Un castillo Kafkiano llamado Maastricht
Tras la ratificaci¨®n brit¨¢nica, quedan trabas para la Uni¨®n Europea
LLU?S BASSETS, El agrimensor K., que protagoniza la novela El castillo, de Franz Kafka, llega a una aldea extendida al pie de una colina. Desde los arrabales se divisa la fortaleza donde una ignota autoridad le ha convocado para emprender unos trabajos. K. siempre avanza, pero el castillo que a veces parece a su alcance vuelve, una y otra vez, a desaparecer en la lejan¨ªa. Algo parecido viene sucediendo con el Tratado de Maastricht, cuya ratificaci¨®n empez¨® en mayo de 1992. El pa¨ªs m¨¢s remol¨®n, el Reino Unido, ya lo ha ratificado. Pero faltan todav¨ªa la opini¨®n de dos altos tribunales -el alem¨¢n y el brit¨¢nico- y que los acontecimientos -una nueva tormenta monetaria, por ejemplo- no malbaraten el calendario. Aunque las instituciones europeas cuentan con una agenda precisa para la puesta en marcha de la Uni¨®n Europea, nadie se atreve todav¨ªa a hacer apuestas claras ni a poner fechas para su entrada en v igor.
La presidencia semestral belga de la CE se ha propuesto convocar una cumbre o un Consejo Europeo extraordinario, una vez culminado todo el proceso, con el objetivo de dar una se?al clara y contundente de que la construcci¨®n europea sigue adelante. La fecha deseable es octubre, pero ser¨¢ necesario que los dos altos tribunales que deben pronunciarse sobre el tratado no introduzcan nuevos obst¨¢culos. A nadie se le oculta que Maastricht se debe a la solidez demostrada hasta ahora por el eje franco-alem¨¢n, alianza hist¨®rica que podr¨ªa quedar herida de muerte por una nueva tormenta monetaria.
Si, finalmente, no hay ning¨²n percance, el agrimensor K. llegar¨¢ al castillo de Maastriclit en oto?o. La tarea m¨¢s importante que deber¨¢n emprender los Doce ser¨¢ la puesta en marcha de la segunda fase de la Uni¨®n Econ¨®mica y Monetaria, que implica la creaci¨®n del Instituto Monetario Europeo (IME) para el 1 de enero de 19514. Dicho instituto, destinado a convertirse en el banco central europeo, deber¨¢ preparar la futura Uni¨®n Econ¨®mica y Monetaria (UEM).
La elecci¨®n del presidente del IME y la. designaci¨®n de la sede se realizar¨¢, seg¨²n las previsiones m¨¢s optimistas, en esta cumbre que B¨¦lgica quiere convocar para octubre. Si la entrada en vigor de Maastricht se retrasa algo m¨¢s, no habr¨¢ cumbre y deber¨¢ ser el Consejo Europeo ordinario, convocado para los d¨ªas 10 y 11 de diciembre, el que tome estas decisiones. Como es l¨®gico, ser¨¢ imposible en tal caso que la segunda fase de la UEM empiece en la fecha prevista en el tratado, el 1 de enero de 1994.
Una segunda instituci¨®n de nuevo cu?o deber¨¢ empezar a funcionar inmediatamente. Se trata del Comit¨¦ de las Regiones, cuyos dict¨¢menes consultivos ser¨¢n imprescindibles para cuestiones como los fondos de ayuda regional, que constituyen una de las partidas m¨¢s importantes del presupuesto de la CE. Alemania y Espa?a son, posiblemente, los pa¨ªses mas interesados en el Comit¨¦ de las Regiones.
Simult¨¢neamente, la presidencia del Consejo de Ministros contar¨¢ con la facultad de ensayar las pasarelas creadas por el tratado para convertir cuestiones que ahora pertenecen al terreno impracticable de la unanimidad -y por tanto del veto- en cuestiones que se pueden resolver por mayor¨ªa cualificada (ocho Estados miembros a favor, con 54 votos ponderados seg¨²n tama?o y poblaci¨®n sobre 76).La presidencia belga ya ha sugerido la posibilidad de intentar este mismo a?o lo que el tratado llama una acci¨®n com¨²n en pol¨ªtica exterior y de seguridad, cuesti¨®n que requiere primero una votaci¨®n por unanimidad y que da paso luego a su aplicaci¨®n mediante la mayor¨ªa cualificada. La guerra en la antigua Yugoeslavia o el proyecto de iniciativa de seguridad europea planteado por Francia podr¨ªan ser los primeros ¨¢mbitos que plantearan la necesidad de esta votaci¨®n para una acci¨®n com¨²n, posible tambi¨¦n en el ¨¢mbito de la pol¨ªtica judicial y policial.
A mitad de este camino de tan dificil tr¨¢nsito se puede producir la ampliaci¨®n de la CE, a la que aspiran cuatro pa¨ªses: Austria, Finlandia, Suecia y Noruega. La incorporaci¨®n tan s¨®lo de uno de ellos obligar¨¢ a revisar las actuales mayor¨ªas cualificadas y plantear¨¢, adem¨¢s, una cuesti¨®n que fue eludida en el Tratado de Maastricht, como es la reforma de las instituciones, con el fin de permitir, entre otras cosas, la entrada de pa¨ªses peque?os, agilizar la toma de decisiones y economizar en las infinitas traducciones e interpretaciones.
La entrada en vigor de Maastricht ampl¨ªa los poderes llamados de codecisi¨®n del Parlamento Europeo, que cuenta con mayores posibilidades de enfrentarse a las posiciones del Consejo de Ministros. Crea la ciudadan¨ªa europea, que permite a cualquier ciudadano participar en las elecciones locales y europeas en el pa¨ªs de residencia. En junio de 1994 se celebrar¨¢n las primeras elecciones europeas regidas por el nuevo concepto. De ellas surgir¨¢ una C¨¢mara que deber¨¢ votar la confianza a la nueva Comisi¨®n Europea en 1995, cuando termine el mandato de la actual.
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