Los chicos de la 'loca' y el tir¨®n
En la actualidad no hay bandas juveniles como las que sembraron el terror en la d¨¦cada de los setenta
El Vaquilla escribe en la c¨¢rcel sus memorias. El Guille se consume tras los barrotes de la prisi¨®n madrile?a de Alcal¨¢-Meco. Son los restos de aquella generaci¨®n de pandilleros que en los a?os setenta sembr¨® el terror en Madrid, Barcelona y otras grandes capitales. Otros chicos malos tuvieron peor suerte: El Jaro, El Melones, El Clemen o Jos¨¦ Antonio Valdelomar -protagonista de la pel¨ªcula Deprisa, deprisa, de Carlos Saura- murieron a tiros o consumidos por la droga. Ahora no hay bandas juveniles: la hero¨ªna acab¨® con ellas. Pese a eso, el a?o pasado fueron detenidos 15.152 menores de 18 a?os, la mayor¨ªa de ellos por robos con fuerza y sustracci¨®n de objetos en el interior de autom¨®viles.Jos¨¦ Joaqu¨ªn S¨¢nchez Frutos, El Jaro, muri¨® el 24 de febrero de 1979, cuando apenas hab¨ªa cumplido los 16 a?os. Un vecino del paseo de La Habana, de Madrid, le mat¨® de un disparo efectuado con un rifle de cazar elefantes. En el momento de morir, El Jaro llevaba en un bolsillo la cartera de pl¨¢stico en la que guardaba un pu?ado de recortes de peri¨®dico sobre sus haza?as -tirones, tiroteos y detenciones-, que ¨¦l sol¨ªa ense?ar con orgullo a quien quer¨ªa o¨ªrle.
El Jaro y sus troncos (amigos) fueron un d¨ªa a ver la pel¨ªcula Perros callejeros, del director Jos¨¦ Antonio de la Loma, y desde entonces adoptaron la forma de actuar de los pandilleros del celuloide: dejaron de ser ladrones para ser tironeros. Desde aquel momento, las mujeres de Madrid aprendieron que, deb¨ªan llevar el bolso bien sujeto y caminar alejadas de la calzada si no quer¨ªan arriesgarse a que un grupo de j¨®venes se lo arrebatara peg¨¢ndole un tir¨®n desde un coche en marcha.
El Jaro, El Guille, el Melones, el Payaso y el Taxista llegaron a formar una banda compuesta hasta por 40 individuos. Sembraron el terror en Madrid, sobre todo en la zona norte de la capital. Sus actuaciones y las de El Gasolina, El Fitipaldi, el Cachorro y El Colega trajeron en jaque a la polic¨ªa durante a?os. No es extra?o que la gorrilla que llevaba El Jaro en el momento de caer abatido estuviera colgada durante a?os de una pared de la vieja comisar¨ªa de la calle de Cartagena, como si se tratara de un trofeo.
Entre la muerte de El Jaro y la de Clemente Martos (El Clemen) s¨®lo medi¨® un mes. ?ste muri¨® de un balazo en un callej¨®n de Barcelona cuando trataba de escapar de la polic¨ªa en una loca (un Seat 1430), s¨ªmbolo del coche r¨¢pido preferido por aquellos j¨®venes delincuentes de la '¨¦poca.
Juan Manuel Fanjul Sede?o, fiscal general del Estado en 1979, ya lo dijo en la Memoria de aquel a?o: "La delincuencia juvenil se ha convertido en una preocupante epidemia, cuya soluci¨®n exige un renacimiento de la espiritualidad, ya sea religiosa o human¨ªstica". Quiz¨¢ la dura vida de aquellos chicos de infancia desgraciada en familias rotas era en realidad el origen del problema, y no la falta de espiritualidad.
Atracos
Durante el a?o 1979, la polic¨ªa y la Guardia Civil detuvieron a 16.898 menores de 21 a?os, de los que casi la mitad no hab¨ªa cumplido a¨²n los 16, y otros 5.310 ten¨ªan entre 16 y 17 a?os. El 80% de estos muchachos fueron arrestados por robos con violencia o intimidaci¨®n.Estas bandas estaban capitaneadas por chicos que apenas llegaban a los pedales de un coche y que ten¨ªan que atar ladrillos sobre el acelerador para poder, conducir una loca. Les gustaba jugar al rat¨®n y al gato a 150 por hora, oyendo las sirenas de la polic¨ªa a sus espaldas. Despu¨¦s de estas andanzas, se reun¨ªan como en un ritual para fumar unos porros o inhalar pegamento.
El aluvi¨®n de inmigrantes que en los a?os sesenta y setenta abandonaron sus pueblos de Extremadura, La Mancha o Andaluc¨ªa para buscar una vida mejor en Madrid, Barcelona o Bilbao y otras grandes capitales origin¨® la aparici¨®n de una clase suburbial, empobrecida y desilusionada. Y los hijos de aquellos obreros configuraron una sociedad rebelde y marginada, lo que, unido a la falta de previsi¨®n de los poderes p¨²blicos, "gest¨® una explosi¨®n de violencia", como reconoci¨® varios a?os despu¨¦s el entonces fiscal general del Estado Javier Moscoso.
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