La batalla de Sevilla
El congreso extraordinario convocado para finales de este mes por los socialistas sevillanos ha relanzado con fragor las luchas internas del PSOE. Aunque pronunciadas en reuniones de partido celebradas a puerta cerrada, las palabras de Guerra en Osuna y Alcal¨¢ de Guadaira en apoyo del candidato del aparato han llegado a la -opini¨®n p¨²blica a trav¨¦s de los medios de comunicaci¨®n. Aplicando la regla de oro de su dial¨¦ctica, esto es, negar las evidencias m¨¢s palmarias siempre que el registro veraz de los hechos le perjudique, Guerra ha desmentido las afirmaciones puestas en sus labios; la descalificaci¨®n global de la prensa como instrumento de la derecha y el capital completa esa destrucci¨®n de las pruebas. Sin embargo, los testimonios de sus intervenciones dejan pocas dudas sobre el sentido general de una posici¨®n altamente cr¨ªtica respecto al Gobierno y concordante con el mon¨®tono discurso difundido por el aparato.Los resultados del 64 arruinaron las esperanzas de los guerristas de que una derrota socialista liquidase pol¨ªticamente a Felipe Gonz¨¢lez y les asegurase el triunfo en el 33 Congreso. Dentro de esa reiterativa l¨®gica masoquista del cuanto peor, mejor, Guerra parece aspirar ahora a que el fracaso del entendimiento con los nacionalismos precipite la dimisi¨®n del presidente del Gobierno. Esa estrategia derrotista descuenta que la eventual retirada de Felipe Gonz¨¢lez como candidato electoral implicar¨ªala derrota del PSOE en las urnas. Sin embargo, el aparato prefiere ser mayor¨ªa en el infierno a ser minor¨ªa en el cielo: con el PP en el poder, los guerristas podr¨ªan expulsar del partido a los renovadores, hacerse fuertes en el grupo parlamentario y gobernar en varias comunidades aut¨®nomas y numerosos ayuntamientos.La escueta lucha por el poder suele verse deeorada por una florida batalla de ideas: ser¨ªa demasiado imp¨²dico que las peleas por conducir una locomotora no tuviesen como justificaci¨®n el destino del viaje y el bienestar de los viajeros. La pol¨ªtica.de alianzas y el horizonte program¨¢tico fijan la id¨¦ritidad de los guerristas: de un lado, la aproximaci¨®n a IU y el pacto con los sindicatos son su alternativa a los acuerdos del Gobierno con los nacionalistas; de otro, la mezcolanza de nacionalismo exasperado, izquierdismo verbal, populismo agrario, obrerismo ret¨®rico y enfrentamiento Norte-Sur nutre el socialismo verdadero del aparato. Sin embargo, ese socialismo de Puerto Urraco es una t¨²nica ideol¨®gica demasiado burda para tapar las desnudeces que las ambiciones personales y los ajustes de cuentas dejan al descubierto. Para ser algo m¨¢s que una facci¨®n en busca del poder perdido, el guerrismo tendr¨ªa que dar respuesta a una serie de cuestiones -la crisis econ¨®mica, la financiaci¨®n auton¨®mica, la corrupci¨®n o la construci¨®n europea- que hasta ahora sus l¨ªderes han ignorado o han despachado con latiguillos demag¨®gicos: el primer paso en ese camino deber¨ªa ser la sustituci¨®n de los hirientes insultos con que sus portavoces -como Ibarra y Sanju¨¢n- obsequian a sus adversarios por argumentos razonables encaminados a convencerlos.
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