1993. Una encrucijada para el empleo
JUAN IGNACIO CRESPOEl autor reflexiona sobre el desempleo en los. pa¨ªses desarrollados y cuestiona la teor¨ªa m¨¢s extendida, seg¨²n la cuaI, el paro se debe a los costes laborales y al exceso de normas. Adelanta una conclusi¨®n: la flexibidad en el mercado de trabajo no garantiza la reducc¨ª¨®n del desempleo.
Un fantasma bic¨¦falo se cierne sobre Europa: el fantasma del desempleo y de la p¨¦rdida de competitividad. Y la Comisi¨®n Europea y el Banco de Pagos Internacionales, la OCDE y los distintos gobiernos, presas de una creciente ansiedad que no hace sino reflejar la alarma social y pol¨ªtica, se han conjurado para atajarle el paso.Aparentemente, todo conduce a la misma conclusi¨®n: la p¨¦rdida de competitividad de los pa¨ªses occidentales frente a Jap¨®n, y de toda la OCDE frente a los pa¨ªses en desarrollo, fundamentalmente el Sudeste Asi¨¢tico, se debe a los costes la borales excesivos (salariales y sociales) a las rigideces que impone el exceso de normativa laboral y a la falta de movilidad geogr¨¢fica. Por eso, mientras los adelantos tecnol¨®gicos fuerzan la sustituci¨®n progresiva de trabajadores por bienes de equipo, la libertad de movimientos de capitales, el avance en las telecomunicaciones y la creaci¨®n de un mercado global est¨¢n propiciando la transferencia de la industria a pa¨ªses con costes laborales m¨¢s bajos y con mercados en expansi¨®n.
?Hasta qu¨¦ punto este diagn¨®stico es correcto? La experiencia anglosajona ense?a que con una baja regulaci¨®n del mercado laboral se crean f¨¢cilmente puestos de trabajo en el sector servicios, que, mal pagados y de escasa cualificaci¨®n, no estimulan el retorno al trabajo de los varones anteriormente ocupados, lo que incrementa considerablemente el empleo femenino. Por ejemplo, en el Reino Unido, durante los a?os ochenta se ha incrementado en 6,7 puntos porcentuales la proporci¨®n de mujeres en edad laboral que disfrutan de un empleo (el empleo masculino en el mismo periodo cay¨® 2,6 puntos porcentuales).
La facilidad para despedir tiene el inconveniente de que en periodos de recesi¨®n el desempleo aumenta mucho m¨¢s r¨¢pidamente y la ventaja de que con la llegada de la recuperaci¨®n econ¨®mica el empleo crece tami¨¦n con mayor rapidez. Pero sto tiene sus contraejemplos; n Estados Unidos, a pesar de os dos a?os de recuperaci¨®n econ¨®mica, el crecimiento del empleo est¨¢ siendo muy lento. All¨ª, los salarios reales para el 0% de los trabajadores peor pagados cayeron un 33% desde 1970. Formulado en palabras de un documento provisional de la OCDE, "el problema, en la CE, se manifiesta as¨ª de forma diferente: en lugar de ser pobres que trabajan, los trabajadores sin cualificaci¨®n est¨¢n en el paro".
El debate en torno al mercado de trabajo est¨¢ estrechamente ligado al del mantenimiento o no del estado de bienestar. Los elevados d¨¦ficits presupuestarios acumulados en los ¨²ltimos a?os en Europa, est¨¢n provocando el que todos los gobiernos descarten la aplicaci¨®n de medidas contrac¨ªclicas de aumento del gasto, mientras la OCIDE afirma que la utilizaci¨®n de los mecanismos monetarios o fiscales no representar¨ªa un soluci¨®n en este momento, y que el incremento de la actividad econ¨®mica no reducir¨¢ el desempleo a niveles m¨¢s tolerables.
Sin embargo, Franco Modigliani se?ala los elevados tipos de inter¨¦s como la causa principal del incremento del desempleo en la Comunidad Europea.
Para el Banco de Pagos Internacionales de Basilea, "las causas fundamentales del desempleo no han sido claramente identificadas, pero parecen incluir los elevados salarios m¨ªnimos". Y para Zygmunt Tyszkiewicz, director de UNICE, la Corporaci¨®n Europea de Empresarios: "Es una gran simplificaci¨®n el echar la culpa de los problemas de competitividad al cap¨ªtulo social y a las rigideces del mercado laboral. Puede que ni siquiera sea la parte m¨¢s importante del problema".
No existe una demostraci¨®n concluyente de que los pa¨ªses que en los ochenta han seguido las recomendaciones de la OCDE en cuanto a flexibilidad del mercado laboral hayan reducido fuertemente su nivel de desempleo.
En medio de la desorientaci¨®n provocada por un fen¨®meno que se comprende mal, se han hecho propuestas m¨¢s o menos heterodoxas, que van desde el fomento de la prestaci¨®n de servicios personales al reparto del tiempo de trabajo o reducci¨®n de la jornada laboral. El debate ha alcanzado su m¨¢xima expresi¨®n en Francia, donde la antigua ministra de Trabajo, Martine Aubry, dise?¨® un plan de reparto del tiempo de trabajo y donde, en no menos de 30 empresas, se ha llegado a acuerdos de este tipo. El alcance general de la medida trasciende con mucho los l¨ªmites del sistema pol¨ªtico actual, pues un programa de reparto del tiempo de trabajo que afecte a toda la sociedad equivale a la sustituci¨®n del mercado laboral por la planificaci¨®n. Lo que es decir tanto como un cambio de sistema pol¨ªtico.
Ante la competencia de Jap¨®n y el sureste asi¨¢tico se habla de "dumping social". Giscard d'Estaing afirma incluso que "el final del siglo ser¨¢ de color amarillo". Aunque sea de poco consuelo para los sectores m¨¢s amenazados (textil, carb¨®n o acero) da la impresi¨®n de que se est¨¢ exagerando: el d¨¦ficit de la balanza por cuenta corriente de la CE frente al resto del mundo representa algo menos del 1% de su producto interior bruto (PIB) global, las relaciones comerciales con los pa¨ªses del sureste asi¨¢tico son muy reducidas y en el periodo 81-91 las exportaciones a estos pa¨ªses crecieron al 8.6% anual, m¨¢s r¨¢pidamente que a cualquier otro mercado.
Quiz¨¢ una manera de generar actividad y empleo en un pa¨ªs sea, contrariamente a lo que aparenta, el impulso de la inversi¨®n en el exterior. De hecho, hoy esto se revela casi como una precondici¨®n del comercio ya que una buena parte del comercio internacional tiene ahora lugar dentro de los grupos empresariales multinacionales.
Al final, se trata, como afirmaba en la cumbre de Copenhague el ministro dan¨¦s de Asuntos Exteriores, Niels Helveg Peterson, de decidir qu¨¦ tipo de sociedad es la que queremos, una que proteja a los que golpea la pobreza, la enfermedad, el desempleo o la vejez, u otra que incremente las "tasas de criminalidad y la desesperanza en muchas zonas urbanas".
Mientras, resuena la voz del viejo profeta: "Un desarrollo de las fuerzas productivas que disminuyese el n¨²mero absoluto de obreros, es decir, que permitiese en realidad a toda la naci¨®n llevar a cabo su producci¨®n total en un plazo de tiempo m¨¢s reducido, provocar¨ªa una revoluci¨®n, pues pondr¨ªa fuera de combate a la mayor¨ªa de la poblaci¨®n".
Juan Ignacio Crespo Carrillo es director general de Corporaci¨®n Financiera.
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