Incapacidad
SI SE pudieran resumir los tres d¨ªas de reuniones de la asamblea conjunta del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial en una sola sensaci¨®n, no podr¨ªa ser otra que la de la incapacidad de ambas instituciones, y en especial del FMI, para conseguir articular un m¨ªnimo grado de coordinaci¨®n econ¨®mica. Dicho de otra manera: el resultado ha sido m¨¢s deprimente que la ya casi tradicional frustraci¨®n.En un momento en que la pr¨¢ctica totalidad de sus 178 pa¨ªses miembros manifiesta su profesi¨®n de fe en la econom¨ªa de mercado y en que el grado de integraci¨®n econ¨®mica y financiera de las econom¨ªas se muestra con sobrada, elocuencia, el FMI sigue acusando algo m¨¢s que esa crisis de identidad en la que qued¨® sumido tras la ruptura del sistema cambiario acordado en Bretton Woods: hoy navega con un rumbo desconocido y, en todo caso, incapaz de reducir esa crisis de confianza que emana de los an¨¢lisis de la econom¨ªa mundial.
Todas las intervenciones de la asamblea se?alaron la debilidad del crecimiento en los pa¨ªses industrializados, las elevadas y crecientes tasas de desempleo y las persistentes presiones proteccionistas. En igual sentido se hab¨ªa manifestado antes el Comit¨¦ Interino del FMI. Simult¨¢neamente se escucharon las demandas de una definitiva conclusi¨®n de la Ronda Uruguay de negociaciones en el seno del GATT, antes del pr¨®ximo 15 de diciembre, y la necesidad de acometer reformas estructurales que reduzcan ese importante componente no c¨ªclico del desempleo, pero ciertamente era dif¨ªcil prestar atenci¨®n sin unas razonables dosis de escepticismo.
Desconfianza justificada cuando tan condicionante ha sido, en las sesiones de la asamblea, la ausencia de alguna conclusi¨®n relevante de la reuni¨®n que, previamente, celebraron los m¨¢ximos responsables econ¨®micos del Grupo de los Siete (G-7). La amplia filiaci¨®n de que hoy disponen el FMI y el Banco Mundial no parece impedir que el protagonismo lo acaparen las reuniones de ese c¨®nclave, selecto, poderoso, y desde luego poco eficiente, en su cometido de arbitrar mecanismos de cooperaci¨®n y coordinaci¨®n entre los pa¨ªses m¨¢s ricos del planeta. No dejaba de ser parad¨®jico presenciar en la asamblea conjunta el desfile de monocordes alocuciones de los ministros de Econom¨ªa o gobernadores de bancos centrales de los 171 pa¨ªses restantes horas despu¨¦s de que el G-7 hubiera sido incapaz de decir esta boca es m¨ªa, m¨¢s all¨¢ de dar a conocer la convocatoria de una pr¨®xima reuni¨®n especial del selecto club, organizada por la Administraci¨®n de Clinton, en la que se tratar¨¢ de abordar monogr¨¢ficarnente el problema del desempleo.
El ¨²nico ¨¢mbito en que el FMI parece legitimar su existencia es en el del apoyo a la transici¨®n de las antiguas econom¨ªas de planificaci¨®n central hacia sistemas basados en el mercado. La norma habitual en esos pa¨ªses, y muy especialmente en los que conformaban la desparecida URSS, es la de una elevada inflaci¨®n y un d¨¦bil crecimiento. El denominado Servicio para la Transformaci¨®n Sist¨¦mica (STS), introducido en las reuniones del FMI de abril y mayo pasados, orientado a la financiaci¨®n de programas de estabilizaci¨®n y reforma en algunos de esos pa¨ªses, es uno de los exponentes de esa atenci¨®n preferente que ha adoptado el FMI. Con todo, esos esfuerzos pueden resultar irrelevantes si no se propicia simult¨¢neamente la efectiva inserci¨®n de esos pa¨ªses en la econom¨ªa mundial, y, para ello, es esencial la eliminaci¨®n de esas tentaciones proteccionistas de algunas econom¨ªas occidentales, evitando -como dijo en su alocuci¨®n de apertura el presidente de la asamblea, el ministro de Hacienda h¨²ngaro, Iv¨¢n Szabo- que al desmantelamiento del tel¨®n de acero le suceda la erecci¨®n de un tel¨®n econ¨®mico por Occidente.
Una asamblea, en definitiva, que ha puesto de manifiesto una vez m¨¢s que, frente al profundo cambio que experimenta la econom¨ªa mundial, las instituciones llamadas a gobernar carecen de capacidad de adaptaci¨®n. El Banco Mundial, y en mucha mayor medida el FMI, deber¨¢n culminar esa metamorfosis funcional iniciada cuando emergi¨® la crisis de la deuda externa de los pa¨ªses en desarrollo, abordando con la autoridad efectiva de la que hoy carecen la tarea de coordinaci¨®n y cooperaci¨®n que precisa una econom¨ªa mundial altamente integrada. Un empe?o de ineludible, dif¨ªcil y lenta concreci¨®n que deber¨ªa manifestarse en la pr¨®xima asamblea anual, que se celebrar¨¢ en Madrid y que conmemorar¨¢ el 50? aniversario de los Acuerdos de Bretton Woods, origen de ambas instituciones. Una buena referencia para abrir un nuevo ciclo en la cooperaci¨®n internacional y recuperar la credibilidad de estas instituciones.
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