El juez Colombo, h¨¦roe a su pesar
La Fiscal¨ªa de Mil¨¢n se convierte en depositaria de la necesidad de milagros en Italia
El magistrado Gherardo Colombo, uno de los jueces italianos de la investigaci¨®n Manos Limpias, que desde hace a?o y medio est¨¢ volviendo del rev¨¦s a este pa¨ªs, minado por la corrupci¨®n y los conchabeos con la Mafia, ha pasado involuntariamente a los altares de una sociedad necesitada de esperanza. Una sociedad que ha depositado en la Fiscal¨ªa de Mil¨¢n la creencia de que sus componentes est¨¢n a mitad de camino entre el Conseguidor y la Virgen de Lourdes.El joven juez -pelo corto rizado, gafitas, poca corbata-, evit¨® el lunes el suicidio de una mujer desesperada que hab¨ªa acudido a su despacho, burlando los controles de seguridad, para contarle que, en contra de lo que todos pensaban, su marido no falleci¨® hace dos a?os de muerte natural, sino asesinado.
Colombo no hab¨ªa salido a recibirla, y ella -rondando la cincuentena, polaca nacionalizada italiana- se subi¨® al alf¨¦izar de una ventana del cuarto piso del Palacio de Justicia y amenaz¨® con tirarse al vac¨ªo. El grito de una secretar¨ªa hizo salir de su despacho al magistrado el ¨²nico de Manos Limpias que se ha quedado en Mil¨¢n para seguir coordinando las investigaciones y que se hallaba sumergido en los quehaceres relacionados con dos, nuevas detenciones de implicados en el esc¨¢ndalo de Enimont
En la Fiscal¨ªa de Mil¨¢n, el famoso es Antonio di Pietro, aquel cuyo nombre corean en las universidades cuando va a dar una conferencia; el vitoreado cuando todos llegan a la catedral para los funerales de las v¨ªctimas de las bombas de la semana pasada. Pero esta vez toc¨® ser h¨¦roe a pesar suyo a este otro magistrado milan¨¦s, esquivo, harto de las c¨¢maras que le persiguen exclusivamente a consecuencia de su trabajo.
Entretuvo a la mujer que ten¨ªa las piernas en el vac¨ªo y que le grit¨®: "Nadie me hace caso, pero coja este bolso; dentro est¨¢n los documentos y todas las pruebas de que mi marido fue asesinado". Colombo le dio conversaci¨®n mientras llegaban los bomberos y acab¨® abalanz¨¢ndose sobre ella, junto con uno de sus escoltas, hasta lograr retirarla de la ventana, para que fuera conducida al psiqui¨¢trico. Luego, cuando se le acercaron los periodistas, dijo: "No, por Dios. S¨®lo falta que ahora,escriban sobre esto".
"Son ustedes realmente c¨ªnicos",dijo Colombo cuando alg¨²n informador le insinu¨® que ahora se merece el Premio Bondad. "No quiero acabar en la ¨²ltima p¨¢gina de Cuore -, musit¨® aludiendo al semanario sat¨ªrico que crucific¨® a su colega Di Pietro durante un mes cuando se supo que el magistrado se hab¨ªa parado en la autopista para socorrer a dos v¨ªctimas de un accidente.
Cuore, ironizando sobre el exagerado despliegue que el resto de la prensa italiana hab¨ªa hecho de este suceso, estuvo reservando un espacio a las supuestas buenas acciones de Di Pietro, en el que lo responsabilizaba de la llegada puntual de los trenes o de evitar que el club de f¨²tbol Fiorentina bajase a Segunda Divisi¨®n.
En su condici¨®n de juez anticorrupci¨®n de guardia, el trabajo de Gherardo Colombo ha ido desde ordenar la detenci¨®n, del n¨²mero dos de Enimont hasta evitar el suicidio de una se?ora. Los magistrados de Manos Limpias est¨¢n llegando a ser, sin pretenderlo, como esas tiendas italianas donde cuelga este cartel: "Hacemos lo posible; intentamos lo imposible. Para los milagros, nos estamos entrenando".
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