Simios en las playas de Madrid
Ser¨ªa curioso saber qu¨¦ ocurrir¨ªa si una televisi¨®n madrile?a (o alicantina, para el caso es lo mismo) emitiera un anuncio que no hace mucho fue premiado en Italia: en dibujos animados, un muchacho del tipo m¨ªster Majadahonda exhibe sus m¨²sculos mientras camina por una playa, y poco a poco se va agachando, sus brazos se alargan, su frente se estrecha, las cejas se le juntan y el traje de ba?o le aumenta hasta convertirse en una piel de leopardo colgada del hombro. Y la radio que cargaba como un bot¨ªn, a todo volumen, se transforma en una maza tan grande como la de Goliat, el amigo de El Capit¨¢n Trueno. Fin del episodio.Me pregunto qu¨¦ ocurrir¨ªa porque considero que ser¨ªa muy revelador saber cu¨¢nta gente entiende la moraleja. Esto es, entiende que hay moraleja. Para quienes consideren que exagero, les contar¨¦ otra par¨¢bola estrictamente calcada de la vida real: cansado, harto, hasta las narices de tener que escuchar la televisi¨®n del vecino cuando regresa de su agotador y ruidoso trabajo, Juan Madrile?o se queja por tres veces al portero jefe del edificio del conflicto, una de las primeras colmenas de apartamentos con cocina de armario de Madrid, en la avenida de la Castellana. El portero le escucha por tres veces con paciencia profesional, hasta que a la cuarta, harto ¨¦l tambi¨¦n, le sale de lo m¨¢s profundo un "mire usted, a esa hora se escucha la televisi¨®n". Ese se abarcante, fatalista, casi metaf¨ªsico, vale por lo menos tanto como el reciente Mapa Ac¨²stico de Madrid, seg¨²n el cual hemos confirmado que vivimos en una de las ciudades m¨¢s ruidosas del mundo. Vivimos, por as¨ª decir, en un grito.
Sucede que el informe oficial, alarmante sin duda, se refiere tan s¨®lo a los ruidos insoportables que tenemos que soportar el 68% de los habitantes de la almendra madrile?a, esto es, aquellos ruidos. que ponen directamente en peligro la salud: estr¨¦s, insomnio, irritabilidad, inapetencia sexual... Los padecimientos que sufrir¨ªan directamente quienes tuvieran que vivir, pongamos por caso, junto a una pista de aterrizaje de aviones.
Pero el mapa en cuesti¨®n no se refiere en cambio a toda esa familia de ruidos, peque?itos y no tan peque?itos, insidiosos, perversos y yo dir¨ªa que igualmente nocivos con los que tenemos que convivir -y que se reproducen prodigiosamente en verano- sin que ning¨²n t¨¦cnico del Ayuntamiento tan siquiera los anote. Para qu¨¦ hablar ya de un polic¨ªa municipal.
?Se imaginan a un polic¨ªa municipal madrile?o atendiendo una reclamaci¨®n porque un vecino ha hecho funcionar las ca?er¨ªas del piso de arriba despu¨¦s de medianoche? ?O escuchando tan siquiera la queja de un paseante de El Retiro porque alguien se ha instalado en un banco con su merienda y una radio a todo volumen? ?Se lo imaginan? Y, sin embargo, la infracci¨®n de las ca?er¨ªas est¨¢ prevista en las legislaciones de B¨¦lgica, Francia y Suiza (es muy f¨¢cil hacer la prueba), y las radios est¨¢n expresamente prohibidas en los parques de Londres. Basta un breve repaso del ¨²ltimo d¨ªa para que cualquier madrile?o que haya salido a la calle pueda proponer ejemplos de primitivismo e impunidad. Ejercicio: construya lo m¨¢s r¨¢pidamente posible frases que cuenten estruendos salvajes con las siguientes palabras: claxon, moto, terraza de verano, salida de discoteca, coche en doble fila, en triple fila, m¨²sica en pubs y cafeter¨ªas, partidos de f¨²tbol... ?verdad que es f¨¢cil?
El peligro de citar a belgas, suizos e ingleses estriba en que muy a menudo el citador suele ser acusado de afrancesado (gabacho) y falto de patriotismo, y de no comprender la personalidad de este pa¨ªs: lo que los catalanes llaman el seny. Espa?a es un pa¨ªs alegre que vive en la calle, dicen, de la misma forma que lo es de toros, de sol, de vino y de mujeres guapas. Y Madrid m¨¢s que nadie. De Madrid al cielo.
Bien. Pero ah¨ª sigue el mapa ac¨²stico de Madrid. Incompleto. Puede que llegue el d¨ªa en que a los motoristas sin silenciador les caiga una multa que tengan que pagar, y que a los que dejan un coche en doble fila un guardia les tire de las orejas. Muy dificil, cierto, pero supongamos que llega. ?Qu¨¦ haremos entonces con todos esos ruidejos insoportables que tenemos que soportar simplemente porque no hay funcionario que los anote en ning¨²n informe? ?Qu¨¦ haremos con esos pisos donde se puede prescindir del sonido de la televisi¨®n, pues basta la del vecino, con los tabiques que suprimen cualquier intimidad, con el bar de enfrente que instala una f¨¢brica de alaridos frente al tresillo, con las ca?er¨ªas que van afilando los nervios de los madrile?os mientras llega la hora de ir al cielo? ?Eh? ?Qu¨¦ haremos? Pues aguantarnos. Y escuchar la televisi¨®n, que es lo que est¨¢ mandado.
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