Los grandes empiezan el baile de m¨¢scaras
Los grandes comienzan el juego de m¨¢scaras en Stuttgart. Son las leyes de las eliminatorias. Unos se esconder¨¢n, otros correr¨¢n con arrogancia, algunos sentir¨¢n el miedo de la competici¨®n. El calendario del Mundial precipitar¨¢ el juego: los grandes entran en escena en las rondas de clasificaci¨®n de 100 y 400 metros, las dos pruebas m¨¢s atractivas del Mundial. Los duelos est¨¢n preparados: Lewis contra Christie, y ambos contra la nueva generaci¨®n (Cason o el nigeriano Effiong). La carrera de 400 metros ser¨¢ una guerra de americanos: Michael Johnson, Quincy Watts, y Butch Reynolds.
Las eliminatorias de 100 metros valen m¨¢s por su lectura que por la n¨®mina de clasificados. En las semifinales de ma?ana estar¨¢n todas las estrellas, pero algunos habr¨¢n sentido los efectos de la guerra psicol¨®gica que se libra en estas batallas de apariencia instrascendente. A?os atr¨¢s, Carl Lewis liquidaba a sus adversarios con una demostraci¨®n de abundancia en la primera serie. El peso de su marca desanimaba a cualquier reto y predestinaba la victoria del velocista estadounidense en la final. La aparici¨®n de Ben Johnson cambi¨® los t¨¦rminos de la estrategia. Johnson nunca se dej¨® intimidar por los registros de Lewis en las eliminatorias. Prefer¨ªa esconderse y golpear a Lewis en la final, donde m¨¢s duele. Desde entonces, Lewis ha cambiado de papel. Ahora no asusta. Vigila.Ser¨¢n unas series para gente que tiene un un doble fondo. El ingl¨¦s Linford Christie siempre ha actuado con cautela en las previas a la final; el namibio Frankie Fredericks es un atleta tranquilo; el estadounidense Mitchell jugar¨¢ con cuidado despu¨¦s de su lesi¨®n. S¨®lo los j¨®venes est¨¢n impacientes. El norteamericano Andr¨¦ Cason y el nigeriano Effiong se han visto en la noria de las rondas clasificatorias para un Mundial. Lo m¨¢s probable es que interpreten el papel de los codiciosos.
Lewis ha advertido que dir¨¢ su favorito despu¨¦s de las dos primeras rondas. Por ahora, sale como tapado en una carrera que tiene a Christie como caballo. En los ¨²ltimos a?os, Lewis disfruta con ese papel. Le conviene desplazar la presi¨®n sobre sus rivales y manejar su amplia experiencia en el teatrillo de las series. Su nombre todav¨ªa provoca el miedo entre los caracteres m¨¢s d¨¦biles. S¨®lo Christie parece inmune al efecto Lewis. Simplemente es tan arrogante, confiado y fiero como el estadounidense.
Las carreras estar¨¢n destinadas al disfrute de los t¨¦cnicos y los iniciados. Es casi seguro que no se vean grandes marcas en las dos primeras series, pero los cuarteles generales de los grandes protagonistas echar¨¢n humo. Habr¨¢ c¨¢balas, estrategias, recomendaciones y tensi¨®n. Nadie quiere quedarse desnudo de posibilidades por un error de interpretaci¨®n en el primer acto. Por eso casi todos llevar¨¢n su m¨¢scara hoy en los 100 metros.
En los 400 metros, el an¨¢lisis tiene un ¨¢ngulo diferente. Las ¨²ltimas grandes competiciones -Mundiales y Juegos Ol¨ªmpicos- han demostrado que las series marcan con claridad la ruta del ganador en la final. El recuerdo de Quincy Watts en los Juegos de Barcelona es revelador. Cogi¨® las series con mano dura, despej¨® cualquier duda sobre su condici¨®n de favorito y destruy¨® a la oposici¨®n.
El baile ser¨¢ fascinante en Stuttgart. Se re¨²nen tres grandes en la historia de la disciplina: el plusmarquista mundial (Butch Reynolds), el campe¨®n ol¨ªmpico (Quincy Watts) y el ¨²nico hombre que ha roto la frontera de los 20 y 44 segundos en 200 y 400 metros (Michael Johnson). Los tres son cabeceras de cartel en la batalla de las multinacionales de las prendas deportivas y disponen de un orgullo descomunal. El caso de Reynolds va m¨¢s lejos. Su disputa con Nebiolo, presidente de la Federaci¨®n Internacional de Atletismo (IAAF), tiene el aspecto de una cruzada. En medio est¨¢ la sanci¨®n de dos a?os que recibi¨® por dopaje y la multa de 27,5 millones de d¨®lares que impuso un juez de Ohio a la IAAF por da?os y perjuicios a Reyniolds. Es un gui¨®n de primera para una prueba que tiene m¨¢s altura que nunca.
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