Guinea y nosotros
LA TENTACI?N abandonista est¨¢ justificada, pero ser¨ªa poco responsable que Espa?a sucumbiera a ella y renunciase a cualquier presencia en Guinea. Las provocaciones con que el r¨¦gimen de Teodoro Obiang corresponde a la importante ayuda espa?ola explican esa tentaci¨®n. Motivos de solidaridad con la poblaci¨®n de la que fue colonia hispana y una visi¨®n a largo plazo de nuestros intereses econ¨®micos aconsejan, sin embargo, no ceder a ella.La retorcida estrategia de Obiang en relaci¨®n a la antigua metr¨®poli consiste desde hace a?os en provocar artificiales incidentes que obliguen a la diplomacia espa?ola a ejercer sus buenos oficios ante las autoridades de Malabo. Tras un periodo de incertidumbre y tensi¨®n, Obiang accede a las peticiones -no ejecutar a un sargento amenazado con la pena capital, admitir que tal detenido no era de ETA, dejar en libertad a otro espa?ol arbitrariamente detenido, etc¨¦tera- con la ingenua, pero a veces eficaz, pretensi¨®n de quedar en posici¨®n de acreedor: Espa?a le debe un favor.
No se sabe bien qu¨¦ mensaje quiere enviar ahora Obiang, pero s¨ª que est¨¢ relacionado con las elecciones que hab¨ªa convocado para septiembre pr¨®ximo y cuyo aplazamiento hab¨ªa sido solicitado por el Gobierno espa?ol, haci¨¦ndose eco de la petici¨®n de las fuerzas guineanas de oposici¨®n. ?stas consideran que con la actual ley electoral y la de partidos, adem¨¢s de las deficiencias del censo, no existen garant¨ªas de limpieza de tales comicios. El aplazamiento lo solicitaban para negociar esos puntos, as¨ª como una amnist¨ªa que permita a los opositores exiliados participar libremente en la campa?a electoral. As¨ª estaban las cosas cuando, el mi¨¦rcoles 18, la televisi¨®n de Malabo anunci¨® que Obiang estaba dispuesto a acceder a la petici¨®n de aplazamiento. Las elecciones han sido fijadas para el 12 de diciembre.
La irritaci¨®n que ese permanente chantaje produce en la opini¨®n p¨²blica espa?ola ha vuelto a suscitar dudas sobre si no ser¨ªa mejor abandonar el campo a Francia, potencia dominante, cultural y econ¨®micamente, en la regi¨®n. Pero hacerlo supondr¨ªa renunciar a la ¨²nica posibilidad de presencia e influencia en una zona del mundo, -el golfo de Biafra, codiciada y disputada, por sus enormes recursos energ¨¦ticos, por grandes potencias como Francia y EE UU. A pesar de su pobreza, Guinea Ecuatorial, al igual que sus vecinos, esconde grandes yacimientos de petr¨®leo y gas. Un pa¨ªs de la regi¨®n, Nigeria, se convirti¨® el pasado a?o en nuestro principal proveedor de petr¨®leo. Pero hay tambi¨¦n un argumento humanitario y de responsabilidad moral. En estos tiempos en que la defensa de la vida provoca intervenciones internacionales no parece muy digno abandonar a un pueblo, por peque?o que sea, a merced de un dictador cruel y megal¨®mano. De hecho, la oposici¨®n considera que la presi¨®n espa?ola ha sido decisiva para que, pese a todo, Obiang ceda en la cuesti¨®n de la fecha.
Cabe siempre la posibilidad de que Francia ocupe ese lugar, pero el pueblo guineano no ha cesado de manifestar su negativa a perder el componente hispano de su identidad, as¨ª como su rechazo y resentimiento frente a la creciente presencia francesa en su pa¨ªs, especialmente por su apoyo al dictador. Siempre queda la tentaci¨®n de creer que entre el abandono y la solidaridad existe un t¨¦rmino medio, el de la inacci¨®n. Este principio es m¨¢s acorde con cierto estilo de la diplomacia espa?ola que tiende a premiar las actuaciones de aquellos funcionarios que se esfuerzan por evitar que su embajada sea identificada con un expediente conflictivo. Pero, en el caso de Guinea, inacci¨®n equivale a abandono y, por otra parte, no evita conflictos. La cooperaci¨®n econ¨®mica y t¨¦cnica de Espa?a es lo suficientemente importante como para condicionarla a la adopci¨®n de reformas pol¨ªticas concretas por parte de Malabo. Es lo que de Espa?a espera la oposici¨®n democr¨¢tica guineana.
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