A ver
Con la entrada en la edad adulta, empec¨¦ a interesarme por un asunto: la decantaci¨®n sexual de los nacionalismos. Una afici¨®n que no deber¨ªa sorprender a nadie. La gente de mi generaci¨®n y lugar vivimos, con 20 a?os y durante la transici¨®n, una edad de oro de la inteligencia. Entonces el nacionalismo espa?ol hozaba err¨¢tico y avergonzado en las covachas del presente y su parienta, el nacionalismo catal¨¢n, no hab¨ªa desplazado al catalanismo en la realidad y en la conciencia de las gentes. Pero eso acab¨® pronto y desde los ochenta, por necesidades del gui¨®n, hemos tenido que dedicar lo mejor de nosotros mismos a la evaluaci¨®n y cr¨ªtica de los nacionalismos, un muy est¨²pido asunto desde el punto de vista intelectual, que ha acabado por consumirnos. Puestos a vagar por este p¨¢ramo, cada cual se ha procurado especializaciones minimalistas. Yo quisiera llegar a ser un experto en eso que apunt¨¦ al principio: lo macho y lo hembra aplicados al nacionalismo.Todo empez¨® para m¨ª con la lectura de Amor a Catalu?a, libro sensacional de uno de los primeros surrealistas espa?oles, el gran Gim¨¦nez Caballero. Ese flujo seminal explicaba c¨®mo, en 1939, la tropa macha de Castilla daba cuenta de la gr¨¢cil f¨¦mina catalana. Es la cr¨®nica de una gozada. De la Gran Gozada. Luego, m¨²ltiples verificaciones no han hecho m¨¢s que confirmar -a uno y otro lado del p¨¢ramo- el arquetipo de una Espa?a prepucial y una Catalu?a ov¨¢rica. As¨ª, cuando los machos nos advierten que guardemos el respeto necesario -sea con lengua o el quince por ciento- para no despertar ese horrible monstruo nacionalista que llevan dentro, veo la tierra que habito, toda ella con faldita corta y sonrisa equ¨ªvoca, y admito que, en efecto, vamos provocando y no es extra?o que luego pase lo que pasa. Y sanciono, con ilusi¨®n, que el amor a Catalu?a no mengua. Que otra vez quieren gozarnos, esos insaciables.
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