Desencanto sin limites
Lo que yo veo en este espect¨¢culo novelesco es una degradaci¨®n del matrimonio, como tantas; m¨¢s acentuada, en este caso, en el hombre que en la mujer. Puede tener una graduaci¨®n a partir de la pol¨ªtica, de los tiempos en que la pareja estudiante cre¨ªa en Marx; va perdiendo sus esperanzas y cayendo, finalmente, en la corrupci¨®n, y en la desesperaci¨®n de verla y palparla, en la que entra no s¨®lo la econ¨®mica y pol¨ªtica, sino en la fidelidad conyugal,en la libertad para el adulterio. Podridos, terminan est¨¢ndolo hasta en lo f¨ªsico: el hombre, que es el ejemplo, vive con el mareo -pasa en una traves¨ªa cutre hacia ?frica-, envuelto en vendajes por los golpes que se da en todas partes, ebrio; la mujer, picada por una ara?a, atravesada por una bala de mala suerte, partida entre dos amores.Pero hay un personaje indemne. El tercero, que ni siquiera es miembro activo del tri¨¢ngulo. Si no hubiera sabido que la obra era de Ferm¨ªn Cabal, hubiera cre¨ªdo que era uno de esos ¨¢ngeles o cristos de teatro que estuvieron de moda, desde Jerome K. Jerome a Alfonso Sastre, pasando por Calvo Sotelo; cre¨ªmos luego todos que era un cura, incluyendo a los otros dos desgraciados personajes, porque el autor lo quiso as¨ª, para terminar en el hombre sencillo y casi primitivo que hace el bien en una misi¨®n interior de ?frica. Rousseauniano. "Aquel que huye del mundanal r¨¹ido", que dec¨ªa fray Luis. Tampoco parece que en ?frica haya corrupci¨®n, sino un sano misterio de libertad. Mi parecer es distinto, y lo que temo en la vida es que aqu¨ª lleguemos, o mis sucesores, al africanismo. El final: el hombre que viene de la corrupci¨®n y va hacia ella, su esposa adherida y sufriente, parecen redimidos por esa presencia laica, quiz¨¢ por el primitivismo africano, y se adivina un camino de salvaci¨®n.
Traves¨ªa
De Ferm¨ªn Cabal. Int¨¦rpretes: Emilio Guti¨¦rrez Caba, Luisa Mart¨ªnez, Santiago Ramos. Escenograf¨ªa y vestuario: Jos¨¦ Luis Raymond. Direcci¨®n: Ferm¨ªn Cabal. Teatro Pr¨ªncipe, 29 de septiembre. Festival de Oto?o.
La obra novelesca, en la que se evoca a Conrad pero que recuerda m¨¢s bien a Sommerset Maugham, se desarrolla con un naturalismo crudo y directo, con algunas escenas imaginarias, o so?adas o deseadas, y alg¨²n mon¨®logo dicho en un tiempo de despu¨¦s de terminada la obra, pero adelant¨¢ndose a la circunstancia de forma que resulte prof¨¦tico.
Dura hora y media, y se hace larga. Sostenida, sobre todo, por los actores. Como los tipos son mon¨®tonos o de una pieza -Santiago Ramos, marido desgraciado, no hace m¨¢s que ser desgraciado; Emilio Guti¨¦rrez Caba, como es sereno y de puesto para el contraste, s¨®lo puede estar as¨ª, y la esposa, Luisa Mart¨ªnez, es pasiva, indecisa, sin voluntad, y as¨ª se queda-, no pueden hacer m¨¢s de lo que hacen: con buen oficio. Tiene Ferm¨ªn Cabal un antiguo cr¨¦dito, justo, y no se le va a desgastar por esta obra. Tampoco se le va a acrecentar. Merec¨ªa, por quien es, y por quienes son sus actores, los largos aplausos finales.
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