El Papa
Con cierta frecuencia las p¨¢ginas de EL PA?S -aun sea gota a gota- destilan hiel, manteniendo opiniones o defendiendo teor¨ªas contrarias a las ense?anzas del Papa.Cuando no son las peregrinas elucubraciones -retribuidas, por supuesto- del te¨®logo seglar Enrique Miret sobre el aborto o la religi¨®n, son las cr¨ªticas de Hans K¨¹ng -otro te¨®logo, sacerdote retirado- al catecismo universal de la Iglesia cat¨®lica, o las opiniones contrarias a la canonizaci¨®n de m¨¢rtires o beatos espa?oles, y ¨²ltimamente las cr¨®nicas del viaje de Su Santidad a M¨¦xico y Estados Unidos, especulando si ser¨ªa o no tan contundente ahora como lo fue al condenar el aborto en el viaje anterior... Y por si fuera esto poco, al tema se le dedica hasta un espacio editorial el 18 de agosto, que en lugar de dar luz puede extender sombras de dudas sobre los lectores que no est¨¦n debidamente preparados; o cuando no hay cr¨ªticas directas, insisten en calificar de impuesto religioso lo que no lo es.
Resulta por lo menos curioso que quienes se muestran como los m¨¢s ac¨¦rrimos enemigos de la pena de muerte sean los m¨¢s estridentes defensores del aborto y, en algunos casos, hasta de la eutanasia.
Cuando ocasi¨®n tras ocasi¨®n desde sus p¨¢ginas persisten en cr¨ªticas, a mi entender injustificadas y contumaces, sobre temas que no deben medirse con criterios peregrinos o con reglas de pragm¨¢tismo material causan malestar e indignaci¨®n.
Desde que le¨ª el pasado mi¨¦rcoles la desfavorable opini¨®n que les merece la proyectada enc¨ªclica Veritatis splendor que prepara Juan Pablo II, anteponiendo a las razones que puede tener el Papa para proclamarla la opini¨®n de otro te¨®logo-eneste caso el alem¨¢n Haering, de 81 a?os- que fue 20 a?os ha consejero sobre moral de Pablo VI, he sentido la necesidad de manifestarle mi protesta y ejercer el derecho de replicarles. Varios argumentos se me ocurrieron: por ejemplo, que el Vaticano II (Lumen genflums, 18) confirm¨® la constituci¨®n dogm¨¢tica del Vaticano I, Pastor aeternus, en la que se reafirma el magisterio infalible del Romano Pont¨ªfice; que la Iglesia, por su naturaleza, no es democr¨¢tica; pero ha sido al o¨ªr el Evangelio de san Mateo 16 (1320) en la misa de hoy, "t¨² eres Pedro y sobre esta piedra edificar¨¦ mi Iglesia", lo que me ha dado el argumento para decirle al director de EL PA?S, para sus colaboradores -retribuidos-, a los que sirven textos de disensi¨®n con las normas emanadas de la Iglesia, y a los lectores: que el Santo Padre, en virtud de que Cristo decidi¨® edificar su Iglesia sobre Pedro y sus sucesores, cumple con su deber de Vicario de Cristo al defender la vida desde su concepci¨®n, condenando el aborto y la eutanasia, opinen lo que opinen los ep¨ªgonos del progresismo, sean o no te¨®logos, y esperamos disponga lo m¨¢s conveniente para la Iglesia universal y orientaci¨®n de los fieles sobre la anunciada enc¨ªclica.
Para m¨ª es evidente que los te¨®logos han de seguir las directrices del Santo Padre: es de caj¨®n; tambi¨¦n que los que han formulado votos, los cumplan, tanto los de obediencia como los de pobreza y castidad. Admitir la pr¨¢ctica de lo contrario ser¨ªa el caos.
Me asombra ver los esfuerzos de los discrepantes para ganar
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Viene de la p¨¢gina anterior pros¨¦litos: como si aspiraran a crear su iglesia, su capillita den tro de la Iglesia. Es tambi¨¦n curioso observar c¨®mo los que militan en posiciones modernistas y/ o progresistas defiendan sus posturas cr¨ªticas, especialmente contra las normas emanadas de la Santa Sede, ha ciendo referencia a las disensiones que hubo entre Sim¨®n-Pedro -ya Vicario de Cristo- y Pablo de Tarso, primer te¨®logo, de las que, dicen, el segundo sali¨® triunfante, cuando lo cierto es que el primer Papa obr¨® en con ciencia y seg¨²n conven¨ªa a la Iglesia. (Tambi¨¦n el tema ha salido en las p¨¢ginas de EL PA?S, en la p¨¢gina 19 del n¨²mero del 22 de agosto).
Para terminar: oponer a las ense?anzas del Papa las tesis de los te¨®logos -o no te¨®logos discrepantes; oponer a la defensa de la vida desde su concepci¨®n las teor¨ªas' abortivas, que de lle varse a cabo pueden ser legales, pero no, son l¨ªcitas; oponer a la defensa del celibato las opiniones sustentadas por los que faltaron a los votos de castidad y han optado por ser maridos y padres, prescindiendo en casos de la dis pensa que el Papa pod¨ªa concederles; dejar que los desvar¨ªos y descuajarigandas frases ofensivas de Ernesto Cardenal sean desmontadas por un agn¨®stico (EL PA?S, 22 de agosto de 1993, p¨¢gina 10) rozan el sectarismo.Ya es hora que en sus p¨¢ginas aparezcan, por lo menos, unas lineas de protesta, suscritas por un cat¨®lico espa?ol, sin m¨¢s t¨ªtulos, fiel a las ense?anzas de la Iglesia-
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