Major gana
ANTES DE conseguir, ayer, una victoria en la votaci¨®n de confianza de la C¨¢mara de los Comunes por un c¨®modo margen, John Major, el primer ministro conservador del Reino Unido, tuvo que hacer frente a los peores momentos de su carrera pol¨ªtica. Agradecer¨¢, sin duda, dejar atr¨¢s una semana en la que han peligrado su liderazgo, su Gobierno, la unidad de su partido, la legislatura y hasta la continuada presencia del Reino Unido en la CE. De haber perdido el voto de confianza, se habr¨ªa visto obligado a convocar unas elecciones generales. Y ¨¦stas, considerando que la aceptaci¨®n popular de su liderazgo es en este momento la peor que ha tenido un primer ministro en d¨¦cadas, habr¨ªan devuelto el poder al Partido Laborista.Con la victoria de ayer, Major no logra anular, sin embargo, la posibilidad de la disoluci¨®n del Parlamento y la convocatoria de comicios generales en los pr¨®ximos meses. La situaci¨®n en el interior del Partido Conservador es de tal divisi¨®n que va a resultarle dif¨ªcil seguir gobernando sin haber retomado previamente el control de los tories. Las dificultades en que se ha encontrado metido el primer ministro en estos d¨ªas -supuestamente s¨®lo en torno a la ratificaci¨®n del Tratado de Maastricht- han procedido sobre todo de la rebeli¨®n de los diputados conservadores euroesc¨¦pticos, l¨¦ase thatcheristas. Ello subraya la miseria de su partido: la rebeld¨ªa hab¨ªa puesto a Major contra las cuerdas y le hubiera fo
rzado a convocar unas elecciones que seguramente habr¨ªa perdido estrepitosamente.Todo ha girado en torno a la aceptaci¨®n o no por el Reino Unido del cap¨ªtulo social del Tratado de Maastricht. Lo ilustra el hecho de que la cuesti¨®n de confianza versara espec¨ªficamente sobre la pol¨ªtica seguida por el Gobierno en el asunto de la Carta Social Europea. Esa pol¨ªtica consiste en la ratificaci¨®n del tratado, pero manteniendo simult¨¢neamente la autoexclusi¨®n brit¨¢nica (la cl¨¢usula de opt-out, es decir, de tener la opci¨®n a salirse de la aplicaci¨®n del cap¨ªtulo) de la normativa social acordada en la ciudad holandesa. Esta postura fue tolerada por los restantes 11 miembros comunitarios.
Nada hay que un partidario conservador del mercado libre odie m¨¢s que la intervenci¨®n estatal -o, peor a¨²n, la de Bruselas- en cualquier mercado, aunque sea liviana, y espec¨ªficamente en el mercado de trabajo. As¨ª es la ideolog¨ªa thatcheriana todav¨ªa hoy vigente en el Reino Unido. ?C¨®mo es posible entonces que 23 diputados conservadores rebeldes votaran el pasado jueves a favor de la inclusi¨®n de la Carta Social en las obligaciones brit¨¢nicas respecto de Maastricht? Simplemente, porque si odian el cap¨ªtulo social, odian Maastricht a¨²n m¨¢s, y les parec¨ªa que derrotando a Major en esta votaci¨®n forzar¨ªan el rechazo del tratado o, cuando menos, el considerable retraso de su ratificaci¨®n.
Y el Partido Laborista, al que no le importar¨ªa ver al Reino Unido sometido a la disciplina del cap¨ªtulo social comunitario, se encontr¨® con un aliado sorprendente aun cuando deseado. Claro que la pol¨ªtica laborista es m¨¢s compleja: ha pretendido bloquear la ratificaci¨®n de Maastricht "hasta tanto el Gobierno comunique a la CE que tiene la intenci¨®n de adoptar el Protocolo de Pol¨ªtica Social". Sutil postura que pretend¨ªa poner en dificultades a todo el mundo. No hay duda de que lo consigui¨®: el Gobierno fue derrotado cuando pretendi¨®, sencillamente, que los Comunes tomaran "nota de su pol¨ªtica sobre la adopci¨®n del cap¨ªtulo social". De todos modos, como la cuesti¨®n se refer¨ªa solamente al protocolo, se entiende que el Tratado de la Uni¨®n estaba ya ratificado, y as¨ª lo cumpliment¨® la reina al firmar el documento de ratificaci¨®n a falta de la votaci¨®n del rechazo de la enmienda laborista que se discuti¨® y que super¨® Major.
Detr¨¢s de todo el problema de la ratificaci¨®n de Maastricht, del cap¨ªtulo social y de la rebeld¨ªa conservadora existe una cuesti¨®n m¨¢s cuya importancia, pese a ser formal, no es menor. Lord Rees-Mogg ha planteado a los tribunales la cuesti¨®n de si el Parlamento puede ratificar una ley que limita la soberan¨ªa nacional. Un punto fundamental en la cuesti¨®n de la divisi¨®n de poderes. Hizo bien la presidenta de los Comunes, Betty Boothroyd, en recordar secamente al High Court que con la ley en la mano ning¨²n tribunal puede cuestionar las conclusiones de la C¨¢mara de los Comunes en materia de legislaci¨®n. Seguramente, los jueces le dar¨¢n la raz¨®n.
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