Brindis por Juan EsteIrich
El cineasta Juan Estelrich (Barcelona, 1927) muri¨® el martes pasado en Madrid a consecuencia de un infarto de miocardio. Estelrich dedic¨® la mayor parte de su vida a la producci¨®n cinematogr¨¢fica y trabaj¨® con directores como Samuel Bronston (en El cid o 55 d¨ªas en Pek¨ªn), Orson Welles (con quien colabor¨® en Campanadas a medianoche), Berlanga (Pl¨¢cido) o Luis Bu?uel. En 1976, dirigi¨® su ¨²nica pel¨ªcula, El anacoreta, con gui¨®n suyo y de Rafael Azcona y por la que el protagonista, Fernando Fern¨¢n G¨®mez, obtuvo un premio en el Festival Internacional de Cine de Berl¨ªn. Los restos del cineasta ser¨¢n enterrados hoy en el cementerio de la Almudena. El cortejo f¨²nebre saldr¨¢ del tanatorio de la M-30 a las 11.30 horas. Jugando al p¨®quer una tarde en el estudio del pintor Pepe D¨ªaz sobre el capote chamuscado de Anto?ete el ¨²nico perdedor fue Juan Estelrich. Al finalizar la partida dijo: "Si hubiera ganado yo, hoy habr¨ªamos ganado todos". Esta vez Juan EsteIrich tambi¨¦n ha perdido. Acaba de morir en medio de la soledad de agosto, en un Madrid sin alma. Los amigos tenemos que agradecerle lo mucho que nos hemos re¨ªdo con ¨¦l. Era el representante del humor catal¨¢n en la meseta, lo trabajaba en ese punto donde la inteligencia se confunde con el sarcasmo, y desde la altura de la ebriedad, en las noches dulces de Bocaccio, lo utilizaba como l¨¢tigo, a la manera de Rosi?ol, que fue rey del bar La Punyalada, en la Barcelona de principios de siglo. Juan Estelrich ten¨ªa algo de caballero velloso, inactual, gigante ir¨®nico que en las tertulias del caf¨¦ Gij¨®n dej¨® lo mejor de su talento gratuitamente a media tarde cuando el alcohol todav¨ªa no lo cabalgaba.
Fue hijo de un ilustre prohombre de la Liga Catalana, secretario de Camb¨®, amigo y consejero de Juan March, aquel Joan EsteIrich que mereci¨® ser inmortalizado en uno de sus Homenots por Josep Pla. Este v¨¢stago barbudo se dedic¨® al cine, y de ese mundo lo sab¨ªa todo. Juan Estelrich resumi¨® su sabidur¨ªa cinematogr¨¢fica al dirigir su ¨²nica pel¨ªcula, El anacoreta, y despu¨¦s sigui¨® trabajando en la producci¨®n y nunca perdi¨® el aire intelectual, de buena crianza, que le caracterizaba.
El signo de la derrota
Le vi por ¨²ltima vez sentado en el caf¨¦ una tarde de final de julio, y en su mirada llena de tristeza aparec¨ªa el signo de la derrota, aunque a veces sonre¨ªa con una displicencia infinita. Miraba por el ventanal de una forma perdida. Tuvo la elegancia de no dejarse compadecer, de modo que la muerte se ha desprendido sobre ¨¦l como una fruta natural cuando ya estaba en su punto. Y a los amigos nos ha dejado el recuerdo de su inteligencia, de las risas compartidas, de la traves¨ªa de tantas noches plet¨®ricas compartiendo los mismos restos del naufragio. Juan tambi¨¦n lo dec¨ªa: "Si juegas al p¨®quer borracho, corres el riesgo de que te quiten no s¨®lo el dinero, sino tambi¨¦n la borrachera". Mi amigo acaba de beberse el ¨²ltimo gin tonic con la Dama, y desde este lado de la tapia levanto mi copa por ¨¦l.
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