Los laboristas brit¨¢nicos ponen fin a la hegemon¨ªa sindical sobre el partido
El Partido Laborista (PL) brit¨¢nico se convirti¨® anoche, por fin, en una aut¨¦ntica alternativa a los conservadores. Tras un debate dram¨¢tico y por s¨®lo un pu?ado de votos, John Smith, el l¨ªder del partido, consigui¨® acabar con la hegemon¨ªa sindical en el partido y, de paso, reforz¨® su posici¨®n personal como aspirante a primer ministro. La vieja cuesti¨®n de la excesiva influencia de los sindicatos, un factor esencial en las cuatro derrotas electorales consecutivas, qued¨® resuelta entre l¨¢grimas y abrazos.
La jornada de ayer, la m¨¢s importante del congreso anual en Brighton, concluy¨® con una gran victoria para John Smith. Pero no fue un triunfo f¨¢cil. Fue necesario votar seis propuestas y cinco resoluciones, con resultados a veces contradictorios entre s¨ª, hasta alcanzar la decisiva cl¨¢usula E, cuyo enunciado, relativo a la selecci¨®n de candidatos al Parlamento, era enga?osamente anodino. Al conocerse el resultado, 47,6% de votos a favor de la reforma y 44,3% en contra, Smith calific¨® el momento de "hist¨®rico".Desde ayer, s¨®lo los afiliados al PL podr¨¢n elegir a los candidatos. John Edmonds y Bill Morris, los dos principales sindicalistas opuestos al cambio, ya no tendr¨¢n en la mano dos millones de votos, m¨¢s que el total de militantes. Los conservadores, a su vez, ya no podr¨¢n agitar con tanta raz¨®n como hasta hora su m¨¢s efectivo espantajo electoral: vote laborista y pondr¨¢ a los sindicatos en Downing Street.
Entre los sindicatos opuestos a la reforma, la derrota escoci¨®. Bill Morris manifest¨® que la conferencia hab¨ªa aprobado varias propuestas contradictorias, entre ellas una presentada por ¨¦l mismo, y que la ejecutiva del partido deber¨ªa clarificar hoy la situaci¨®n. El asunto, sin embargo, estaba claro desde el principio: la cl¨¢usula E de las resoluciones era vinculante, las propuestas no lo eran.
La decisi¨®n de ayer abri¨® heridas y, durante alg¨²n tiempo, el llamado sector tradicionalista (parte de los sindicatos y el ala m¨¢s izquierdista de la militancia) renquear¨¢ por la derrota. Pero John Smith (un hombre c¨¦lebre por su pactismo y su cautela, al menos hasta el audaz envite de esta semana) preparaba ya anoche, con la ejecutiva del partido, f¨®rmulas de conciliaci¨®n entre vencedores y vencidos.
Antes de que se votara, Smith hab¨ªa puesto toda la carne en el asador: "Como l¨ªder de nuestro partido, cargado con la responsabilidad de asegurar la victoria, digo a esta conferencia que los cambios que propongo son vitales, absolutamente centrales, en nuestra estrategia para alcanzar el poder", afirm¨® en un tenso discurso. El sindicalista Morris declar¨® a su vez que el cambio propuesto s¨®lo ten¨ªa importancia para la gente que, de todas formas, nunca votar¨ªa a los laboristas.
Al final, Smith gan¨® porque unos pocos delegados dubitativos no se atrevieron a destrozar su autoridad como l¨ªder, s¨®lo un a?o despu¨¦s de la dimisi¨®n de Neil Kinnock.
Otro controvertido personaje que ayer gan¨® en estatura fue el diputado John Prescott, un antiguo marinero y sindicalista del ala izquierda que jam¨¢s se llev¨® bien con Kinnock. Contra todo pron¨®stico, Smith encarg¨® a Prescott que cerrara el debate y pidiera, en nombre de la ejecutiva, apoyo a la reforma.
Con la oratoria clara y directa que requer¨ªa la ocasi¨®n, rozando la brutalidad en alg¨²n pasaje, Prescott ech¨® mano de las dos pesadillas laboristas (los conservadores y los medios de comunicaci¨®n) para conminar al s¨ª a la conferencia. Los sindicalistas y delegados, remitidos por sus bases con voto libre y aquellos que a¨²n dudaban, se pasaron al bando reformista.
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