Sumos sacerdotes
"Norteam¨¦rica est¨¢ de nuevo abierta a la antigua seriedad alemana", comentaba The Wall Street Journal sobre la tendencia de los m¨²sicos alemanes a instalarse en Estados Unidos. Time fue m¨¢s all¨¢ y lleg¨® a elevar a los directores a la categor¨ªas de "sumos sacerdotes".Es verdad que los descendientes de Bach y Beethoven logran bajo su batuta el ¨¦xito que todas las orquestas buscan. Cuando en septiembre de 1984, el director hamburgu¨¦s Christoph von Dohnanyi se hizo cargo de la orquesta de Cleveland y la llev¨® en poco tiempo al primer puesto entre las b?g five, las cinco grandes orquestas de Estados Unidos, el agente Wilford vio el cielo abierto, al comprobar que la pasi¨®n por los alemanes funcionaba tambi¨¦n con m¨²sicos de segunda categor¨ªa.
As¨ª, las fuerzas culturales de la petrolera Houston, en Tejas, se dirigieron a Wilford en busca de un trabajador sensible para su orquesta sinf¨®nica local. En 1988 se eligi¨® en la lista de Cami al alem¨¢n Christoph Eschenbach, quien sac¨® a los de Houston de su "lamentable estado". Pronto su retrato comenz¨® a aparecer en frascos de champ¨², y cuando cumpli¨® 50 a?os fue felicitado por George Bush desde la Casa Blanca. Wilford pod¨ªa estar contento.
As¨ª que volvi¨® a hacer lo mismo. Cuando la Filarm¨®nica de Nueva York y su director principal, Zubin Mehta, se separaron, en 1991, el prestigio de la orquesta estaba por los suelos. Los directores de primera categor¨ªa se negaban a hacerse cargo del conjunto, que hab¨ªa adquirido fama de caprichoso. Cladio Abbado, cliente de Wilford, estuvo a punto de aceptar pero luego se ech¨® atr¨¢s cuando la Filarm¨®nica de Berl¨ªn le eligi¨® como sucesor de Karajan. Esto hizo que en Nueva York, llegara la hora de otro cliente de Cami: Kurt Masur.
El ¨²ltimo golpe de Wilford ha sido el de Filadelfia. El destino quiso que su protegido Savallisch estuviera indeciso sobre que hacer despu¨¦s de 20 a?os en M¨¹nich. ?Qu¨¦ hacer? se pregunt¨® Savallisch. Hacer caso a Wilford e irse de Baviera a Filadelfia.
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