Detalles ecuestres
JOAQUIN VIDALLa mal llamada corrida de rejones (los rejones no corren; corren los toros y los caballos, o podr¨ªa decirse que unos son corridos por otros), tuvo sus detalles y hasta sus momentos de toreo. No muchos. Quienes m¨¢s se lucieron en la torer¨ªa ecuestre fueron los cabaleiros portugueses; y en cuanto a espectacularidad, los caballeros jerezanos.
Lo bueno de la corrida fue que ninguno de los cuatro peg¨® caballazos y que dur¨® poco, apenas dos horitas. Y adem¨¢s surgieron los detalles mencionados, en algunos de los cuales se amalgamaba la excelente doma con el genio torero de los jinetes. Jo?o Moura cuaj¨® lances sensacionales. Maravill¨® su toreo dando cara el caballo al toro para llev¨¢rselo con templanza encelado en el costado, reunir al estribo sin soluci¨®n de continuidad y prender la banderilla en lo alto.
Cebada / Cuatro rejoneadores
Toros. despuntados de Cebada Gago, que en general dieron juego. Jo?o Moura: rej¨®n atravesado trasero ca¨ªdo (aplausos y salida al tercio). Antonio Ribeiro Telles: rej¨®n atravesado en la paletilla (aplausos y salida al tercio). Luis Domecq: rej¨®n atravesado en la tripa (oreja protestad¨ªsima). Antonio Domecq: rej¨®n atravesado baj¨ªsimo (ovaci¨®n y salida al tercio). Por colleras: Moura-Ribeiro, rej¨®n caido y dos traseros, y Moura, pie a tierra, descabello (ovaci¨®n y salida al tercio). Luis y Antonio Domecq, rej¨®n atravesado baj¨ªsimo y rueda de peones (oreja). Plaza de Las Ventas, 2 de octubre. Cuarta corrida de feria. Cerca del lleno.
El quinto toro se refugi¨® en tablas y Moura lo sac¨® de la querencia mediante la t¨¦cnica dicha, pero tanto consent¨ªa que el toro enganch¨® una pata del caballo, la engatill¨® en el asta, y de esta dram¨¢tica forma recorrieron buen trecho del redondel. El caballo estuvo galopando, pues, a tres patas, y es inexplicable que no se cayera ni sufriese lesi¨®n alguna.
Ribeiro Telles desarroll¨® un toreo serio, acudi¨® de frente a los encuentros y prendi¨® certero las banderillas. Otro tanto hicieron Luis y Antonio Domecq. Aquello de las galopadas locas y los desaforados brincos habituales en otros cuerpos ecuestres, no se vieron esta tarde g¨¦lida vente?a, para tranquilidad de los aficionados conspicuos, aunque tambi¨¦n para frustraci¨®n de los espectadores que s¨®lo van a las mal llamadas corridas de rejones, a quienes brincos, galopadas, sombrerazos y caballer¨ªa rusticana es lo que m¨¢s gusta y divierte.
Luis Domecq, entre diversas realizaciones toreras, clav¨® un magn¨ªfico par a dos manos en los medios; Antonio Domecq puso al p¨²blico en pie al salir de una reuni¨®n girando el caballo junto a las astas. Despu¨¦s se perpetraron colleras, en las que el toro ya no ten¨ªa ninguna posibilidad de atacar, ni de saber a quien embest¨ªa, pues se le ven¨ªan encima los caballos, los jinetes, los lacerantes hierros. O sea, que el mundo se les ven¨ªa encima a los incautos y desmochados toros, y todo aquel que acudi¨® a la plaza con el manual ?Quiere usted saber mugir en siete d¨ªas? -los aficionados lo llevan siempre; eso y el reglamento- entendieron que mug¨ªan: "?Me quiero morir!". Y tras un sollozo: "?Madre m¨ªa!".
Cabaleiros portugueses y jinetes jerezanos les dieron gusto: lo! mataron. ?Pero c¨®mo! Hay muertes y muertes. Un toro muerto por el hoyo de las agujas, tiene un pasar. Un toro muerto de alevoso rejonazo atravesado en la misma paletilla o en la pura tripa es una agresi¨®n intolerable, un atentado a la dignidad, que deber¨ªa llevarse al Parlamento Europeo o al Tribunal de los Derechos Bovinos. O a ambos foros a la vez. Los cabaleiros portugueses y los jinetes jerezanos no mataron exactamente a los toros: los reventaron. Y por eso la afici¨®n no quer¨ªa darles orejas. Muchos, visto el desaguisado, no les habr¨ªan dado ni la hora.
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