Un regalo a ETA
LA SIMULTANEIDAD de la muerte por infarto de la presunta colaboradora de ETA Miren Gurutze Yanci, mientras permanenc¨ªa detenida, y el estado cr¨ªtico del presunto etarra Xabier Calparsoro tras arrojarse, en un aparente intento de fuga, por una ventana de unas dependencias policiales a?ade dramatismo e inquietud a hechos que ya lo ser¨ªan por separado. Son hechos muy graves que exigen que las autoridades y responsables policiales aporten de imnediato los resultados de una investigaci¨®n realizada con las suficientes garant¨ªas sobre las circunstancias en que se han producido.Las notas policiales hechas p¨²blicas sobre ambos sucesos insisten en su car¨¢cter fortuito. En principio, no hay por qu¨¦ dudar de ello. La versi¨®n oficial es veros¨ªmil y coherente. Pero es imprescindible despejar plenamente las sospechas de que ambos hechos o alguno de ellos hayan podido producirse de otra manera. De ah¨ª la urgencia de que la autoridad judicial intervenga para establecer la verdad de lo sucedido. El Gobierno en su conjunto, y los ministros de Interior y de Justicia en concreto, han prometido celeridad y transparencia en la investigaci¨®n. Y el de Interior, adem¨¢s, se ha. adelantado a solicitar una comparecencia informativa ante el Congreso de los Diputados. Ante hechos as¨ª no cabe otra reacci¨®n en un Estado de derecho. Nada anhela tanto ETA como conseguir que el Estado de derecho deje de serlo e imite sus propios m¨¦todos con la coartada de la eficacia.
M¨¢s arduo es evitar la manipulaci¨®n interesada que ETA y sus propagandistas intentar¨¢n hacer de estos hechos. Haya o no alg¨²n tipo de responsabilidad en su comisi¨®n -eso es lo que menos importa a los terroristas-, este tipo de sucesos les viene como anillo al dedo a sus estrategas para dar apariencia de verosimilitud a su tesis de las dos violencias: esa artificiosa b¨²squeda de paralelismos -el secuestrado y los presos- que alimenta su paranoia.
En estos momentos es inevitable el recuerdo del llamado caso Arregui: el fallecimiento, bajo torturas, de un activista en enero de 1981, inmediatamente despu¨¦s de que el asesinato del ingeniero Ryan provocase la mayor movilizaci¨®n de masas contra ETA hasta entonces conocida. Tambi¨¦n ahora la movilizaci¨®n popular es mayor que nunca. La memoria de aquel tr¨¢gico episodio, y lo que sigui¨®, debe inspirar la respuesta democr¨¢tica a la tragedia de ayer: la ¨²nica que cabe, la de la transparencia.
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