Historia de una manipulaci¨®n
No se sabe c¨®mo va a evolucionar la participaci¨®n estadounidense en Somalia. No han faltado expertos para recordar que el engranaje que result¨® de la decisi¨®n inicial de Kennedy de enviar tropas a Vietnam puede repetirse con la decisi¨®n de Bill Clinton de duplicar los efectivos estadounidenses en Somalia. Este paralelismo es muy discutible. Las situaciones no son en nada comparables. Pero, desde un punto de vista hist¨®rico y pol¨ªtico, siempre es apasionante saber c¨®mo se toma una decisi¨®n de relevancia mundial. Y resulta que, al respecto, puedo referir un testimonio personal.Hace un a?o, poco antes de las elecciones estadounidenses, yo me encontraba en la residencia del secretario general de las Naciones Unidas, Butros-Gali. Quer¨ªa hacerle hablar de la antigua Yugoslavia, y eso le estaba poniendo nervioso. Ya me lo hab¨ªa dicho todo sobre la cuesti¨®n y yo no parec¨ªa conformarme. "No hay ning¨²n jefe de Estado occidental que no me haya asegurado directamente que su pa¨ªs no intervendr¨ªa jam¨¢s militarmente contra los serbios". Dicho esto, a Butros-Gali le indignaba que las ¨¦lites de esos mismos pa¨ªses hicieran como si una intervenci¨®n fuera posible y deseable.
En cambio, dec¨ªa el secretario general de la ONU, en ?frica hay tres pa¨ªses que viven un infierno, de los que casi no se habla y a los que se podr¨ªa ayudar con menos problemas de los que plantea la antigua Yugoslavia. Por este orden, me citaba, en primer lugar, a Angola, donde se libraba una interminable guerra civil que multiplicaba el n¨²mero de muertos y heridos entre los m¨¢s j¨®venes; despu¨¦s, el sur de Sud¨¢n, hostigado y hambriento por culpa de los musulmanes del norte. Por fin, pero s¨®lo en ¨²ltimo lugar, Somalia, de donde ¨²ltimamente estaba recibiendo informaciones atroces sobre la desnutrici¨®n infantil. Puesto que la opini¨®n p¨²blica internacional parece estar deseando hacer algo, conclu¨ªa Butros-Gali: "Dejemos de decir: Yugoslavia o nada. Empecemos por uno de estos desgraciados pa¨ªses de ?frica".
?Cu¨¢l de esos pa¨ªses? ?Intervenir en una guerra como la de Angola? Era presumible que los Gobiernos se mostrar¨ªan reticentes. Costar¨ªa mucho trabajo convencerlos. En cuanto al sur de Sud¨¢n, sin duda era indignante que no se enviara una fuerza que pudiera interponerse entre musulmanes y no musulmanes (cristianos y animistas). Pero un egipcio como Butros-Gali no se consideraba en la posici¨®n id¨®nea para defender esta causa. Cada vez que lo hac¨ªa, le acusaban de doble parcialidad. Por una parte, su pa¨ªs no se entiende (por decirlo suavemente) con las autoridades de Jartum. Por otra parte, Butros-Gali es copto, es decir, cristiano, y, por consiguiente, sospechoso de simpatizar con los sudaneses no musulmanes.
As¨ª que quedaba Somalia. Cumpl¨ªa todas las condiciones para ser ayudada. En ella reinaba la anarqu¨ªa y no hab¨ªa que temer una acusaci¨®n por injerencia en los asuntos internos de un Estado soberano. El problema era ¨²nicamente alimentario: as¨ª que conven¨ªa no importar al pa¨ªs m¨¢s que v¨ªveres y medicamentos. El secretario general lo coment¨® y le pareci¨® que su propuesta recib¨ªa una atenta acogida. Pero en seguida lleg¨® a la conclusi¨®n de que las operaciones ser¨ªan, sobre todo, obra de Estados Unidos y que era necesario que las principales naciones de la ONU fueran arrastradas por Washington.
A partir de ese momento, Butros-Gali consider¨® que el asunto desbordaba su competencia y que lo adecuado era ponerlo en manos de quienes en Washington adoptaban las principales decisiones. James Baker, a¨²n en el cargo en el Departamento de Estado, sugiri¨® que era posible que Georges Bush avalara una operaci¨®n caritativa de ese tipo, que no podr¨ªa sino realzar su imagen al final del mandato. Pero pon¨ªa una condici¨®n: ten¨ªa que ser la opini¨®n p¨²blica quien le reclamara la operaci¨®n. ?Y la reclamaba la opini¨®n p¨²blica? "Todav¨ªa no, todav¨ªa no", respond¨ªan los expertos. Muchas veces la opini¨®n p¨²blica no sabe qu¨¦ se le va a sugerir que quiera. Para acceder a su deseo lo mejor es empezar por suscitarlo en ella. Para eso hay un medio y s¨®lo uno: la televisi¨®n.
Cuando se dice televisi¨®n en Estados Unidos, se habla, en primer lugar, de las grandes redes (CBS, NBC, ABC y Fox). Se habla despu¨¦s de las cadenas por cable tem¨¢ticas, como, sobre todo, CNN, TNT, etc¨¦tera. ?Y la prensa escrita? La red Fox, por poner un ejemplo, propiedad de Robert Murdoch, incluye tambi¨¦n un conjunto de peri¨®dicos. que abarca desde The Times de Londres hasta The New York Post, pasando por una diversidad de peri¨®dicos igualmente importantes en todo el mundo. En realidad, en esta fase, la prensa escrita no interviene. Doscientos veinte millones de hogares en todo el mundo ven la CNN, la cadena de Ted Turner.
As¨ª que hab¨ªa que poner en marcha la campa?a televisada en favor de esta muy buena causa que era Somalia. Hab¨ªa que aplicar la regla democr¨¢tica que consiste en hacer que se exprese la opini¨®n p¨²blica, en medirla mediante sondeos y en sacar conclusiones de ello. Pero entonces, por una imprevista coincidencia, unos periodistas italianos trajeron de Somalia unas alucinantes im¨¢genes de pesadilla. Seg¨²n un investigador de Washington -que en ese momento estaba haciendo un estudio sobre el nacimiento de los movimientos de opini¨®n-, no hicieron falta m¨¢s de 24 horas para que las grandes cadenas de televisi¨®n explotaran el reportaje italiano, y seguidamente se abalanzaran sobre Somalia enviando a la zona sus mejores equipos, como si sus directores se hubieran reunido en consejo para tomar una decisi¨®n en com¨²n. Hasta que, con los l¨ªderes de la opini¨®n p¨²blica interpelando con furor imprecatorio a sus respectivos Gobiernos, se decidi¨® la intervenci¨®n humanitaria y los responsables de las grandes redes nacionales de televisi¨®n empezaron a negociar con el Departamento de Estado y con el Pent¨¢gono el horario del desembarco y la exclusiva para su retransmisi¨®n. Igual que para un partido de f¨²tbol, pero, seg¨²n todo induce a creer, a precios mucho m¨¢s bajos, puesto que las cadenas de televisi¨®n hab¨ªan prestado un servicio a Georges Bush y a James Baker. Butros-Gali, que ignoraba todas estas transacciones, no observaba m¨¢s que su resultado. Se aceptaba la intervenci¨®n caritativa que ¨¦l preconizaba. Y se decidi¨® en un plazo bastante m¨¢s breve de lo que hab¨ªa imaginado el secretarlo general, que pensaba que una expedici¨®n semejante no pod¨ªa improvisarse sin preocuparse por las consecuencias pol¨ªticas.
Puede pensarse que los hechos, los acontecimientos y las decisiones rara vez responden a la l¨®gica rigurosa de una conspiraci¨®n como la que acabo de referir aqu¨ª. Admito que he utilizado un m¨¦todo a veces discutido, que consiste en recurrir al razonamiento: "Todo sucedi¨® como si...". Por ejemplo, yo no puedo asegurar que James Baker llamara por tel¨¦fono a Rupert Murdoch, a Bertelsman o a John Malone para pedirles que pusieran en marcha juntos y al mismo tiempo una operaci¨®n en favor de Somalia. Pero hay dos cosas que se saben con certeza en esta historia. En primer lugar, el hecho de que los estadounidenses no contemplaron la posibilidad de que esta ayuda a Somalia pudiera plantear un problema pol¨ªtico. Despu¨¦s, el hecho de que, en 24 horas, todas las pantallas de televisi¨®n en Estados Unidos se vieron inundadas al mismo tiempo por im¨¢genes de mujeres y ni?os somal¨ªes que parec¨ªan reci¨¦n salidos de campos de concentraci¨®n nazis. Insisto en pensar que, en esta historia, debido al terrible poder de la televisi¨®n, la opini¨®n p¨²blica estadounidense, y en consecuencia la occidental si no la mundial, fue manipulada. ?Por una buena causa? Sin duda. Pero esto quiere decir que podr¨ªa serlo -y que tal vez ya lo haya sido- por una mala.
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