El montaje de un hip¨®crita
La acci¨®n se desarrolla en las ruinas de un gran teatro p¨²blico, institucional: el Nacional -que lo mismo puede ser el futuro Teatre Nacional de Flotats, el Centro Dram¨¢tico Nacional de Plaza, la Compa?¨ªa Nacional de Teatro Cl¨¢sico de Marsillach, o el Th¨¦¨¢tre National de l'Od¨¦on de Pasqual- En el escenario desnudo, iluminado con velas, arropado por un viejo decorado de papel pintado, reina el tirano de Don Josep (Ramon Fontser¨¨), el viejo y achacoso acomodador que lo fuera del Nacional, empecinado en mantener viva la llama del viejo, eterno arte esc¨¦nico.El carcamal de Don Josep ha logrado reunir junto a s¨ª una reducida tropa de m¨²sicos y c¨®micos que parecen salidos de la ?pera de perragorda brechtiana (?Un homenaje?). Los m¨²sicos malviven de mendigar en el metro; en cuanto a los c¨®micos -pobres desgraciados sin un techo donde pasar la noche- con una puta, un macarra, un limpiabolsillos, un jorobado, y una mujer, Manuel Castadiva (personaje interpretado por la soprano Bego?a Alberdi), que, al parecer, es la amiga de Don Josep y se dedica a recoger papeles en la calle al tiempo que se encarga de la limpieza del teatro.
El Nacional
Els Joglars. Int¨¦rpretes: Jes¨²s Agelet, Bego?a Alberdi, Josep Maria Fontser Ramon Fontser, Joan Gallem¨ª, Ramon Llim¨®s, Minnie Marx, Pilar S¨¢enz, Xevi Vilar. Decorados y atrezzo: Xavier y Jordi Bulbena. Vestuario: Deborah Chambers. Iluminaci¨®n: Josep Fern¨¢ndez. Colaboraci¨®n literaria: Josep Maria Arrizabalaga. Direcci¨®n musical: Joan Albert Amarg¨®s. Espacio esc¨¦nico y direcci¨®n: Albert Boadella. Teatre Municipal (Gerona), 14 de octubre.
Don Josep quiere que sus c¨®micos no hayan tenido ni tengan ninguna relaci¨®n, con el teatro. Los quiere que no est¨¦n viciados y les exige que no se laven, para que poco a poco se vayan impregnando de la esencia del teatro, de la mierda del teatro.
Con esa tropa de miserables, Don Josep se monta su particular Rigoletto. El de Piave y Verdi, que no Le roi s'amuse de Hugo, con lo que queda descartada la feroz cr¨ªtica al monarca absolutista que realiza el buf¨®n, el alter ego de Boadella; el buf¨®n imagen emblem¨¢tica del teatro tal y como lo entiende Albert Boadella.
Un Rigoletto que le sirve a Boadella para lanzar una nost¨¢lgica mirada a su pasado ¨¢crata , y le sirve, tambi¨¦n, para pasar lista a la vil raza de contigiani, en la c¨¦lebre ¨¢crata del mismo nombre: desde el ministro y los consejeros de Cultura hasta los pobres cantaores de flamenco, pasando por los directores de los teatros nacionales, los asesores culturales, las glorias reconsagradas del teatro en el que las "putas hacen de v¨ªrgenes y los maricones de Don Juan"
El espect¨¢culo, de unas dos horas de duraci¨®n, tiene la calidad pl¨¢stica e interpretativa de las producciones de Boadella pero, a diferencia de otras de sus producciones, la ¨²ltima sin ir m¨¢s lejos, el contenido no pasa de ser un viejo juego -el teatro dentro del teatro- amable, bon enfant, contra un teatro de monstruosas criaturas e instituciones jur¨¢sicas, que, la verdad, me deja un tanto hambriento de los c¨¦lebres "emprenyos" a que nos tiene acostumbrados el no menos monstruoso Boadella; hambriento y tambi¨¦n algo fatigado por la mon¨®toma, machacona doctrina regeneracionista y vindicativa del carcamal de Don Josep.
Huelga decir que, sin un duro, El Nacional hubiese pasado por el montaje de un envidioso que ataca -el dinero de las instituciones- lo que se le niega. No es este el caso de El Nacional, coproducido por los teatros institucionales de Gerona, Logro?o, l'Hospitalet, Murcia, Huelva, el Festival Internacional de Teatro de Vitoria-Gasteiz y las consejer¨ªas de Educaci¨®n y Cultura de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha; el espect¨¢culo de una compa?¨ªa concertada con el Ministerio de Cultura (INAEM) y que cosa de un convenio -subvenci¨®n- con la Generalitat de Catalu?a. Con todo ese dinero, El Nacional no puede ser sino el montaje de un hip¨®crita.
Babelia
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