La l¨®gica de la paz
El proceso iniciado por el acuerdo sobre Jeric¨® y Gaza est¨¢ abierto. Prepara un futuro que a¨²n est¨¢ por inventar. Mucho depender¨¢, sobre todo al principio, de la buena voluntad israel¨ª y de la cohesi¨®n del bando palestino. Pero, frente a los muchos planes trazados en el transcurso del ¨²ltimo cuarto de siglo, el movimiento que empieza se inscribe en una l¨®gica de paz y no de guerra. Esta diferencia, radical, queda ilustrada por el reconocimiento mutuo entre Israel y la Organizaci¨®n para la Liberaci¨®n de Palestina (OLP), ratificado el 9 de septiembre.Adem¨¢s de los palestinos, los principales agentes del proceso son Israel, en primer lugar, y Jordania. Es concebible que al t¨¦rmino de la negociaci¨®n sobre la condici¨®n definitiva de la entidad palestina que se emprender¨¢ dentro de tres se cree una confederaci¨®n entre tres, pa¨ªses, uno de los cuales a¨²n est¨¢ por construir. El nuevo Estado se extender¨¢ sobre CisJordania y la franja de Gaza.
Una primera dificultad reside en la naturaleza del Estado palestino. Los israel¨ªes no aceptar¨¢n que pueda tener una pol¨ªtica exterior y de defensa independiente. Pero en derecho internacional un Estado no puede verse privado de estos atributos de la soberan¨ªa. Para resolver la dificultad, una posible soluci¨®n consistir¨ªa en limitar el margen de maniobra del nuevo Estado a trav¨¦s de su Constituci¨®n o mediante un tratado de amistad y de cooperaci¨®n con Israel, o conjugando ambas f¨®rmulas. As¨ª, el Estado palestino podr¨ªa disponer de ministerios de Defensa y de Asuntos Exteriores. Pero, en la pr¨¢ctica, sus Fuerzas Armadas, por ejemplo, se limitar¨ªan a fuerzas policiales dotadas ¨²nicamente de armas ligeras. En el plano econ¨®mico, la nueva entidad estar¨¢ org¨¢nicamente vinculada a Israel y a Jordania, en raz¨®n de la importante di¨¢spora palestina que vive en este pa¨ªs. El peso del Estado hebreo ser¨¢ predominante, y los m¨²ltiples marcos de cooperaci¨®n previstos en el acuerdo provisional contribuir¨¢n a integrar la regi¨®n. Todas las partes deber¨ªan acabar benefici¨¢ndose de ello.
Como muestran los estudios sobre la cuesti¨®n, sobre todo el que lleva a cabo en el Instituto Franc¨¦s de Relaciones Internacionales Bassma Kodmani-Darwish, el mayor reto del proceso de paz -el m¨¢s sensible por sus implicaciones humanas- ser¨¢ el establecimiento de una poblaci¨®n palestina dispersa. En total, la di¨¢spora abarca unos tres millones de personas, frente a: los 1,9 millones de Gaza y a los 800.000 de Israel. ?Qu¨¦ pasar¨¢ con el derecho a regresar de los palestinos desplazados en 1948 y en 1967, y con la condici¨®n de los que viven actualmente en Israel? Por ¨²ltimo, se plantea el problema de los asentamientos jud¨ªos en los actuales territorios ocupados. Es probable, y por otra parte muy deseable, que en los a?os pr¨®ximos las colonias israel¨ªes no se extiendan. L¨®gicamente, las autoridades no deber¨ªan animarlas a ello, y la incertidumbre con respecto al futuro frenar¨¢ los impulsos individuales. Se podr¨ªa concebir que los nacionales de un Estado implantados en el otro disfrutaran de doble nacionalidad.
Si, efectivamente, nos encaminamos hacia una asociaci¨®n entre Israel, el Estado palestino y Jordania, ?a qu¨¦ podr¨ªa parecerse en un futuro previsible? Desde luego, no a la Confederaci¨®n Helv¨¦tica ni a la antigua Yugoslavia. El modelo de referencia es la Comunidad Europea. Pero, aunque s¨®lo sea por la existencia de aspectos humanos completamente diferentes, Oriente Pr¨®ximo deber¨¢ elaborar progresivamente su propia f¨®rmula. M¨¢s all¨¢ de los tres pa¨ªses citados, ?podr¨¢ la futura confederaci¨®n extenderse posteriormente, por ejemplo, a Siria y a L¨ªbano, una vez establecida la paz entre Jerusal¨¦n y Damasco?
Tarde o temprano, jud¨ªos y palestinos tendr¨¢n que abordar la cuesti¨®n de la Ciudad Santa, sensatamente dejada de lado en un primer momento por los negociadores. En efecto, el debate ya se ha emprendido. Los palomas israel¨ªes -van viento en popa- proponen la creaci¨®n de un sector aut¨®nomo ¨¢rabe. Al final podr¨ªamos encaminarnos hacia una autonom¨ªa de la poblaci¨®n y no del territorio, en un marco jur¨ªdico a¨²n por concebir. Jerusal¨¦n unificada, bajo soberan¨ªa israel¨ª, ?ser¨¢ alg¨²n d¨ªa la sede del Gobierno palestino? Jerusal¨¦n, lugar en el que se enmara?an todas las dimensiones del conflicto israelo-¨¢rabe, deber¨¢ esperar a que se normalicen totalmente las relaciones entre las dos comunidades para saber su destino. La Ciudad Santa podr¨ªa convertirse entonces en s¨ªmbolo de la reconciliaci¨®n.
Thierry de Montbrial es director del Instituto Franc¨¦s de Relaciones Internacionales.
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