las que entonces se denominaban regiones devastadas, durante nuestra posguerra, en los a?os cuarenta. Tambi¨¦n en. aquel tiempo los poetas iluminados y los arquitectos so?aban en la misma direcci¨®n paisajes limpios de impurezas humanas y estil¨ªsticas.
Quiz¨¢ lo m¨¢s significativo del urbicidio balc¨¢nico es que, lejos de obedecer a una violencia ciega e ignorante, responde al designio de un grupo de intelectuales de mirada ardiente y verbo inflamado. Como nos ha recordado Bogdan Bogdanovic, "los creadores originales del caos b¨¦lico en. Bosnia son dos o tres poetas de dudoso valor literario, un historiador de la literatura sin ¨¦xito y, como estratega principal, un psiquiatra de profesi¨®n y poeta popular de vocaci¨®n". Los art¨ªfices del genocidio cultural son, parad¨®jica e inevitablemente, los sacerdotes de la cultura.
Auxiliados por la pusilanimidad europea, los nacionalistas serbios se han propuesto imponer sobre el territorio su mitolog¨ªa cultural, sus tradiciones inventadas, sus fabricaciones po¨¦ticas e incluso sus falsificaciones estil¨ªsticas arquitect¨®nicas. Algo a la zaga, pero sin duda disc¨ªpulos aventajados, los nacionalistas croatas se proponen similarmente redise?ar los paisajes de la memoria, y han comenzado a probarse la mano expurgando del callejero de Zagreb toda la onom¨¢stica comunista o antifascista que "perturba al ser nacional croata" y espolvoreando el plano de la ciudad con los apellidos de algunos nazis notorios. Entre las dos identidades enfrentadas, el viejo pluralismo multicultural y tolerante de Bosnia, que hizo de Sarajevo "el Toledo de los Balcanes", se desangra y se extingue.
Los europeos, presionados por Alemania, reconocieron prematuramente a Eslovenia y a Croacia, iniciando una turbulencia de consecuencias imprevisibles. El posterior reconocimiento de la independencia de Bosnia se produjo cuando se hab¨ªan soltado ya los perros de la guerra. Mientras estos a¨²llan, los l¨ªderes de Europa se comportan como aquellos pol¨ªticos de levita y chistera en la pel¨ªcula de Eisenstein, a los que el cineasta sovi¨¦tico hac¨ªa salir y entrar aceleradamente de los coches oficiales y los edificios p¨²blicos, en una acci¨®n pertinaz y rid¨ªculamente repetida: marionetas veloces, solemnes e in¨²tiles.
Pero los dirigentes europeos son tan culpables del desarrollo de los acontecimientos en la antigua Yugoslavia como lo son Milosevic o Karadzic, Tudjman o Boban. Con su irresponsabilidad diplom¨¢tica abrieron una caja de Pandora que no saben c¨®mo clausurar. Hoy sabemos encontrar en el mapa la Krajina o Eslavonia, y nos hemos hecho peritos en la geograf¨ªa de la crueldad que esmalta el territorio de Bosnia-Herzegovina. Sin embargo, todav¨ªa somos felizmente ignorantes de la toponimia de Kosovo o de Macedonia, destinos inmediatos de la guerra balc¨¢nica.
Si queremos mantener esa pac¨ªfica ignorancia, seguramente es imprescindible que nuestros pol¨ªticos entiendan, como ha subrayado Juan Goytisolo, que "Europa no est¨¢ muriendo en Maastricht, sino en Sarajevo". El urbicidio es una enfermedad contagiosa, que se comunica de inmediato a los vecinos, pero que destruye tambi¨¦n poblaciones lejanas. Aunque las dem¨¢s ciudades europeas parezcan a¨²n intactas, sus corazones est¨¢n comenzando a helarse, y pronto estar¨¢n habitadas por cad¨¢veres.
Babelia
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