Un buen presidente
Domecq / Rinc¨®n, Ponce, S¨¢nchezToros del Marqu¨¦s de Domecq, bien presentados, bravos, muy encastados y blandos.C¨¦sar Rinc¨®n: media, tres descabellos -aviso- y un descabello (ovaci¨®n); -aviso-, un pinchazo y estocada (oreja). Enrique Ponce: pinchazo y casi entera ca¨ªda (ovaci¨®n); media (oreja y dos vueltas). Manolo S¨¢nchez: bajonazo (pitos); bajonazo (oreja). Plaza de toros de Almer¨ªa. 23 de agosto. Segundo festejo de feria. Tres cuartos de entrada.
El presidente de la plaza recibi¨® una de las broncas m¨¢s sonadas que se recuerdan en esta tierra. Y todo, porque le neg¨® la segunda oreja a Enrique Ponce. Mejor dicho, por ser uno de los pocos aficionados presentes y entender que el torero valenciano hab¨ªa desaprovechado un toro bravo y encastado. El p¨²blico almeriense, que s¨®lo pretende pasarlo bien, y para ello, cuantas m¨¢s orejas, mejor, no lo consider¨® as¨ª y abuche¨® al us¨ªa con una acritud extraordinaria.
Pero los que no deben estar como estuvo Ponce son las llamadas figuras del toreo. Esto es lo que, por desgracia, suele ocurrir cuando sale a la arena una corrida como la del Marqu¨¦s de Domecq: bien presentada, sin cara aparatosa, pero muy seria, con trap¨ªo y cuajo, que empuja con furia en el caballo, persigue en banderillas y llega engallada a la muleta. No es que todos los toros fueran as¨ª, pero as¨ª fue e quinto y se las hizo pasar moradas a Enrique Ponce. Se luci¨® el torero en unas f¨¢ciles ver¨®nicas de salidas, y ah¨ª acab¨® su dicha. La faena de muleta fue un verdadero tormento por la codicia y la acometividad nada f¨¢ciles del toro y la imposibilidad del torero para dome?ar aquella fuerza de la naturaleza. Sin quietud, con prisas, sin mando, sin temple, donde y como el toro quer¨ªa, la actuaci¨®n de Ponce fue de las que merecen la gran bronca que el presidente recibi¨®. No era un oponente f¨¢cil, es verdad. Pero las figuras del toreo son figura porque no se dejan ganar la pelea. Tras la muerte del toro, los tendidos se llenaron de pa?uelos y s¨®lo unos pocos aficionados mostraban su desacuerdo. El presidente concedi¨® una oreja y aguant¨® impert¨¦rrito el chaparr¨®n posterior, con insultos a coro incluidos. La labor de Ponce en su primero pas¨® desapercibida ante un toro que se apag¨® en el tercio final.
El dilema que presenta la casta lo resolvi¨® en su segundo toro C¨¦sar Rinc¨®n. Se hab¨ªa peleado sin ardor con un inc¨®modo primero, y se encontr¨®, despu¨¦s, con un bravo animal que no admit¨ªa el m¨¢s m¨ªnimo error. Le cost¨® un esfuerzo ¨ªmprobo hacerse con la embestida; estuvo a punto de perder los papeles, pero, finalmente, gan¨® la batalla el torero por bravura propia. Domin¨® al toro porque asumi¨® su condici¨®n de figura y se jug¨® el tipo de verdad. Sud¨® tinta china, pero consigui¨® arrancar una oreja.
Otra se llev¨® Manolo S¨¢nchez del toro m¨¢s noble de la corrida, el sexto, con una actuaci¨®n cogida con alfileres, bonita y cuidada, pero superficial. Estuvo muy mal con el tercero, un animal muy dif¨ªcil, que evidenci¨® las muchas carencias del torero.
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