?Un toro astifino!
Sali¨® en cuarto lugar un toro medio desmochado, cornicorto, astigordo, arruinado de pit¨®n, y la afici¨®n lo sufri¨® en silencio, pero sali¨® en quinto lugar un toro astifino y la afici¨®n -todos a una- bot¨® de sus asientos. ?Un toro astifino! De esto se ve¨ªa poco. Algunos ya ten¨ªan olvidado c¨®mo es un toro astifino.Un toro astifino, de repente, en la feria de San Mart¨ªn de Valdeiglesias, es algo que no se acaba de entender. C¨¦sar Rinc¨®n a¨²n lo entend¨ªa menos y no dio pie con bola. Su banderillero Monaguillo de- Colombia, igual de perplejo y asustado que el matador, prendi¨® un par al aligu¨ª, en su siguiente intervenci¨®n pas¨® en falso y debi¨® tomar la determinaci¨®n de que a ese toro astifino lo iba a banderillear su padre (el semental), pues se qued¨® a orilla de un burladero haciendo se?as de que con ¨¦l no contaran, luego pidi¨® el cambio de tercio, y fue el presidente, y lo cambi¨®.
Pe?a / Gonz¨¢lez, Rinc¨®n, Finito
Toros de Fernando Pe?a, bien presentados en general, algunos sospechosos de pitones como 4?,otros bien puestos, como 5?; con casta, varios dificultosos.D¨¢maso Gonz¨¢lez: dos pinchazos y estocada corta ca¨ªda (ovaci¨®n y saludos); media tirando la muleta (dos orejas). C¨¦sar Rinc¨®n: bajonazo tirando la muleta y violenta rueda de peones que tira al toro (oreja con protestas); dos pinchazos y bajonazo delantero (bronca). Finito de C¨®rdoba: estocada corta tendida trasera ladeada (oreja con escasa petici¨®n); pinchazo y estocada trasera (oreja). Gonz¨¢lez y Finito salieron a hombros. Plaza de San Mart¨ªn de Valdeigesias, 9 de septiembre. Primera corrida de feria. Tres cuartos de entrada.
La fiesta est¨¢ as¨ª de dulce: cada cual hace lo que le da la real gana. Hasta un banderillero se permite la licencia de asumir funciones que no le corresponden, con anuencia de la autoridad y del maestro. Se duda, naturalmente, de que esa autoridad supiera ejercerla y ese maestro tuviera maestr¨ªa. Parec¨ªan dos, puestos all¨ª por el ayuntamiento. El de arriba, porque estaba a la orden de todo el mundo; el de abajo porque fue incapaz de torear un toro astifino.
El toro astifino era un lujo de toro, con su trap¨ªo mollar y su capa guaran¨ª. Quiere decirse que iba. de guapo por la vida, luciendo un pelaje c¨¢rdeno arromerado, botinero en las patitas de delante, lo mismo aunque tambi¨¦n algo calcetero en las de atr¨¢s; por la cara, careto, y por la cabeza, cornudo total. Los aficionados admiraban su estampa boquiabiertos y algunos se daban con el codo. No hac¨ªa falta m¨¢s: un codazo en el momento oportuno equivale a todo un manifiesto. Otros necesitaban verbalizar su sorpresa y exclamaban: "?Un toro astifino! ?No me lo puedo creer! ".
Alguien dej¨® caer una maldad, sin embargo, y fue, y dijo, como quien no quiere la cosa: "Pues a lo mejor est¨¢ afeitado. La t¨¦cnica del barbero moderno consiste en sacarles punta a los toros que afeita". La afici¨®n se estremeci¨® al o¨ªr aquello, y el tipo maldito que aventur¨® la posibilidad se encogi¨® para ocultarse entre la masa, sonriendo solapadamente. A muchos les gusta enredar y disfrutan sembrando inquietudes. La afici¨®n reaccion¨®, pronto, no obstante, y pens¨® que si a partir de ahora los toros afeitados van a salir as¨ª de arbolados y astifinos, la fiesta est¨¢ de albricias.
C¨¦sar Rinc¨®n, en cambio, no estaba de albricias. C¨¦sar Rinc¨®n atraviesa unos momentos aleatorios. El hombre le echa voluntad al toreo, mas el toreo no lo cuaja como sol¨ªa. A su primer toro, que suscit¨® grandes protestas en el tendido por su anovillado tipo y embest¨ªa dificultoso, le cost¨® horrores fijarlo en la muleta, peg¨® muchos pases movidos precedidos de zapatillazo y todos con el pico, o ayud¨¢ndose de la espadita si eran naturales. Al c¨¢rdeno arromerado botinero careto y -?calla, coraz¨®n!- astifino, le tent¨® la embestida a distancia, y pues no se fiaba de ella, lo machete¨® sin disimulos.
Toros de casta ¨¢spera hubo unos cuantos y no arredraron a los otros diestros. D¨¢maso Gonz¨¢lez porfi¨® pases al primero, a pesar de que le achuchaba y le desarm¨® dos veces. Y al arruinado de pit¨®n aquel -noble e inv¨¢lido, por a?adidura- le peg¨® docientos, de frente, de lado, de espaldas, de pie, de rodillas, pendulando la muleta o sin pendularla, y si no llega a ser porque el toro se desplomaba, a¨²n estar¨ªa peg¨¢ndole pases.
Finito de C¨®rdoba, por su parte, lidi¨® decidido dos toros de casta seria, y practic¨® el toreo seg¨²n los c¨¢nones -suyos fueron los muletazos aut¨¦nticamente toreros de la tarde-, que es lo dificil y arriesgado. La afici¨®n estaba emocionad¨ªsima: hab¨ªa visto torear y hab¨ªa visto un toro astifino. Se lo cuentan, y no se lo cree.
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