Los rincones del poder
Las plumas dominan el despacho de Leguina, las pipas de caoba el de Lope Huerta, y los Cristos el del alcalde
Hay libros que parecen anidar s¨®lo en los despachos de las personas que mandan. Un ejemplo: Simposio internacional sobre homologaci¨®n de t¨ªtulos de profesores de educaci¨®n f¨ªsica en los pa¨ªses de la Comunidad Europea. El tomo en cuesti¨®n se abre paso entre otros de similar atractivo en una esquina del despacho del presidente de la Comunidad de Madrid, Joaqu¨ªn Leguina, mirando al hist¨®rico balc¨®n donde se proclam¨® la II Rep¨²blica, vistas a la Puerta de El Sol. "No s¨¦, no s¨¦ por qu¨¦ est¨¢ ah¨ª, la verdad es que habr¨¢ que buscarle otro emplazamiento en la trastienda", se excusa el presidente refiri¨¦ndose al libro.
Los rincones del poder acogen los recuerdos m¨¢s entra?ables de los pol¨ªticos junto a regalos que alguien desliz¨® alg¨²n d¨ªa entre aplausos, flashes y palmadas en la espalda, excelent¨ªsimo se?or tal, le hacemos entrega de esto y lo otro, a los que hab¨ªa que buscar un emplazamiento.
Nada m¨¢s adentrarse en el despacho del alcalde de Madrid, Jos¨¦ Mar¨ªa ?lvarez del Manzano, del PP, el visitante topar¨¢ con la Virgen de la Paloma enmarcada. En la misma mesa, al lado, los obsequios forman fila bajo la mirada de un san Isidro que el alcalde nunca supo qui¨¦n pinto. M¨¢s: una imagen de la Puerta de Alcal¨¢, una placa de bronce, serie limitada a 80 ejemplares, del Colegio Nacional de ¨®pticos-Optometristas en agradecimiento al excelent¨ªsimo, etc¨¦tera; placa de Jugoslavija (sic) que en su d¨ªa don¨® el alcalde de Sarajevo, tres relojes, y un quiosco en miniatura que el avispado autor del proyecto -asumido despu¨¦s por el Ayuntamiento- regal¨® al propio ?lvarez del Manzano con un cartel electoral del candidato sonriente pegado en ¨¦l.
Una cabra mont¨¦s
Todo ello, controlado desde lo alto de una estanter¨ªa por una cabra mont¨¦s -"?qui¨¦n me habr¨¢ regalado eso?"-, como dispuesta a saltar y espatarrarse sobre todas las placas en cualquier momento; y a su lado, una campana regalo de japoneses. Las tres oficinas de las autoridades regionales se hallan invadidas de motivos orientales.
Leguina, del PSOE, aparte de colocar en su mesa un biombo japon¨¦s que su eterna secretaria Margarita le regal¨® tras un viaje, acompa?a hasta los escritos m¨¢s informales con un sello en tinta roja que lleva la firma de su nombre en graf¨ªa oriental, regalo de unos amigos que fueron a China. Y el despacho del Delegado del Gobierno, Arsenio Lope Huerta, del PSOE, por disponer de motivos orientales, tiene hasta las paredes forradas de dragones, las puertas de ¨¦bano negro con incrustaciones de lacas y en el techo, m¨¦nsulas en forma de pavos reales que sujetan columnas. No en vano, la Delegaci¨®n fue embajada japonesa durante la II Rep¨²blica.
El delegado, a fin de cuentas el pol¨ªtico que menos tiempo lleva en su despacho, es el que m¨¢s lo disfruta, quien m¨¢s lo ha impregnado de objetos personales. El aroma de las nueve o diez pipas de caoba que se reparten entre los cajones y su mesa desbordan su despacho y antidespacho para colarse incluso a la sala de espera.
Hasta se atreve a colocar un coche de juguete con dos mu?ecos, testigos ellos y el coche de secretas conversaciones sobre redadas antidroga, secuestros, recates, homicidios y manifestaciones. "Es que es tan bonito que no quiero llev¨¢rselo a mis hijos, y hombre, lo pongo ah¨ª, a mi lado, pero casi un poco escondido, porque no es algo muy serio que digamos para resaltarlo". Tampoco parece demasiado ortodoxa la canasta peque?a de baloncesto que coloca sobre la papelera, pero sirve como una excusa magn¨ªfica para recordar los a?os en que jugaba al baloncesto en los juveniles del Real Madrid. Y la lista no acaba: un bast¨®n de mando que le regalaron en alguna junta auton¨®mica, una foto que Felipe Gonz¨¢lez le dedica "cordialmente", un cuarto premio de un concurso de mus -"me qued¨¦ el cuarto porque el conductor m¨ªo, que era mi pareja, juega muy mal"- y una medalla de oro, regalo de alg¨²n familiar, en un armario.
Otra cosa
Lo del alcalde parece otra cosa. Porque lo ¨²nico verdaderamente personal que llev¨® a su mesa es una foto de familia y un Cristo diminuto que compite con otro colgado en la pared. Se ven despu¨¦s las fotos dedicadas por los Reyes con afecto, siempre "con afecto", como en los otros dos despachos.
Por lo dem¨¢s, en la oficina del alcalde casi todo es regalado o heredado, como el micr¨®fono que se sit¨²a por encima de sus cuatro tel¨¦fonos, por el que el ex alcalde de Madrid, Enrique Tierno Galv¨¢n, emit¨ªa sus "es menester" cuando los problemas de movilidad le imped¨ªan desplazarse. "Oye", pregunta ?lvarez del Manzano a su jefe de prensa, "?pero funciona eso?..., pues deber¨ªamos ponerlo en funcionamiento, porque me vendr¨ªa muy bien que me grabasen desde ah¨ª las radios".
M¨¢s de lo mismo: en una esquina, un jarr¨®n de 1895 regalo de un alcalde parisino; al lado, libros para obsequiar a las visitas, tipo La ense?anza en Madrid o Fiestas matritenses. Y en frente, lo mejor de todo, seg¨²n el criterio del primer edil: un cuadro de Lucas Villamil y un tapiz que el alcalde no sabe muy bien de cu¨¢ndo data -"ser¨¢ del siglo XVII o XVIII"-, pero que dice gustarle mucho. Las dos alfombras enormes, pisadas casi siempre por zapatos de cuero noble, evocan nociones de historia, pero los sof¨¢s huelen a viejo y desfasado, a planes generales de infraestructuras que nunca se llevaron a cabo. Sin embargo, el del alcalde es el ¨²nico despacho con caramelos. adem¨¢s de cigarros.
En los otros dos despachos, el de Leguina y el de Lope Huerta, no abundan las golosinas, pero les une un busto, del tama?o de un guante de boxeo, que corresponde a Pablo Iglesias, el fundador del PSOE y la UGT. El delegado explica que s¨®lo existen cinco esculturas como ¨¦sa, y que tres de ellas se encuentran en posesi¨®n (le Leguina, Juan Barranco y Felipe: Gonz¨¢lez.
El m¨¢s obsesionado con los medios de comunicaci¨®n parece Leguina. En su casa ha instalado radios hasta en el servicio; y en el despacho oficial dispone de televisor, v¨ªdeo, radio y tres diccionarios (le la lengua: el de Manuel Seco, el, Casares y otro de sin¨®nimos y ant¨®nimos. Tambi¨¦n hay tinta fresca, de la de siempre, y muchas plumas, como la que le regal¨® :su padre cuando se cas¨®. Al balc¨®n de la II Rep¨²blica no se asoma; prefiere deleitarse con la vista de la imponente l¨¢mpara que no pudieron llevarse los antiguos inquilinos -el despacho fue usado durante el franquismo por la secretaria del director general de Seguridad Ciudadana- y con sus cuadros.
Lope Huerta y ?lvarez del Manzano no introdujeron grandes cambios cuando pisaron sus dependencias of¨ªciales, pero el caso de Leguina fue relevante: troc¨® un lienzo de Saura por otro de T¨¢pies. Y adem¨¢s, orden¨® comprar el cuadro que m¨¢s le gusta de toda la oficina, por encima de uno del Equipo Cr¨®nica y otro de Joaqu¨ªn Pacheco: cerca de tres metros de longitud rellenos con los colores que salieron de la mente de Lucio Mu?oz. Lope Huerta tambi¨¦n maquina sacar por la puerta cuatro ¨¢rboles -"horribles, horteras"- artificiales que adornan las esquinas.
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