La impunidad de los matones serbios
Conocidos criminales de guerra alardean de sus 'triunfos' en las calles de Belgrado
HERMANN TERTSCH ENVIADO ESPECIAL "Este fue uno de los que empez¨® la guerra en Bosnia. Era guardaespaldas de Karadzic y fue de los que dispararon contra la manifestaci¨®n desde el tejado del hotel Holiday Inn. ?Recuerdas? Mataron a varios". As¨ª identificaba el belgradense Dragan a un joven con el que acababa de hablar en una terraza de Belgrado en el centro de la capital serbia. El asesino, moreno, musculoso y bien parecido, vest¨ªa una bonita camiseta estampada, pantalones de pinzas y zapatos italianos. Gozaba de la compa?¨ªa de dos guapas j¨®venes y fumaba Marlboro, pese al embargo que obliga a la mayor¨ªa de los ciudadanos serbios a colmar su insaciable afici¨®n por el tabaco con picadura adquirida tras largas horas de cola.
Nadie que estuviera en Sarajevo aquellos ¨²ltimos d¨ªas de marzo de 1992 podr¨¢ olvidar como la ciudad entera, hombres y mujeres, ancianos y ni?os, serbios, croatas, musulmanes y jud¨ªos, se lanzaron a la calle en manifestaci¨®n pac¨ªfica, con flores y panes con sal como s¨ªmbolos de la paz, la hospitalidad y la esperanza. Entonces, cuando se concentraban frente a la sede del Parlamento, hoy una calcinada ruina, sonaron disparos. Proced¨ªan del hotel que el l¨ªder de los rebeldes serbios de Bosnia, Radovan Karadzic, hab¨ªa convertido en su cuartel general.
Todos los periodistas conoc¨ªan a los j¨®venes con aires de mat¨®n y atuendos de proxeneta balc¨¢nico que escoltaban al psiquiatra convertido en caudillo. En los bares del hotel se pavoneaban con jovencitas hipermaquilladas ante las que armaban sus fusiles, hablando de matar musulmanes como quien presume de sus primeras piezas en la caza de codornices.
Fueron ellos los que comenzaron la guerra en Bosnia y no el 68% de los ciudadanos de esta rep¨²blica que hab¨ªan votado d¨ªas antes por la independencia, todos los musulmanes, la mayor¨ªa de los croatas y una gran parte de los serbios urbanos que, protegidos en la ciudad, estaban a salvo de la intoxicaci¨®n nacionalista y las amenazas de Karadzic.
Sucedi¨® d¨ªas antes de que comenzara la tragedia de Bosnia-Herzegovina simbolizada en el sufrimiento de su capital. Han pasado 18 meses. En la v¨ªspera e que el Parlamento de Sarajevo se re¨²na en la sede de la presidencia, -uno de los pocos edificios p¨²blicos que, gracias a su solidez decimon¨®nica ha desafiado con ¨¦xito a las bombas-, el resultado de la guerra queda patente en toda su crudeza: El joven asesino sonriente en la terraza de Belgrado ha ganado.
Gran parte de los manifestantes que coreaban "no a las armas, convivencia, todos somos Sarajevo", est¨¢n enterrados en cementerios improvisados en parques y campos de f¨²tbol, otros son tristes refugiados desarraigados cuyo destino final determinar¨¢ la imposibilidad de ir a otra parte. Los que sobreviven en Sarajevo han dejado hace tiempo de pensar que "el mundo no permitir¨¢ que nos ataquen y nos maten" como dec¨ªan ilusos en aquellos d¨ªas de enga?osa primavera.
Horas despu¨¦s del encuentro con el joven patriota serbio que dispar¨® contra mujeres, ancianos y ni?os en Sarajevo y hoy recibe la recompensa de los vencedores en Belgrado, este corresponsal cenaba en el restaurante del club de los escritores de Belgrado, conocido como Ivo por su antiguo propietario, un encantador anciano d¨¢lmata que muri¨® hace un a?o, como queriendo poner fin a la pesadilla en la que se sum¨ªa la regi¨®n. En la mesa pr¨®xima, con una despampanante pelirroja enjoyada, un robusto individuo con varios anillos en sus rollizos dedos, corbata florida y americana cruzada, gozaba de una comida cuyo precio supera en mucho los ingresos de una familia serbia honrada en estos tiempos de crisis.
Era Mirko Jovic, jefe de los temibles Belo Orlovi las ?guilas Blancas. Esta banda paramilitar se especializ¨® pronto, en la guerra en Croacia, en degollar a sus v¨ªctimas tras torturarlas lo suficiente para hacerles confesar donde guardaban sus ahorros. Pero fue en Bosnia donde sus haza?as adquirieron un car¨¢cter ¨¦pico. En Visegrad, junto al Drina, se dedicaron durante semanas a recoger a los musulmanes en sus casas, meterlos en un cami¨®n refrigerador y llevarlos al puente sobre el r¨ªo para ejecutarlos all¨ª de un tiro o un profundo corte en la garganta, Jovic vive bien en Belgrado, se le notaba en el Ivo satisfecho. Nadie le pedir¨¢ nunca cuentas, al fin y al cabo, Mirko Jovic es un triunfador.
La terraza donde Dragan se encontr¨® al joven asesino escolta de Karadzic se encuentra en una galer¨ªa elegante abierta ¨²ltimamente junto a Terazjie, la mejor zona de Belgrado. La mayor parte de los negocios -es secreto a voces- pertenece a Arkan, un criminal buscado por la polic¨ªa de varios pa¨ªses europeos por estafa, extorsi¨®n y proxenetismo. Cons¨²ltese a la Interpol.
. Comparados con Arkan, Jovic y el peque?o escolta son vulgares chorizos. Con su grupo paramilitar sembr¨® el terror y saque¨® lo que pudo en media Bosnia. Sus hombres mutilaron a familias enteras antes de darles muerte. Hoy Arkan es uno de los grandes potentados de la nueva Serbia y pide 500 d¨®lares por entrevista. Desde el pasado a?o es flamante miembro del Parlamento serbio, elegido por la circunscripci¨®n de Kosovo con el fin de expulsar a los albaneses.
La guerra en Bosnia est¨¢ acabando, dicen. Aunque no sea as¨ª, lo que se agot¨® en Bosnia es el bot¨ªn de guerra. Ahora estos triunfadores y sus emuladores habr¨¢n de buscar nuevos terrenos en los que medrar. Los albaneses de Kosovo, son v¨ªctimas poco atractivas por su miseria. Los h¨²ngaros en la Vejvoidina no dan para mucho. En espera de nuevas conquistas, los h¨¦roes de la naci¨®n serbia han comenzado ya a saquear a quienes tienen m¨¢s cerca: sus hermanos serbios.
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